AAVV - Colligite Fragmenta стр 8.

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La sociedad de nuestros días tiende a embotar y destruir los atributos elevados del hombre y a fomentar en cambio sus instintos inferiores. De ahí que el estadio histórico que estamos viviendo se caracterice por el predominio del egoísmo sobre el altruismo y de la insolidaridad sobre la solidaridad. En esencia pertenecemos a una civilización más inclinada a la mezquindad que a la generosidad y grandeza de alma. Ya sólo por estos motivos, el hombre medio tiene escasas razones para sentirse orgulloso de sí mismo, por mucho que los apologetas del statu quo movilicen constantemente su inmensa maquinaria publicitaria para convencernos de lo contrario. ¿Cómo contradecir a Jacques Maritain en Le docteur angélique?: «Lo que nos sorprende del mundo contemporáneo, del mundo de la destrucción capitalista y positivista, es este miserable producto llamado hombre moderno».

Lo peor que podemos decir del sistema de valores hoy imperante es que quien más quien menos se ha acostumbrado a considerar este estado de cosas como casi normal, un punto de vista que por sí solo nos da idea del grado de embrutecimiento humano y moral a que hemos llegado. Los medios de información nos hablan todos los días de la grave crisis financiera y económica que atraviesa el mundo, pero muy poco en cambio de la crisis axiológica que padecemos de manera creciente y que es la verdadera causa de aquélla.

3. LA DIMENSIÓN COLECTIVA

La sed de éxito no se limita en modo alguno a la esfera individual, sino que configura también el comportamiento de los sectores sociales, las clases y las naciones. De la misma manera que en el plano de las relaciones intersubjetivas el individuo intenta imponerse a los demás, lo hace también en unión de otros dentro de un partido político, de un grupo de presión económico o de un país. Los ejemplos clásicos y más representativos de esta dimensión colectiva del éxito han sido el dominio ejercido por la clase capitalista sobre la clase obrera y el dominio de unos pueblos sobre otros. Es esta vieja experiencia, siempre renovada, la que movió a Voltaire a escribir en su Dictionnaire philosophique: «Tal es pues la condición humana, que desear la grandeza del propio país significa desear el mal a los países vecinos».

La única diferencia entre la búsqueda individual y colectiva del éxito es la de que los resultados de esta última dimensión suelen ser cualitativa y cuantitativamente más graves y nefastos que los de la primera variante. El viejo principio liberal del laissez faire, laissez passer como receta mágica para una regulación óptima de la dinámica económica, se ha revelado como un mito insostenible. Y lo mismo reza para la convicción de Adam Smith de que una milagrosa «mano invisible» se encargaría por sí misma de contrarrestar los efectos negativos de la competencia. Por lo que respecta al modelo neoliberal, concebido por Milton Friedman y su Chicago School of Economics, no ha hecho más que fomentar el darwinismo social a escala nacional e internacional y crear nuevas formas de explotación, opresión, expropiación y dominación. Lo que antes realizaban los Estados hegemónicos manu militari invadir, ocupar y saquear a los pueblos indefensos lo llevan a cabo hoy los grandes monopolios y oligopolios por medio del intercambio económico desigual. Eso explica que la parte mayoritaria de la riqueza del globo siga en manos de los países del Primer Mundo.

4. LAS VÍCTIMAS

Un modelo de sociedad y de convivencia que eleva el éxito a valor supremo condena de antemano a sus miembros a la guerra de todos contra todos, una situación que el discurso del Sistema ha ennoblecido con el eufemismo de «competencia». El prójimo es fundamentalmente el rival, el competidor o enemigo al que hay que combatir y desarmar, único procedimiento que conduce al éxito.

Los poderosos y privilegiados de la tierra utilizan su fuerza y su influencia no para asistir y tender generosamente la mano a los parias que padecen hambre y sed de justicia, sino para saciar su innoble afán de lucro y su baja ambición de mandar. ¿Pero qué decir de un mundo que condena a la pobreza y la indigencia crónica a media humanidad y destina casi un billón de dólares anuales a la fabricación de armas y a gastos militares? ¿O de un mundo en el que el asalariado corriente tiene que trabajar toda su vida para alcanzar apenas los ingresos que en un solo año se embolsan los altos ejecutivos de los grandes consorcios bancarios e industriales?

4. LAS VÍCTIMAS

Un modelo de sociedad y de convivencia que eleva el éxito a valor supremo condena de antemano a sus miembros a la guerra de todos contra todos, una situación que el discurso del Sistema ha ennoblecido con el eufemismo de «competencia». El prójimo es fundamentalmente el rival, el competidor o enemigo al que hay que combatir y desarmar, único procedimiento que conduce al éxito.

Los poderosos y privilegiados de la tierra utilizan su fuerza y su influencia no para asistir y tender generosamente la mano a los parias que padecen hambre y sed de justicia, sino para saciar su innoble afán de lucro y su baja ambición de mandar. ¿Pero qué decir de un mundo que condena a la pobreza y la indigencia crónica a media humanidad y destina casi un billón de dólares anuales a la fabricación de armas y a gastos militares? ¿O de un mundo en el que el asalariado corriente tiene que trabajar toda su vida para alcanzar apenas los ingresos que en un solo año se embolsan los altos ejecutivos de los grandes consorcios bancarios e industriales?

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