Ana María Martínez Sagi - La voz sola стр 24.

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El Tiempo me lo aduerme

El aire me lo siega

De AMOR PERDIDO (1933-1968)88

EL BESO

¿En qué océanos áureos y arrebatados me hallo?

¿En qué rompientes duras en qué surcos de fuego?

¿En qué cimas fugaces en qué abismos rugientes

me sostengo y me hundo me levanto y me pierdo?

El corazón al rojo

ha marcado certero

la huella perdurable

de este minuto intenso.

Olvidar Olvidar

Todo el Pasado muerto.

Sentirse florecer

el corazón y el cuerpo

y en una tierra virgen

¡resucitar de nuevo!

¿Qué puñales de luna qué dardos acerados

abren mi cuerpo frío y me penetran ciegos?

¿A qué vértigos puros a qué cuencas recónditas

a qué cielos efímeros a qué vastos incendios

hechizada y demente

me conduce tu beso?

FIDELIDAD

Inútiles

las palabras.

El viento

las esparce brutal en la distancia.

Sonido huero. Polvo

ceniza amarga

burdo artificio

senda trillada.

En el silencio unidas:

van tu alma y mi alma.

NOMBRE OLVIDADO

Trazó tu mano un nombre

sobre la arena:

las olas lo borraron

sin dejar huella.

Aquel florido amor

en la rama ligera

fruta suave tu boca

la devoró sedienta.

Años muertos

sobre mis hombros pesan.

Inútiles amargas

pasan las Primaveras.

Sueños muertos Sueños muertos

Alucinante cosecha.

Los ojos ciegos. Fría

la sangre en mis venas.

Sol de abril: ya no alumbras.

Sol de abril: no calientas.

¡Ay Dios mío qué joven

aquel nombre en la arena!

LO IMBORRABLE

Fue de verdad el deseo.

La ofrenda generosa

de mi cuerpo a tu cuerpo.

Verdad también el cielo

con sus golfos azules sus gavillas de fuego.

Verdad los altos bosques de los mástiles quietos

los pinos navegantes los campos marineros.

Verdad aquel minuto fúlgido alado eterno.

Trazo rojo en el mar. Gota de luz al viento.

DESESPERACIÓN

La palabra que arranqué

llena de un dulzor secreto.

El grito que persistió

en la guitarra del viento.

La corola que se abrió

en las ramas de tus dedos.

La llama viva que ardió

en lo más hondo del sueño.

El nudo rojo que até

tan estrecho tan estrecho

¡Ninguna huella! ¿Quién va

llorando por los senderos?

Amor perdido pasión

de mi espíritu y mi cuerpo:

¡con qué cruz cargas mis hombros

y en qué infinito desierto

me dejas crucificada

para siempre a tu silencio!

POR OPACAS GALERÍAS

Por opacas galerías

huyó alocada mi voz.

Fue el mar

quien me la robó

dejándola en una isla

de donde nunca volvió.

Se me perdió en las rompientes

y el viento la sepultó.

¿Qué herida mató su ímpetu?

¿Qué sueño la asesinó?

Venablo de luz hincado

lo dejé en tu corazón.

Luego dormí noches lóbregas

y ardí en cráteres de horror.

Buscándote en cada cuerpo

viví maldiciendo a Dios.

Algo palpitante cálido

pudría lejos al sol

¡Ay mi voz estrangulada

que dejó de ser mi voz!

FUSIÓN

Me persigues ¡oh sombra!

con obstinación fría.

Atándome los puños

segándome la risa

parándome la sangre

y el pulso de la vida.

A tu viento tenaz

dócilmente me inclinas.

Te prolongas en mí

penetrando furtiva

mis silencios de yedra

mis murallas erguidas.

Ya mi voz no es mi voz

ni la tristeza es mía

ni sé ya qué raíz

está ardiendo en mi herida.

Suspendida en el Tiempo

sobre enjambre de cimas

de mareas nocturnas

de selvas abatidas

emigro ineluctable

como un agua suicida

al desierto angustiado

de tu alma sin orillas.

INDESTRUCTIBLE

Tan sólo a ti te quise con dolor

con un dolor tan hondo

que me dejaba desgarrado el cuerpo

apagados los ojos

la frente taciturna

la boca amordazada:

¡Tú como un garfio agudo

clavado en las entrañas!

Todo lo demás: humo.

Soledad. Espejismo.

Tan sólo a ti quise con dolor:

por eso no te olvido.

CEGUERA

Yo no podía saber

que tu corazón y el mío

eran dos llamas gemelas

de un solo y mismo delirio.

Tus navíos en mis mares

encontraban su camino.

A mis noches sucedían

tus albas de cielo ardido.

En cada nudo de sangre

golpeaban dos latidos.

De mi voz: nacía el Sueño.

De tu sueño: mi destino.

Yo no podía saber

de nuestros ojos cautivos

de nuestras manos trenzadas

de nuestro calor fundido.

En mis moradas vivías

en mi cielo en mis abismos

en mis presencias oscuras

en mis mármoles de olvido.

Te morías en mis muertes.

Renacías en mis gritos.

De tu vivir mutilado

de esta muerte que agonizo

solamente Dios sabrá

lo que fue tuyo y fue mío.

Yo no podía saber

Corazón: perdón te pido.

RENCOR

On a peine à haïr ce quon a tant aimé 89.

Corneille

Cuánta piedra nocturna

cuántas sordas arenas

cuántos pozos transidos

cuántas auroras muertas

cuántos muros de espanto

cuánta agonía lenta

cuánto peso de sombras

cuánta ceniza espesa

sobre tu alma desnuda

sobre tu boca hambrienta

sobre tu ávido cuerpo

sobre tu sangre yerta.

¡Y aún persistes! Hurgando

con tozuda demencia

subterráneos obscuros

y galerías ciegas

vas abriendo tus cardos

tus orquídeas perversas

tus garfios acerados

tus manos de tiniebla.

¿Qué volcanes feroces

qué bárbaras tormentas

qué azadones rabiosos

qué sañudas piquetas

qué mordazas de olvido

qué losas justicieras

conseguirán al fin

hundirte bajo tierra?

EL DESEO

Noche

de insomnio negro.

Sobre un talud de cardos

crispada me recuesto.

En cada pliegue blando

recóndito del lecho:

una espina de miel

un cuchillo de fuego.

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