Ana María Martínez Sagi - La voz sola стр 26.

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Los buitres devoran

el corazón podrido de los hombres.

LLUVIA

Mi corazón se ahoga esta mañana

esta tarde esta noche todo el día.

Lluvia: ¡qué mal me haces cómo hieres

mi corazón con tus espadas frías!

Nunca ha llovido tanto. Llueve llueve

llueve como en las largas despedidas

con lluvia de domingo marinero

en la tierra mojada y dolorida.

Lluvia: pesado tigre por el aire.

Fuego fresco sobre la cresta albina

del gallo de los bosques ¡cómo luchas

contra la claridad que se adivina!

¡Qué nostalgia más dulce! Las estampas

sin pulso y sin cabeza se iluminan

y sientes corazón resurrecciones

de sombras que tu luz fueron un día.

Sube humo natural verde tranquilo

la yedra de la tierra humedecida

hasta el cristal picado de viruela.

Blanca y sonora la distante vía

del tren oruga de la niebla gime

y acerca en humedad la lejanía

bordada de silbidos. Lluvia: ¿dónde

vas a cantarme tú cuando no viva?

MONTPARNASSE

Es un barrio

de locos y de santos

de espectros fraternales

de mártires callados.

Rebeliones airadas

lo tienen desvelado.

Sus muertos resucitan

de los sepulcros blancos

sellando con los vivos

indestructibles pactos.

Barrigudos burgueses

tétricos escribanos

militares ridículos

palurdos aldeanos

(por absurdos e inútiles

fallecen en el acto).

Cielos de Modigliani

por los meandros claros

del aire se deslizan.

Los toros de Picasso

embisten los relojes

de Dalí visionario.

Mujeres de Matisse

sin cesar van buscando

los manteles de Braque

y sus limones agrios.

Nocturnos de martillos

golpean angustiados

las aristas rebeldes

del granito y del mármol.

Lancinantes Desdémonas

Apolos y Centauros

Bacantes y Nereidas

Afroditas y Sátiros

nacen en buhardillas

de miseria y espanto

de un sueño fulgurante

secreto y torturado.

Baudelaire en su noche

de cipreses extáticos

busca las tenebrosas

pupilas de sus gatos.

La sombra de Verlaine

por el muro enlutado

camina hacia su Gólgota

de dolor y de escarnio.

Es un barrio

de locos y de santos.

de incurables bohemios

de genios y de náufragos.

Mozos de café sirven

ajenjos incendiarios

cernidos de laureles

de versos y de pámpanos.

(Las familias decentes

se encierran en sus cuartos).

Aquelarres furiosos

tumban faroles trágicos.

Fantasmas diabólicos

recorren los tejados.

Y un espesor de lienzos

de feroces cobaltos

de estrofas delirantes

de martillos sonámbulos

detiene en las esquinas

al viento solapado.

Los árboles al alba

musitan versos mágicos.

De los zaguanes surgen

libertinos los faunos.

Y en el lienzo del cielo

un Ángel mutilado

pinta la faz de Dios

de un bermellón satánico.

TERNURA

Con las manos

sobre el halda

imagen de paz agreste

oro y rosa en la mañana.

Vara de mimbre.

Azucena casta.

Gavilla blonda.

Gacela rauda.

¿Con qué estambres suaves

te hicieron las pestañas?

¿Qué pétalos sedosos

amasaron tu cara?

¿En qué valles buscaste

los ramos de gencianas

que tiemblan en el fondo

de tus pupilas claras?

Con las manos

sobre el halda

tan quietecita

sentada

en el umbral

de mi casa.

Bendita tú la inocente

bendita tú la callada.

Yo te miro sin mirarte.

Te sé junto a mí y me basta.

Me están estorbando todos

los nombres y las palabras.

Dame tu mano pequeña

tu mano ungida de gracia.

Jazmín entre mis jazmines.

Espiga blonda de Francia.

¡Qué rubia rubia pareces

cuando yo miro mi cara!

¡Qué paz penetra en mi vida

cuando siento tu mirada!

Como un agua luminosa

mi ternura se derrama.

PUDOR

No.

No tengo nada.

Apenas vagamente

un poco de nostalgia.

Surgieron

los fantasmas

entre la sombra densa

entre la niebla pálida.

¿La ruta que seguía? Como muchas.

Una ruta apacible jalonada

de fresnos de mimbreras

y de álamos de plata.

Pero de pronto un viento

de ansiedad soterrada

de las cenizas frías

hizo surgir la llama.

Y busqué aquella encina

de sombra generosa y apretada.

El puente sobre el río

las voces de mi infancia

y al levantar los ojos:

busqué el cielo de España.

¿Qué quieres tú que tenga?

Nada.

Apenas vagamente

un poco de tristeza y de nostalgia.

LA MÁSCARA

Ordené

a mis palabras:

iréis por este cauce

sin premura sin ansia.

Como las aguas quietas

y mansas

iréis así sumisas

dóciles condenadas.

No turbaréis ya más

los remansos del alma.

No cambiaréis la sombra

en crepitantes llamas.

No haréis brotar las rosas

en llanuras exhaustas.

He puesto

a mis palabras

una sutil

mordaza.

Un grillete a mis manos

impulsivas y ávidas

una soga

a mis plantas

y al corazón indómito

una férrea coraza.

Y así voy por las rutas

con mi voz aventada

con los puños cerrados

con mi sed ahogada.

Despojada criatura

cautiva sujetada

ceñida de cadenas

cercada de murallas.

Y así voy por las rutas

con mi muerte aceptada.

¡Oh la terrible horrenda

tragedia de esta máscara!

LA ARDILLA

Dime tú: volandera

trapecista del cielo.

Ovillo inquieto. Suave

penacho en movimiento.

Interrogante ansioso.

Despabilado fuego.

Arabesco del aire.

Fuego rubio sin freno.

¿Qué radiogramas captas

en los hilos del viento?

¿Vislumbras el dintel

de la puerta del cielo

el arpa de la lluvia

los nudos del silencio?

Ya sé.

Con el invierno

te irás ¡oh dulce esquiva!

¿Desde qué tronco hueco

desde qué alta atalaya

me observarás sufriendo?

No habrá calles ni casas

ni vida sin tus juegos.

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