Ana María Martínez Sagi - La voz sola стр 22.

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misteriosa, enigmática, compleja.

Abismo de inquietud, sima profunda,

captadora de estrellas

y de humanos dolores;

poeta

de la luz y la sombra,

de la nube y la tierra.

Supremamente erguida en el Dolor.

Fuerte y serena,

contra todos los vientos

y mareas.

Ferviente apasionada

de la Idea.

Iluminada creadora

de Belleza.

Alma noble y limpia,

que todo lo mezquino y lo bajo desdeña.

Corazón apasionado y bondadoso,

espíritu alerta,

en la clara aurora de los sueños,

y en la noche negra de las penas.

Mujer-enigma de pupilas verdes,

altiva, torturada, sensitiva y bella.

Inexpugnable en la cima de tu Vida

cernida de Tormentas.

¡Qué mano audaz sosegará el tropel,

de tus horas fantásticas e inquietas!

¡Y qué agua prodigiosa hará el milagro

de colmarte la boca de sedienta! 80

MATERNAL

¿De dónde llegó este niño?

¿De qué país encantado

me lo has traído, Dios mío,

hasta mi tibio regazo?

¿Me lo das ya para siempre?

¿No será que estoy soñando?

¡Es tanta la maravilla

que me parece un milagro!

Tiene la carne de seda

y la fragancia del nardo.

¡Es tan bonito y tan frágil

que ni me atrevo a tocarlo!

Con dos luceros hicieron

estos ojitos tan claros.

Espejos vivos y azules

que hoy me miráis asombrados:

¡con qué luz tan deslumbrante

iluminaréis mis pasos!

Pies torpes y diminutos,

graciosa boca de raso:

¡qué no haré porque no huya

la sonrisa de tus labios!

LA TRISTE REALIDAD

Yo he tenido un hijo, maravilla de carne,

esta noche en mis sueños.

Mientras dormía, he besado sus ojos

y he bebido su aliento.

Era rubio y suave,

cual lo espera mi anhelo,

y había en sus pupilas esa luz radiante

que tienen los luceros.

¡Cómo era dulce sentirlo

vivir junto a mi pecho,

y ampararlo en mis brazos, grandes, grandes,

a él tan pequeño!

¡Qué sentido tan hondo el de la vida,

tan humano y tan nuevo,

junto al hijo sonriente y luminoso

como un trozo de cielo!

Mientras dormía, era mío, bien mío,

¡tan sólo entonces pude retenerlo!

¡Cómo le lloro al hijo que he besado

únicamente en sueños!

LAMENTACIÓN

¡Me doy miedo a mí misma, me doy miedo!

¡La inquietud terrible aniquila mi vida!

Una aguda tristeza se me sube a los ojos

y me abisma,

en un largo silencio que me duele

como una llaga viva.

Mis pensamientos todos se han clavado en mi carne,

y en mi frente, cansada y marchita,

llevo una corona de ideas torturantes

como espinas.

¡Ah, no pensar! ¡No pensar! Ser árbol,

ser piedra, ser torrente, nube, sima.

Vivir años y siglos, quieta, quieta,

ignorada y perdida,

en un sueño piadoso que me haga

olvidar de mí misma.

Y no obstante, mis ojos no se cansan

de otear la escondida

senda, en que mi planta vagabunda

se rinda de fatiga.

Y mis manos, que no saben del reposo,

eternamente ansían

los besos encendidos

que las dejen vencidas.

Y mi boca sedienta de imposibles,

y mi alma dolorida,

anhelan delirantes el sosiego

de las almas serenas y sencillas.

serenidad

¡Serenidad, serenidad! Escucha,

mi voz grave y dolida,

la voz hecha de angustia y de amargura

infinita.

Estréchame en tus brazos y haz que el viento

se lleve mis melancolías.

Déjame el alma limpia de inquietudes,

como una Primavera florecida

de soles, de capullos, de canciones,

de arrullos y de risas

¡Serenidad, serenidad! ¡Mírame hondo

con tus claras pupilas! 81

LA DESPEDIDA

Los campos estaban lívidos de luna clara,

y la noche era triste y callada.

Tú y Yo en el albo sendero, dos sombras blancas,

perdidas en la noche de los sueños sin esperanza.

¡Qué largo el camino y qué frías tus pupilas glaucas!

Pupilas donde he visto arder el fuego de tus secretas ansias.

¡Qué largo fue el camino, y qué tortura la de tu boca cerrada,

y la de mi frente hundida,

tan pálida!

Agonía de silencios

y de dos vidas truncadas.

Agonía de la carne que antes vibrara:

¡fuente de deseo eterno que nacía entre llamas!

No. No desmayé Una fuerza misteriosa me alentaba.

Muda, muda e impasible, como una estatua,

sin un grito, ni una queja,

¡y sin una sola lágrima! 82

Después: un adiós. Tu mano, entre mis manos, temblaba.

¡Y en la ruta, para siempre, nuestras sombras separadas! 83

EN LA EDAD DE ORO

Cuando pequeña: reía siempre.

¡Oh mi risa blanca!

Risa de cristal, luz de domingo,

¡campanita de plata!

Trino, gorjeo, arpegio,

sutil serenata

de mis años ingenuos y sencillos,

vestidos de pureza y de fragancia.

Era entonces mi vida

como un maravilloso cuento de hadas;

y el pensar, un leve

batir de alas.

Todas las horas eran

tranquilas y plácidas.

Gotas de azul

en el lago terso de mi alma.

¡Oh mi risa fresca,

la risa de mis días siempre en calma!

¡Ascua de oro

que todo lo iluminaba!

Niña, ¿ por qué te ríes?

gritaban las voces malas.

Voces duras, impacientes

por verme triste y cansada.

Niña, ¿por qué te ríes

con esta risa tan blanca?.

Me río porque soy buena,

porque nada enturbia mis pupilas claras,

porque soy serena y luminosa y pura,

y llena de gracia.

Porque el cielo tiene una túnica azul,

y son sonrientes todas las mañanas;

porque amo la voz majestuosa del viento,

y entiendo el murmullo del agua.

Porque el campo produce sin tregua,

y hay flores y frutos en todas las ramas;

porque el sol vivifica mi sangre,

y la luna me viste de nácar,

y la brisa perfuma mi carne,

y el arroyo acaricia mis plantas.

¡Me río porque soy fuerte,

porque soy fuerte, y soy limpia, y soy casta!

¡Niña gritaban las voces,

niña, te ríes por nada!84.

¡Risa de cristal, luz de domingo,

campanita de plata!

De CANCIONES DE LA ISLA (1932-1936)85

FISONOMÍA

Casas de cal y albayalde

con flechas y golondrinas

atravesando la calle.

Las copas de las acacias:

ocho lunares redondos

ocho sombras apretadas.

Escaleras encendidas:

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