-Vamos a sentarnos y a contarte lo que ocurre.
Era increÃble la casa, parecÃa que habÃamos viajado a otra época; era un palacete de esos que aparecen en las pelÃculas, donde seguramente ha ocurrido más de un crimen pasional, envenenamientos, sesiones de magia negra, y vete a saber qué más; eso fue lo que pensé la primera vez que entré en la casa de Carla y ahora, influenciada por todo lo sucedido y de noche, la impresión se acentuó. Nos llevó hasta una pequeña sala situada en el piso superior. PodÃamos confiar en ella asà que se lo contamos todo, no se sorprendió en absoluto por nuestro relato:
-Será mejor que descanséis, mañana intentaré explicaros algunas cosas pero ahora es tarde, mañana hablaremos, tenemos muchos dÃas por delante, nos van a hacer falta; tengo que levantarme temprano, debo ver urgentemente a mi maestro.
-Dinos algo ahora, Carla âsupliqué.
-¡No!â¦no puedoâ¦todavÃa; mañana será mejor. Venid, os llevaré a unas habitaciones donde podréis descansar.
A pesar de que le insistimos no se dejó convencer, nos mostró unas habitaciones cercanas a la salita y nos dejó solos. TenÃa razón; la excitación de estos dÃas no habÃa dejado que nos diésemos cuenta de nuestro cansancio, yo tardé en conciliar el sueño pero LuÃs y SofÃa roncaban a los cinco minutos de dejarlos en la suya. Era una de esas noches en que es imposible dormir por más que se intente, la mente trabaja a doscientos por hora, los pensamientos se suceden con rapidez, se superponen unos a otros, y las más extravagantes teorÃas cobran realidad por unos momentos. Duermes, pero no con profundidad, y cuando te das la vuelta para mirar el reloj, porque crees que tan sólo han pasado unos minutos, te das cuenta que llevas horas inmersa en cavilaciones. Estaba amaneciendo cuando por fin me quedé dormida, sé que fue asà porque soñé lo mismo que la noche en que Ricardo desapareció por primera vez en la sombra. ¡Otra vez aquel extraño laboratorio, aquella gente con lo que parecÃan ser camisones blancos y, sobre todo, aquella casa laberÃntica!. TenÃa que haber una relación, por lo que sé los sueños no suelen repetirse y cuando lo hacen es que hay una poderosa razón para ello. ¿Qué significarÃa: un hecho del pasado, algo que estaba por ocurrir o, lo más inquietante, la realidad de lo que estaba ocurriendo? Eso fue lo que pensé al despertar pero no veÃa cómo podÃa encajar con la muerte del hombre en la playa, aunque también podrÃa ser que no hubiese conexión alguna. Todo era posible, sabÃamos por el momento demasiado poco.
Miré el reloj, eran las nueve de la mañana, Ricardo dormÃa plácidamente aún, me vestà y fui a la habitación de SofÃa, les ocurrÃa lo mismo; aproveché para dar una vuelta por la casa y de paso hablar a solas con Carla. No estaba. Deambulé por aquà y por allá, aquello era enorme, pero ni rastro de mi amiga, debió de salir muy temprano; busqué la cocina, si no me equivocaba se encontraba en la planta baja, a la derecha de la puerta principal habÃa un corredor que conducÃa a ellaâ¦sÃ, era asÃ, ahora me acordaba, no tengo muy buena memoria para estas cosas de los planos de una casa, siempre fui un desastre. Estaba preparando el desayuno cuando me pareció oÃr una voz, salÃ, era SofÃa que me llamaba:
-¡Por aquÃ, a la derecha!
Tardó unos minutos en aparecer, venÃan los tres.
-No sabÃamos dónde estabas.
-No te oà levantar, y con esta historia que está ocurriendo pensé todo tipo de cosas raras âse excusó Ricardo.
-No saquemos las cosas de quicio ¿qué iba a pasar? Entre otros motivos, porque nadie sabe que estamos aquÃ. No comiences a alucinar ¿eh? ârepliqué.
Desayunamos, luego nos dedicamos a explorar la casa: Ricardo y yo la planta baja, los otros la planta alta. Más que una casa parecÃa un museo. PertenecÃa a la familia de Carla desde hacÃa siete siglos, ¡una pasada!, y cada generación habÃa reformado y decorado la mansión de acuerdo con los cánones de la época, conservando, eso sÃ, multitud de obras de arte de todos los estilos. La biblioteca era increÃble: obras de los griegos clásicos copiadas por monjes del siglo XIII, en francés, griego, alemán antiguo, en inglés, una copia de los viajes de Marco Polo manuscrita, libros de Voltaire, Montesquieu, Rousseau, Giacomo Casanova, Virgilio, ¡incluso la Enciclopedia de Diderot!, me sentà fascinada por todo aquello. Carla volvió alrededor de las dos de la tarde:
-No habréis salido ¿verdad? No conviene que nadie sepa de vuestra existencia hasta que habléis con mi maestro.
-Esta tronca alucina por colores, ¿no?, ¿no estará pasada de vueltas? âme dijo Ricardo al oÃdo âpara mi que le patinan las neuronas.
-Espera, no seas asÃ, a lo mejor nos aclara las ideas, aunque un poquillo tocada del ala sà que está âcontestó LuÃs, que no perdÃa comba de lo que hablábamos.
-Te he oÃdo perfectamente y no estoy pasada de vueltas, hay cosas en el mundo, historias, que nadie se imagina que puedan ocurrir, pero la vida es mucho más complicada de lo que parece; hay otros mundos y dimensiones incomprensibles para la mayorÃa, pero están ahÃ, existen de alguna manera y el estudiarlas y aprehenderlas sólo le está permitido a los iniciados pues, sino es asÃ, la mente de alguien no preparado serÃa incapaz de asimilarlas y le conducirÃa a la locura. Venecia es una ciudad misteriosa, encierra tantos enigmas que toda una vida dedicada a su estudio no podrÃa descubrir.
-Hablas como una masona.
-Tal vez sÃ, ni lo niego ni lo afirmo. Pero eso no tiene importancia. Os voy a contar una historia que en mi familia ha pasado de generación en generación, de la que sólo nosotros somos sus custodios y guardianes, y que nunca hemos relatado a miembros exteriores a ella.
-Entonces, ¿por qué tenemos que conocerla?
-¿Quién de vosotros descubrió la sombra y logró que funcionase?
-Yo âcontestó Ricardo.
-Quizás mantengas una conexión con Venecia debido a que en tu familia existe alguien que procede de aquÃ.
-No.
-Espera⦠¿recuerdas que la abuela nos contaba que su padre era veneciano y estaba iniciado en los secretos de la alquimia? âintervine âtodos decÃan que estaba loca, pero tal vez lo hacÃan para protegernos.
-Dejad de discutir y prestadme atención, mi maestro me ha dado permiso para relataros esta historia singular: remontémonos al siglo XI, los Monte-Ollivellachio llevan cuatro siglos viviendo en Venecia, le han dado a la ciudad valientes soldados, perspicaces comerciantes y estudiosos de la vida y la muerte, de los misterios de la naturaleza, alquimistas se les llamaba en aquellos tiempos. Ãpoca de continuas guerras entre los pequeños estados que nueve siglos más tarde formarÃan el pueblo italiano; las personas se veÃan obligadas muchas veces a llevar una doble vida a causa de las persecuciones tanto polÃticas como religiosas, debido a ello las casas y palacios eran poseedoras de pasadizos y salas secretas que permitÃan al perseguido desaparecer por un tiempo hasta que los ánimos se calmasen. Esta casa tiene varios. Os haré un plano para que comprendáis bien la historia. Vamos a la biblioteca.
-Por favor. ¡¿Queréis no iros por las ramas?! ¿qué tiene que ver esto con vuestra desaparición, me queréis explicar?-inquirió el comisario Soler.