AAVV - Colligite Fragmenta стр 10.

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7. LA OPCIÓN DEL SIN-PODER

«La bondad consiste en renunciar voluntariamente a la fuerza que uno posee», exclamaba el viejo Schelling en sus lecciones sobre La edad del mundo. Si recuerdo este testimonio filosófico, hoy olvidado, es precisamente porque constituye la negación más rotunda de la ideología del éxito hoy dominante, también porque expresa en los términos más sencillos mi propia visión de la problemática que estamos analizando. Creo, en efecto, que renunciar voluntariamente y a priori a toda manifestación de poder personal constituye la única opción que pueda dar a nuestro paso por la tierra un sentido profundo. Fue la opción voluntaria del Ohn-Macht o sin-poder la que eligió también Hugo Ball tras su conversión al catolicismo. Y no otra cosa pensaba Albert Camus cuando en su obra autobiográfica Le premier homme dijo que tan triste es ser vencido por alguien que vencerle a él. Pero ya en sus Carnets había escrito al cumplir los 32 años: «No estoy hecho para la política, puesto que soy incapaz de querer o aceptar la muerte del adversario». En la misma línea, nuestro gran Ángel Ganivet escribía, en su Ideárium español: «Los grandes creyentes han sido mártires; han caído resistiendo, no atacando».

8. EL PODER DEL BIEN

También el hombre supuestamente emancipado de nuestros días no ha sabido atenerse al viejo imperativo délfico del «conócete a tí mismo» y vive en estado de autoalienación o ignorancia en todos los aspectos esenciales. En primer lugar con respecto a lo que significa verdadera autorrealización, que él suele confundir con el hedonismo y el materialismo a ras de suelo, propagados constantemente por los medios de comunicación de masas y demás tribunas prosistémicas como meta suprema de la existencia humana. De ahí que su condición sea análoga a la de los moradores de la caverna platónica condenados a vivir sin conocer ni la verdad ni el Bien, dos valores que para Platón y el pensamiento idealista en su conjunto han significado siempre una y la misma cosa.

Si hago referencia a estos viejos problemas a la vez filosóficos, ontológicos e históricos es para subrayar con todo énfasis que la situación altamente precaria en que se halla hoy el Bien no significa en modo alguno que la lucha por un mundo más justo y más humano haya perdido su sentido y su razón de ser. Personalmente pienso que por muchas batallas que el Bien haya perdido y sigue perdiendo, posee una fuerza intrínseca inextinguible y eterna que en mejores o peores circunstancias y en mayor o menor grado revive y se perpetúa una y otra vez. Es en este sentido que en uno de mis libros alemanes, Das Elend des Politischen, pudiese yo hablar del «poder del Bien».

Allí y precisamente allí donde el Bien es pisoteado de manera permanente, lejos de haber dejado de existir, está presente en nuestra conciencia en forma de ausencia y de nostalgia, como ocurre en la desdichada sociedad actual. También cuando el Bien ha sido abandonado por casi todo el mundo y vive en estado casi absoluto de soledad, sigue formando parte modo negativo de la misma realidad opuesta o indiferente a él. La psicosis de insatisfacción, inseguridad y miedo que se ha apoderado de la gente es la mejor prueba de que el Bien es lo insustituible por antonomasia y que todo intento de prescindir de él no puede engendrar más que la aporía universal a que nos ha conducido la ideología del éxito hoy triunfante. Y ello no puede ser de otra manera porque el Bien es el único valor cuya derrota incluye implícitamente la derrota de quienes pretenden haberle vencido. De ahí que toda victoria sobre el Bien no sea en verdad más que una victoria pírrica, condenada de antemano al más estrepitoso de los fracasos y a vivir en contradicción permanente consigo misma. Ese es el estado existencial en que hoy se encuentra el hombre y el mundo en su totalidad. El fin de la vida humana no es la contradicción ni la lucha de los contrarios, sino su reconciliación y su unidad. Creo que luchar por esta meta constituye la única forma de dar un sentido coherente y profundo a nuestro paso por la tierra y de evitar que nuestra vida no sea más que una reproducción individual del extravío, la falsa plenitud y la indigencia espiritual reinantes en el mundo de hoy.

Notas:

Quiero agradecer a los amigos organizadores de este IV Congreso de Estudios Personalistas, y en particular a la profesora Emilia Bea, la ocasión, para mí tan significativa, de presentar a Heleno Saña y de darle la bienvenida en nombre de todos nosotros a esta que también es mi Universidad y mi Facultad.

Se me pide hacer una semblanza de Heleno Saña, del escritor, del filósofo, del amigo. Pero ¿cómo hacer una semblanza del amigo como si se tratara de una tercera persona? ¿Cómo hablar del amigo sin hablarle a él, reconociéndole como justo destinatario de estas palabras? Me permitirán por tanto que, sin dejar de hablarles a ustedes, sea a él a quien me dirija con esta personal semblanza.

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