Ana María Martínez Sagi - La voz sola стр 23.

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Escaleras encendidas:

van las ristras de mazorcas

trepando pared arriba.

Las redes del pescador

celosías de los peces

secan crujientes al sol.

La calle tiene un final

final de todas las calles:

el muro azul de la mar.

EL MAR

De día: planicie azul

cabrilleante adormecida

con un friso de alas blancas

impalpable en sus orillas.

De noche: metal bruñido.

Desierto fosforescente.

Las barcas se van sonámbulas

a pescar peces de nieve.

LIMONARES

Limonares de la isla:

con sus pomas de oro pálido

columpiándose en la brisa.

Núbiles senos pulidos

de tibia cera olorosa

perfumando los caminos.

Frutos rubios. Llamas breves:

¡mira que te mira el mar

entre el enrejado verde!

DÉJAME

Déjame con el sol

que achicharra el olivo.

Con la arisca chumbera

con el oro del trigo.

Amo las cabelleras

crespas de los tomillos

los naranjos de púrpura

los cipreses dormidos.

¿Para qué me reclamas

bajo tu cielo frío?

¡Nada como esta luz

y este mar encendidos!

MARÍA DEL MAR

Piel aceitunada.

Viva sanguijuela.

Mariposa bruna

de las rastrojeras.

Delfín plateado.

Ardilla ligera.

Saltamontes negro.

Campana de fiesta.

Sobre el polvo tórrido

de las carreteras

siembras caracolas

y astros de salmuera.

Junto al tosco lecho

de tu barca vieja

te mecen las brisas

las altas mareas.

Susurran canciones

hermosas sirenas

toditas las noches

para que te duermas

PUERTO DE ALCUDIA86

Era una larga terraza

vestida de claridad.

Eran dos montañas negras

ocho barcas y un cañar.

Una ruta navegante

con un puerto sin fanal

como laguna dormida

bajo el fulgor estelar.

Y era un áspero perfume

ramo de brea y sal

y una ventana en la noche

abierta a la inmensidad

con dos sombras desveladas

que contemplaban el mar.

Y era abril:

y nada más.

De PAÍS DE LA AUSENCIA (1938-1940)87

CASTILLA

Planicie dilatada. Estameña gigante.

Mar solidificado. Tremenda paramera.

Un cielo incandescente mira surgir las llamas

de las costras calizas y los montes de piedra.

Desmesurado plano de trazos minerales

devorado de luz implacable violenta.

El polvo ardiente y gris de ceniza y de plomo

cubre con su sudario las estepas desiertas.

Ni pájaros ni árboles. Allá en la lejanía

unos ralos cabezos de color violeta.

El sol cárdeno anega la sangre fatigada

la llanura infinita petrificada muerta.

Desolación. Silencio. Soledad absoluta.

No hay hombres que se atrevan a tocar esta tierra.

Cuando llega la noche un gavilán arrastra

por los yermos su sombra pavorosa y siniestra.

SEVILLA

Dos de la tarde:

sopor.

Las callejuelas se estrechan

para guardarse del sol.

Transpira el rojo botijo.

Suda sangre el labrador.

Soledad. Silencio. Siesta.

Persianas. Ventilador.

Un clavel de grana viva

está quemando el balcón.

PIRINEOS

Alba. Olor a establos tibios

de fogatas de sarmientos.

Tiembla en el cielo de nácar

un deslumbrante lucero.

Cruje el cristal de la escarcha

bajo mi pie en el sendero.

En el aire frío y blanco

se despereza un almendro.

VOZ PERDIDA

Mi voz se me ha perdido en las esquinas

del aire y del olvido.

En un sueño mohoso

sin salir de mí vivo.

Es otra la que impávida

recorre los caminos.

La que abre y cierra puertas

e interpreta los signos.

Estrangulé la luz en una trenza

de días consumidos.

El corazón en un país azul

lo enterré sin un grito.

Puertos y litorales

me esperan compasivos.

Regazos fraternales

y nombres sin sentido.

Mientras resbalo sola

con un temblor de río

los yunques de mis ecos

en herrumbre dormidos

golpean el silencio

con sus negros martillos.

Dolor de mi voz muerta

entre el arrebatado clamor de los vivos.

La voz que se ha perdido en las esquinas

del aire y del olvido.

OBSESIONANTE RECUERDO

La noche verde de luna

corriendo por los olivos

me perseguía en un sueño

de nostalgia y de delirio.

Rutas de almagre escapaban

entre el maíz y los grillos.

Viento salado venía

del mar crinado y mecido.

Almendros me florecían

entre los dedos cautivos.

Palmas de luz me rozaban

con sus lentos abanicos.

En su cuenca de blancura

arcos y torres dormidos

aprisionaban un cielo

trémulo de azul y brillos.

La noche verde de luna

de vegas pastos y ríos

se tropezaba en las pitas

y se moría en los pinos.

Cuatro pichones de cal

cuatro arcángeles furtivos

abandonaron un alba

temblorosa en los caminos.

¿Adónde iré con mi Sueño

si en él ya me he confundido?

Llama que encienda al pasar

resplandor de azogue vivo

silencio de ciprés grave

blandura de gamo herido:

me los dio un país lejano

que sin cesar resucito.

RESIGNACIÓN

Una amargura honda

Un sueño de algas muertas

¿Qué arenas recubrieron

la herida que no cierra?

No me digáis el nombre

de mi tortura cierta.

Ese nombre que hincó

sus raíces secretas

y me dejó por siempre

mutilada y sin fuerza.

Perdiéronlo las rutas

por las que huí sin tregua.

Mares me lo anegaron.

Sepultáronlo tierras.

Cenizas apagaron

la lumbre de sus huellas

y un viento solapado

me lo arrancó con pena.

Albergue me habéis dado

y otra voz más ligera

y otros cielos clementes

y otras heridas nuevas.

Pero este nombre claro

que no pronuncio apenas

no lo resucitéis

voces de mis tormentas

peso de mis silencios

sed de mi boca yerta.

Dejádmelo perdido.

arpón entre la niebla.

El Tiempo me lo aduerme

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