Sus ojos marrones se suavizaron seductoramente en tanto todo su cuerpo se sentÃa como si estuviera quemándose y querÃa sentir tanto de ella como fuera posible. Presionándose más cerca de Kyoko, comenzó a bailar contra ella, moviendo su cuerpo caliente con el suyo como un amante perdido hace mucho tiempo.
Kyoko miró hacia arriba a los ojos de Tasuki y se dio cuenta por primera vez de que eran bonitos copos amatista rociados de orbes chocolate. âHermosoâ¦â era la única palabra que le vino a la mente. Mientras más profundo mirara⦠más le recordaba a Shinbe.
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El humor de Toya no habÃa mejorado desde que fue al dojo de la universidad esperando quemar un poco de vapor. HabÃa decidido que mejor se iba rápidamente cuando estropeó el saco de boxeo de quinientos dólares. No era su culpa que estuviera imaginando el rostro de Kotaro cuando lo golpeaba.
â ¡Chica estúpida! â gruñó. â¿Por qué siempre era tan difÃcil de manejar?â Miró hacia nada en particular pensando en el molesto guardia de seguridad con el que Kyoko habÃa salido.
Aún se sentÃa lÃvido de cuando escuchó la voz de Kotaro en el apartamento de Kyoko más temprano. Nada le hubiese gustado más que arrancar la cabeza del hombre y meterla donde el sol no le alcanzarÃa. Toya siempre tuvo un sexto sentido sobre cosas y sus sentidos le decÃan que Kotaro no era lo que aparentaba ser.
â Un lobo con ropa de oveja va más como él â. Sonrió, luego se sintió ligeramente culpable porque también le escondÃa cosas a Kyoko. Cosas que él no podÃa explicar.
HabÃa aprendido desde pequeño a esconder sus habilidades inusuales de otros, habilidades como fuerza inhumana y velocidad, asà como sus intensificados sentidos del olfato y la vista. El único problema era que venÃan y se iban cuando querÃan. No podÃa evocarlos en un momento y quizás era algo bueno.
Perdido en sus pensamientos, la piel de Toya se erizó al notar al guardia apoyado contra la puerta del edificio de seguridad. âHablando del rey de Romaâ. Toya miró a Kotaro, casi caminando más allá de él y luego se detuvo sobre sus pasos. â ¿Qué demonios estás haciendo aquÃ? â gruñó.
Sin prisa, Kotaro se levantó a su máxima altura y caminó hacia donde la supuesta cita de Kyoko estaba de pie gruñéndole. Mirando alrededor y sin verla por ninguna parte, su comportamiento relajado se tensó y Kotaro perforó a Toya con una mirada furiosa. â ¿Dónde está Kyoko? Pensé que estarÃa contigo esta noche.
Si habÃa algo que Toya odiaba era ser confundido y ahorita no estaba de humor para eso. â Tú estúpido malparido⦠pensé que tenÃa una cita contigo â, le espetó sin pensarlo.
La jaula de Kotaro ahora estaba seriamente agitada. Kyoko le habÃa dicho que iba a salir con Toya y habÃa sido una mentira. â ¡Maldición!
Sin darle una segunda mirada, se fue en dirección al lugar donde vivÃa Kyoko esforzándose contra la necesidad de usar su velocidad antinatural. ¿Por qué le habÃa mentido? Si él hubiese sabido que no estarÃa con el imbécil, la hubiese seguido.
Toya sintió pánico por un momento cuando vio que la preocupación se filtraba a los ojos de su rival y la forma en que se fue a una velocidad vertiginosa no lo hacÃa sentirse mejor. Algo dentro de él confiaba en Kotaro completamente, pero nunca le dirÃa eso.
Sin siquiera pensar lo que estaba haciendo, se fue detrás de Kotaro a ver a dónde iba. Fácilmente alcanzándolo pero dándose cuenta de la velocidad a la que ambos iban, algunas de las sospechas de Toya se confirmaban. Kotaro era más de lo que parecÃa⦠¿tenÃan el mismo ADN o algo? Apretó sus dientes sin gustarle ese pensamiento.
En un minuto, Kotaro estaba golpeando la puerta del apartamento de Kyoko esperando contra todo pronóstico de que realmente estuviera allÃ. Golpeando ambas palmas contra la inocente puerta gritó: â ¡Demonios, Kyoko! ¿Dónde estás? â temor y preocupación se filtraron por cada poro de su ser. â Esto no es bueno â, gruñó.
â ¿Qué no es bueno? â reclamó Toya de pie detrás de Kotaro.
Las vibras que transmitÃa Kotaro hacÃan que el pecho de Toya doliera con su intensidad. Si hubiese sabido que Kyoko no estaba con Kotaro, hubiese venido para estar cerca de ella. Debió haber seguido sus instintos y venir de todas formas. TendrÃa que ponerle una correa a esa chica tarde o temprano.
Kotaro se balanceó habiéndose olvidado de Toya completamente en su prisa de llegar con Kyoko. Ahora teniendo a alguien con quien descargar su ira, se descargó. â ¡Pensé que estaba contigo! â Kotaro tensó su puño y atrajo su rabia dentro de sà antes de ir demasiado lejos. â ¿Y cómo demonios fuiste capaz de mantener el paso? No importa, no respondas eso.
Toya lo miró fijamente, sorprendido de que el guardia de seguridad se diera cuenta, pero que se encogiera de hombros a ello. â Simplemente soy asà de rápido imbécil.
Calmando su lado dominante, Kotaro abrió sus perforadores ojos azul hielo, entrelazándolos con la persona que lo iba a ayudar a encontrar a âsu Kyokoâ. Era suficientemente malo que Toya no hubiese renacido como vampiro para que pudieran simplemente resolverlo a puñetazos, pero ahora Toya estaba recuperando sus habilidades del pasado y no tenÃa idea de por qué. Para colmo, el mejor amigo de Toya era Shinbe y Shinbe no tenÃa idea de su pasado tampoco.
Kotaro golpeó la palma de su mano contra su sien preguntándose por qué carajo confiarÃa en Toya para cuidarla⦠por segunda vez, cuando habÃa fallado la primera. El hecho de que Toya no recordara nada, hacÃa imposible para Kotaro vociferarle. Inhaló profundamente ante la verdad, ambos le habÃan fallado. Sus labios se estrecharon mientras miraba silenciosamente.
Toya lanzó una sonrisa poco entusiasta. â Asà que te mintió y te botó diciendo que iba a salir CONMIGO. ¡Ja! â aunque sabÃa que eso era más o menos lo que ella habÃa hecho con él, no dejarÃa que Kotaro lo supiera.
Kotaro tomó otra respiración profunda tratando de mantener su temperamento bajo control. Era como hablar con un maldito chiquillo. â Esto no es un juego, punk. Chicas han desaparecido de derecha a izquierda del campus y de la ciudad por más de un mes. Ahora, ninguno de los dos sabe dónde está Kyoko â. Kotaro podÃa escuchar el pánico en su propia voz, pero lo ignoró. â ¿Tienes alguna idea de a dónde pudo haberse escapado?
Toya podÃa sentir su pecho destrozarse de preocupación pensando que Kyoko estuviese en peligro. â ¡Maldita sea! â Se volteó hacia la puerta de Suki y comenzó a golpear hasta que escuchó la puerta agrietarse haciendo que aflojara el golpeteo. Sin respuesta.
â ¡Mierda! â Cerca de un estado de pánico, Toya buscó a tientas su celular esperando que Shinbe supiera dónde estaban las chicas. â ¡Sátiro libidinoso, atiende! â gritó al teléfono que aún llamaba. Después del cuatro timbrazo Shinbe finalmente respondió.
â ¡Shinbe! ¿Sabes dónde están Suki y Kyoko? â miró a Kotaro cuando se le acercó como esperando escuchar la respuesta.
En el otro extremo del teléfono, Shinbe sonrió una sonrisa reveladora. â Quizásâ¦