María Acosta - Las Sombras стр 7.

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Era domingo, me tocaba estar de guardia, así que me sorprendió que alguien preguntase por mí, y además una señora con un fuerte acento gallego; la hice pasar a mi despacho, se encontraba en un estado lamentable, descompuesto, le pedí que tomase asiento y dijese qué le ocurría:

-No recuerdo haberla visto nunca señora, ¿quién le dio mi nombre? ¿Quién le habló de mí?

-Una tía suya, una hermana de su madre es amiga mía y cuando supo que iba a Madrid para hacerle una visita a mi ahijado entonces me dijo que tenía un sobrino aquí que era policía y que si necesitaba algo o tenía algún problema viniese a verle –logró decirme, después de haberse tomado su copa.

-¡Ah, se refiere a tía Ángeles! Es verdad, me llamó el sábado por teléfono para contármelo. ¿Qué le ha pasado? ¿Le han robado el equipaje en Norte? Ocurre a menudo pero conozco a los rateros y si es quién pienso le conviene devolvérselo, usted dirá.

-¡No es eso! ¡No es eso! Resulta que él tenía que haberme ido a recoger a la estación, el tren llegó con retraso por lo que no esperaba verlo, como así ocurrió; como tenía su dirección cogí un taxi y le di instrucciones al taxista con el fin de que me llevase por el camino más corto a casa de mi ahijado, él siempre me decía que los taxistas de Madrid son muy vivos y que si pueden dan una vuelta para sacar más dinero al cliente.

-Algunos, no todos; continúe.

-Llegué, toqué el timbre pero nadie contestó, estuve casi una hora esperando a que apareciese pero nada, él sabía que venía, no podía dejarme plantada. Comisario Soler, estoy segura que le ha ocurrido algo, he llamado a los hospitales pero no saben nada; ¿puede usted ayudarme? He pensado que podía estar en alguna de las comisarías pues, aunque es un buen muchacho, viste un poco así…moderno, ¿me entiende?

-Intente explicarse más claramente.

-Él lleva pantalones muy ceñidos y cazadora vaquera, camiseta, y bebe cerveza…bueno, como la mayoría de los jóvenes.

-Entiendo ¿cómo se llama?

-Ricardo García Olavide, vive aquí con su hermana; los dos están estudiando.

-Esto es lo que vamos a hacer, ahora yo me encargaré de enterarme si alguien con esas señas y nombre ha sido detenido en los últimos dos días, tal vez se hayan metido en algún pequeño follón y los encontremos. Espere aquí, enseguida vuelvo.

Miré en el ordenador las detenciones de la semana; están bien estos cacharros, ahorran mucho trabajo, estaba seguro de encontraros en alguna de las redadas que se habían efectuado en la semana, pero no aparecíais por ningún sitio. Volví a la oficina con dos cafés.

-No aparecen, no creo que les haya ocurrido nada, puede que estén con algún amigo.

-¡No! ¡sé que les ha sucedido algo! ¡Estarán muertos en un callejón, apuñalados! ¡Pobre ahijado mío, pobrecito! ¿Qué dirá su madre?

No pudo continuar, comenzó a llorar e hipar, todo el maquillaje se le estaba descomponiendo, paró un momento, parecía que se había tranquilizado pero volvió a la carga, más lloros e hipidos, yo también me estaba poniendo nervioso oyéndola. Abrió su bolso y cogiendo un pañuelo comenzó a retorcerlo mientras lloraba, lloraba; entrecortadamente pidió que le trajesen otra copa de aguardiente, lo hice y ya había decidido pedir una orden de registro para entrar en vuestra casa, así que en cuanto estuvo en mi poder fuimos allí. Encontramos una agenda con direcciones y teléfonos, decidimos utilizarla para localizaros, probablemente alguno de los anotados en ella sabría decirnos dónde encontraros; de esta manera nos enteramos que otras dos personas faltaban de sus casas. Realmente no sabía por dónde iniciar mis investigaciones, lo primero era interrogar a la gente del barrio, sacamos pocas cosas en claro pero comenzamos a rastrear vuestras andanzas por la zona Centro. Al cabo de una semana decidí contarle el hecho a un periodista amigo mío, tal vez alguien supiese dónde buscaros o puede que vosotros mismos leyerais la noticia. Continúa relatando qué ocurrió, ¿dónde os ocultasteis?

-Ricardo tenía razón, debíamos ser prudentes, a casa no podíamos ir, nuestras familias querrían que pusiésemos el caso en manos de la policía, si lo hacíamos posiblemente nuestras vidas corriesen peligro, intentaríamos averiguar primero quiénes eran aquellos hombres, así que a Sofía se le ocurrió una idea…

-A ver qué os parece: las sombras nos trasladan al instante en el espacio, volvemos a utilizarlas para ir a otro sitio.

-Pero no sabemos cómo funcionan realmente, ¿hace falta una figura gemela o el que funcione tan sólo depende de los deseos que tenga quien la utilice? –objetó Ricardo –daos cuenta que hasta ahora sólo tenemos el hecho de que hay una en La Coruña y otra en Madrid, y que, supuestamente, se corresponden pero ¿son las únicas en España?¿hay otras en algún país distinto al nuestro? ¿si las utilizamos erróneamente nos quedaremos colgados en una cuarta dimensión desconocida?

-La solución la próxima semana en CANAL-R –bromeó Sofía.

-No es tan disparatado lo que dice como tú piensas –le defendí.

-Gracias tronca.

-Lo siento, estaba vacilándote, puede que tengas razón, pero entonces ¿qué haremos?.

-¡Ya sé dónde podemos ir! –exclamé –estoy casi segura que sé dónde hay más sombras: en Venecia.

-¿En Venecia?

-Sí, el verano pasado estuve allí una temporada con una amiga de la facultad que es veneciana, había muchas; por todas partes, no supo explicarme su significado aunque hubo algo en su actitud, cuando le pregunté por ello, que me hizo sospechar que era un tema que conocía a fondo pero del que no quería hablar.

-¡Tú alucinas! –replicó Sofía.

-Tengo pruebas, unas fotos que hice a algunas de las sombras, se parecen bastante a la de Chueca; podemos esperar a la noche para ir a casa, tomaremos todas las precauciones posibles por si acaso está vigilada.

No tuvimos ningún contratiempo, tenía razón: eran iguales a las dos que habíamos visto. Tanta casualidad nos escamaba a todos, no era probable que alguien las hubiera pintado solamente para ir de Coruña a Madrid, lógico sería que hubiese más, desde luego si un sitio tenía posibilidades de ser el centro de toda esta historia Venecia contaba con un 99% de ellas. Con fama de ciudad misteriosa desde hace siglos, tenía todo a su favor. Así que volvimos a fundirnos con la sombra y aparecimos en Venecia, la casa de mi amiga estaba cerca del Puente de los Tres Arcos, las ventanas se encontraban iluminadas, golpeé la puerta con un pesado llamador de bronce que tenía forma de garra de león. Pasaron unos minutos antes de que oyésemos pasos acercándose a la puerta, se abrió una trampilla desde donde nos miró una cara asombrada:

-¡Teresa! ¿Qué haces aquí?

-Déjame entrar Carla, tenemos que hablar; ¿puedes alojarnos durante unos días?, tal vez puedas ayudarnos, tenemos un problema tremendo.

-Pasad, pasad –dijo Carla al tiempo que abría la pesada puerta –mis padres están en Austria, yo preferí quedarme, tardarán unos veinte días en volver.

-Vamos a sentarnos y a contarte lo que ocurre.

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