misteriosa, enigmática, compleja.
Abismo de inquietud, sima profunda,
captadora de estrellas
y de humanos dolores;
poeta
de la luz y la sombra,
de la nube y la tierra.
Supremamente erguida en el Dolor.
Fuerte y serena,
contra todos los vientos
y mareas.
Ferviente apasionada
de la Idea.
Iluminada creadora
de Belleza.
Alma noble y limpia,
que todo lo mezquino y lo bajo desdeña.
Corazón apasionado y bondadoso,
espíritu alerta,
en la clara aurora de los sueños,
y en la noche negra de las penas.
Mujer-enigma de pupilas verdes,
altiva, torturada, sensitiva y bella.
Inexpugnable en la cima de tu Vida
cernida de Tormentas.
¡Qué mano audaz sosegará el tropel,
de tus horas fantásticas e inquietas!
¡Y qué agua prodigiosa hará el milagro
de colmarte la boca de sedienta! 80
MATERNAL
¿De dónde llegó este niño?
¿De qué país encantado
me lo has traído, Dios mío,
hasta mi tibio regazo?
¿Me lo das ya para siempre?
¿No será que estoy soñando?
¡Es tanta la maravilla
que me parece un milagro!
Tiene la carne de seda
y la fragancia del nardo.
¡Es tan bonito y tan frágil
que ni me atrevo a tocarlo!
Con dos luceros hicieron
estos ojitos tan claros.
Espejos vivos y azules
que hoy me miráis asombrados:
¡con qué luz tan deslumbrante
iluminaréis mis pasos!
Pies torpes y diminutos,
graciosa boca de raso:
¡qué no haré porque no huya
la sonrisa de tus labios!
LA TRISTE REALIDAD
Yo he tenido un hijo, maravilla de carne,
esta noche en mis sueños.
Mientras dormía, he besado sus ojos
y he bebido su aliento.
Era rubio y suave,
cual lo espera mi anhelo,
y había en sus pupilas esa luz radiante
que tienen los luceros.
¡Cómo era dulce sentirlo
vivir junto a mi pecho,
y ampararlo en mis brazos, grandes, grandes,
a él tan pequeño!
¡Qué sentido tan hondo el de la vida,
tan humano y tan nuevo,
junto al hijo sonriente y luminoso
como un trozo de cielo!
Mientras dormía, era mío, bien mío,
¡tan sólo entonces pude retenerlo!
¡Cómo le lloro al hijo que he besado
únicamente en sueños!
LAMENTACIÓN
¡Me doy miedo a mí misma, me doy miedo!
¡La inquietud terrible aniquila mi vida!
Una aguda tristeza se me sube a los ojos
y me abisma,
en un largo silencio que me duele
como una llaga viva.
Mis pensamientos todos se han clavado en mi carne,
y en mi frente, cansada y marchita,
llevo una corona de ideas torturantes
como espinas.
¡Ah, no pensar! ¡No pensar! Ser árbol,
ser piedra, ser torrente, nube, sima.
Vivir años y siglos, quieta, quieta,
ignorada y perdida,
en un sueño piadoso que me haga
olvidar de mí misma.
Y no obstante, mis ojos no se cansan
de otear la escondida
senda, en que mi planta vagabunda
se rinda de fatiga.
Y mis manos, que no saben del reposo,
eternamente ansían
los besos encendidos
que las dejen vencidas.
Y mi boca sedienta de imposibles,
y mi alma dolorida,
anhelan delirantes el sosiego
de las almas serenas y sencillas.
serenidad
¡Serenidad, serenidad! Escucha,
mi voz grave y dolida,
la voz hecha de angustia y de amargura
infinita.
Estréchame en tus brazos y haz que el viento
se lleve mis melancolías.
Déjame el alma limpia de inquietudes,
como una Primavera florecida
de soles, de capullos, de canciones,
de arrullos y de risas
¡Serenidad, serenidad! ¡Mírame hondo
con tus claras pupilas! 81
LA DESPEDIDA
Los campos estaban lívidos de luna clara,
y la noche era triste y callada.
Tú y Yo en el albo sendero, dos sombras blancas,
perdidas en la noche de los sueños sin esperanza.
¡Qué largo el camino y qué frías tus pupilas glaucas!
Pupilas donde he visto arder el fuego de tus secretas ansias.
¡Qué largo fue el camino, y qué tortura la de tu boca cerrada,
y la de mi frente hundida,
tan pálida!
Agonía de silencios
y de dos vidas truncadas.
Agonía de la carne que antes vibrara:
¡fuente de deseo eterno que nacía entre llamas!
No. No desmayé Una fuerza misteriosa me alentaba.
Muda, muda e impasible, como una estatua,
sin un grito, ni una queja,
¡y sin una sola lágrima! 82
Después: un adiós. Tu mano, entre mis manos, temblaba.
¡Y en la ruta, para siempre, nuestras sombras separadas! 83
EN LA EDAD DE ORO
Cuando pequeña: reía siempre.
¡Oh mi risa blanca!
Risa de cristal, luz de domingo,
¡campanita de plata!
Trino, gorjeo, arpegio,
sutil serenata
de mis años ingenuos y sencillos,
vestidos de pureza y de fragancia.
Era entonces mi vida
como un maravilloso cuento de hadas;
y el pensar, un leve
batir de alas.
Todas las horas eran
tranquilas y plácidas.
Gotas de azul
en el lago terso de mi alma.
¡Oh mi risa fresca,
la risa de mis días siempre en calma!
¡Ascua de oro
que todo lo iluminaba!
Niña, ¿ por qué te ríes?
gritaban las voces malas.
Voces duras, impacientes
por verme triste y cansada.
Niña, ¿por qué te ríes
con esta risa tan blanca?.
Me río porque soy buena,
porque nada enturbia mis pupilas claras,
porque soy serena y luminosa y pura,
y llena de gracia.
Porque el cielo tiene una túnica azul,
y son sonrientes todas las mañanas;
porque amo la voz majestuosa del viento,
y entiendo el murmullo del agua.
Porque el campo produce sin tregua,
y hay flores y frutos en todas las ramas;
porque el sol vivifica mi sangre,
y la luna me viste de nácar,
y la brisa perfuma mi carne,
y el arroyo acaricia mis plantas.
¡Me río porque soy fuerte,
porque soy fuerte, y soy limpia, y soy casta!
¡Niña gritaban las voces,
niña, te ríes por nada!84.
¡Risa de cristal, luz de domingo,
campanita de plata!
De CANCIONES DE LA ISLA (1932-1936)85
FISONOMÍA
Casas de cal y albayalde
con flechas y golondrinas
atravesando la calle.
Las copas de las acacias:
ocho lunares redondos
ocho sombras apretadas.
Escaleras encendidas: