“¡Tú no sabes nada!” exclamó Loti, defendiéndolo. “¡A ti te daba demasiado miedo hacer lo que Darius hizo por vosotros!”
“¿Pensáis que esto va a acabar aquí?” continuó Zirk. “El Imperio tiene millones de hombres detrás de esto. Matasteis a unos pocos. ¿Y qué? Cuando lo descubran, volverán con cinco veces estos hombres. Y la próxima vez, cada uno de nosotros será masacrado, y torturados primero. Has firmado todas nuestras sentencias de muerte”.
“¡Te equivocas!” exclamó Raj. “Hos ha dado una nueva oportunidad de vida. Una oportunidad de honor. Una victoria que tú no merecías”.
Zirk miró a Raj, con mala cara.
“Estos fueron los actos de un chico estúpido e imprudente”, respondió él. “Un grupo de chicos que debería haber escuchado a sus mayores. ¡Nunca debería haber entrenado a ninguno de vosotros!”
“Te equivocas”, exclamó Loc, dando un paso adelante al lado de Loti. Estos fueron los valientes actos de un hombre. Un hombre que guió a los chicos para que fueran hombres. Un hombre como tú aparentas ser, pero no eres. La edad no hace al hombre. Lo hace el valor”.
Zirk enrojeció, lo miró mal y agarró fuerte la empuñadura de su espada.
“Habló el lisiado”, respondió Zirk, dando un paso amenazante hacia él.
Bokbu salió de entre la multitud y alzó una mano para detener a Zirk.
“¿No ves lo que el Imperio nos está haciendo?” dijo Bokbu. “Crean la división entre nosotros. Somos un pueblo. Unido bajo una causa. Ellos son el enemigo, no nosotros. Ahora más que nunca vemos que debemos unirnos”.
Zirk apoyó las manos sobre las caderas y miró con el ceño fruncido a Darius.
“Solo eres un chico estúpido con palabras bonitas”, dijo. “No puedes derrotar nunca al Imperio. Nunca. Y no estamos unidos. Nosotros desaprobamos tus actos de hoy, todos nosotros”, dijo, haciendo un gesto hacia la mitad de los mayores y a un grupo grande de aldeanos. “Unirnos a ti es unirnos a la muerte. Y tenemos la intención de sobrevivir”.
“¿Y cómo pretendes hacerlo?” preguntó Desmond enfadado, de pie al lado de Darius.
Zirk enrojeció y se quedó en silencio, y a Darius le quedó claro que no tenía plan, justo igual que los demás, que estaba hablando desde el miedo, la frustración y el desamparo.
Bokbu finalmente dio un paso adelante, entre ellos, rompiendo la tensión. Todas las miradas se volvieron hacia él.
“Los dos tenéis razón en algunas cosas y en otras no”, dijo. “Lo que importa ahora es el futuro. Darius, ¿cuál es tu plan?”
Darius notó cómo todas las miradas se dirigían a él en el espeso silencio. Reflexionó y, poco a poco, se formó un plan en su mente. Sabía que solo se podía tomar una ruta. Habían pasado demasiado para cualquier otra cosa.
“Llevaremos esta guerra hasta las puertas del Imperio”, exclamó con ánimo. “Antes de que puedan reorganizarse, se lo haremos pagar. Nos juntaremos con otras aldeas de esclavos, formaremos un ejército y haremos que aprendan qué significa sufrir. Puede que muramos, pero todos moriremos como hombres libres, luchando por nuestra causa”.
Se oyó un gran grito de alegría detrás de Darius, proveniente de la mayoría de aldeanos, y vio que la mayoría de ellos se agrupaban detrás suyo. Un pequeño grupo de ellos, reunidos detrás de Zirk, miraban hacia atrás, inseguros.
Zirk, claramente enfurecido y en desventaja numérica, enrojeció, soltó la empuñadura de su espada, se dio la vuelta y se marchó echando humo por las orejas, desapareciendo entre la multitud. Un pequeño grupo de aldeanos se marchó de la misma forma con él.
Bokbu dio un paso adelante y miró a Darius solemnemente, su rostro estaba arrugado por la preocupación, por la edad, con arrugas que habían visto demasiado. Miró fijamente a Darius, sus ojos estaban llenos de sabiduría. Y de miedo.
“Nuestro pueblo recurre a ti para que los guíes”, dijo en voz baja. “Esto es algo muy sagrado. No pierdas su confianza. Eres joven para dirigir un ejército. Pero el deber ha recaído en ti. Tú has empezado esta guerra. Ahora, tú debes acabarla”.
*
Gwendolyn dio un paso adelante mientras los aldeanos empezaban a disiparse, Kendrick y Sandara a su lado, Steffen, Brandt, Atme, Aberthol, Stara y docenas de sus hombres detrás de ella. Miraba a Darius con respeto y podía ver la gratitud en sus ojos por la decisión de venir hoy en su ayuda al campo de batalla. Después de su victoria, se sentía justificada; sabía que había tomado la decisión correcta, por muy difícil que hubiera sido. Hoy había perdido a docenas de sus hombres aquí y lamentaba su pérdida. Sin embargo, también sabía que si no hubiera dado la vuelta, Darius y todos los que estaban allí seguramente estarían muertos.
Ver a Darius allí, enfrentándose al Imperio con tanta valentía, le hacía pensar en Thorgrin y su corazón se le partía cuando pensaba en él. Estaba decidida a recompensar la valentía de Darius, costara lo que costara.
“Estamos aquí preparados para apoyar tu causa”, dijo Gwendolyn. Ella pidió la atención de Darius, Bokbu y todos los demás, mientras todos los aldeanos que quedaban se giraron hacia ella. “Nos acogisteis cuando lo necesitábamos, y ahora estamos aquí preparados para apoyaros cuando lo necesitéis. Unimos nuestras armas a las vuestras, nuestra causa a la vuestra. Después de todo, es una sola causa. Deseamos volver a nuestra tierra en libertad, vosotros deseáis liberar vuestra tierra. Compartimos el mismo opresor”.
Darius la miró, claramente conmovido, y Bokbu dio un paso hacia delante en medio del grupo y se quedó allí, de cara a ella en el espeso silencio, todo su pueblo lo estaba mirando.
“Hoy aquí podemos ver la gran decisión que tomamos al acogeros”, dijo con orgullo. “Nos habéis recompensado más allá de nuestros sueños y estamos enormemente premiados. Vuestra reputación, vosotros los del Anillo, como honorables y verdaderos guerreros, ha demostrado ser cierta. Y estamos en deuda con vosotros para siempre”.
Respiró profundamente.
“Necesitamos vuestra ayuda”, continuó. “Pero lo que necesitamos no son más hombres en el campo de batalla. Más de vuestros hombres no serán suficientes-no con la guerra que vendrá. Si realmente nos queréis ayudar con nuestra causa, lo que realmente necesitamos es que encontréis refuerzos. Si queremos tener alguna posibilidad, necesitaremos decenas de miles de hombres que vengan en nuestra ayuda”.
Gwen lo miró fijamente, con los ojos abiertos como platos.
“¿Y dónde vamos a encontrar decenas de miles de caballeros?”
Bokbu la miró con expresión seria.
“Si en algún lugar existiera una ciudad de hombres libres dentro del Imperio, una ciudad que se prestara a venir en nuestra ayuda, -y este es un gran si– entonces esta se encontraría dentro del Segundo Anillo”.
Gwen lo miró fijamente, perpleja.
“¿Qué nos estáis pidiendo?” preguntó.
Bokbu la miró fijamente, solemne.
“Si realmente deseáis ayudarnos”, dijo él, “os pido que os embarquéis en una misión imposible. Os pido que hagáis algo incluso más difícil y más peligroso que uniros a nosotros en el campo de batalla. Os pido que atraveséis el Gran Desierto; en busca del Segundo Anillo; y si llegáis allí con vida, si es que existe, convenzáis a sus ejércitos que se unan a nuestra causa. Esta es la única oportunidad que tenemos de ganar esta guerra”.
Él la miró fijamente, serio, el silencio era tan espeso que lo único que Gwen oía era el viento soplando a través del desierto.
“Nadie ha cruzado jamás el Gran Desierto”, continuó él. “Nadie jamás ha confirmado que el Segundo Anillo exista. Es una tarea imposible. Una marcha hacia el suicidio. Odio pedíroslo. Aún así, es lo que más necesitamos”.
Gwendolyn miró con atención a Bokbu, se dio cuenta de la seriedad de su rostro y reflexionó sobre sus palabras largo y tendido.