Amy Blankenship - Ángel De Alas Negras стр 8.

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Sin embargo, Kyou no podía sacudirse la sensación de haber sentido la presencia de esta entidad antes. Sin importar qué fuera, Kyou sabía que debía averiguar sus secretos y el motivo por el que estaba allí. Mientras tanto, consintió la idea de mirar fijamente hacia su escondite hasta que se presentara o se fuera.

Darious estaba sentado sobre el amplio alféizar, recostado contra el marco, con una pierna apoyada en posición relajada. Había oído todo, y se había quedado con una extraña sensación de pertenencia que intentaba ignorar. Siempre había trabajado solo contra los demonios, y aquí encontró una habitación repleta de… humanos no era la palabra adecuada para algunos de ellos, si bien pretendían serlo.

Prueba de esto era el hecho de que el hombre sabía dónde estaba, aún sin poder verlo. Sin embargo, la mirada que le dirigía ese hombre era un reto a su naturaleza. Ese hombre de cabellos plateados no era humano…no era un demonio… ¿qué rayos era? Darious frunció un poco el ceño hasta que una poderosa aura recorrió la habitación hacia él. No era amenazante… tan solo expresaba que sabía exactamente adónde se encontraba.

Darious entornó los ojos en dirección al hombre… Kyou, se llamaba. ¿Dónde había escuchado ese nombre antes? Se quedó inmóvil a mitad de su inspiración, y sus ojos oscuros se transformaron en pozos sin fondo. Era imposible.

Al regresar al monasterio, solo para encontrarlo abandonado y descubrir que la estatua había desaparecido, había explorado los túneles que se encontraban debajo de los escombros, y allí encontró los pergaminos perdidos que pertenecían a los guardianes. Fue en esos libros que leyó acerca de Kyou y sus hermanos. Los escritos del monje indicaban que los guardianes rodeaban a su princesa y protegían al mundo de los demonios.

Antes pensaba que los guardianes eran un mito… apenas la esperanza de la humanidad sumada a los funestos vaticinios de los pergaminos. Buscó en su memoria para recordar qué decían realmente los pergaminos, pero ésta lo eludía porque no le había prestado ninguna atención a las fábulas. Había dejado los pergaminos en el mismo lugar en que los encontró, para regresar años más tarde y encontrar que nuevos pergaminos habían sido agregados. Éstos trataban sobre los guardianes.

Una cosa que sí recordaba del nuevo pergamino era que él era mayor que los guardianes, y que éstos habían abandonado el mundo en el mismo momento en que se había roto el sello. Incluso los monjes no entendieron por qué los habían abandonado en sus horas más oscuras.

Ahora habían regresado, y fingían ser humanos… viviendo entre ellos como si pertenecieran, mientras que él debía quedarse afuera en el frío, combatiendo a los demonios como si así tuviera que ser. ¿Qué hacía que los humanos aceptaran a los guardianes mientras a él siempre le habían temido? Los humanos no le habían ofrecido otra cosa que soledad.

Darious se irguió hasta alcanzar toda su altura, y dirigió sus ansias nuevamente más allá de los rígidos muros que lo mantenían atrapado. Si se permitía sentir, solo encontraría dolor… había aprendido esa lección de la forma más dura. Nunca había necesitado a nadie, y no iba a empezar ahora… especialmente, no necesitaba de seres más débiles que él. Sigilosamente le rugió al hombre antes de retirarse, destrozando la ventana al salir.

Kyou se quedó allí con las manos enterradas en los bolsillos de su pantalón, dejando que el viento azotara sus largos cabellos. Arqueó una ceja preguntándose qué habría hecho para enojar a la entidad. No estaba más cerca de averiguar qué era… pero, otra vez, su familiaridad lo obsesionaba. Algo le dijo que no sería la última vez que sus caminos se cruzaran.

Volteando hacia la puerta, esbozó una sonrisa cómplice. Rápidamente la abrió y salió justo a tiempo para ver como todos caían por el umbral.

Habían abandonado la habitación, pero tan pronto como Kyou trabó la puerta tras de sí, ellos se congregaron contra ésta, presionando sus orejas contra la madera barnizada. Les tomó por sorpresa cuando la puerta se abrió abruptamente, haciéndolos caer al piso hacia adelante.

“Supongo que esto significa que tendré que volver a entrenarlos a todos en sus habilidades de interceptación”, afirmó Kyou antes de salir de la habitación. “Y Suki, llama a los obreros para que arreglen la ventana”.

*****

Toya tiraba del cuello de su camisa, gruñendo frustrado. Kyou se había encargado de vestirlo. El atavío se parecía a las porquerías que, según había visto, usaban los vampiros bobos de las películas, y se completaba con un accesorio de encaje con volados alrededor del cuello. Los pantalones solo le llegaban a las rodillas, y usaba medias blancas. ¿Medias? ¿Qué diablos se creía Kyou que era?… ¿un mariposón?

Toya se había rehusado a usar peluca, conformándose con atar su largo cabello en una cola de caballo sobre la nuca, con varios mechones que caían a los costados. La única parte del complejo disfraz que sí le gustaba era la larga capa negra con capucha y forro rojo. Realmente combinaba bien con el resto del atuendo. El otro beneficio era que los ojos de Kyoko se habían iluminado cuando lo vio lucirla.

Sus ojos dorados se suavizaron al verla. Ella lo había llamado el vampiro más sensual que jamás había visto. Su mirada recorrió su cuerpo haciendo la misma apreciación.

Ella llevaba un atuendo igual de elaborado que el suyo, pero al que se había adaptado mucho mejor. Kyou le había elegido un vestido que recordaba a la época colonial. Era una bonita combinación de rojo y negro decorada con una pequeña borla en la parte trasera que, para Toya, parecía balancearse a cada paso que daba. Llevaba una sombrilla negra de raso y un sombrero de copa femenino sobre su cabello rojizo que no cumplía otra función más que ser elegante.

El único problema del atuendo de Kyoko era que era corto adelante… solo le llegaba hasta la mitad del muslo, mientras que la parte trasera era larga y se arrastraba por el suelo. La parte superior del corsé también era de corte bajo, y mostraba más escote de lo que Toya quería que otros vieran…otros excepto él.

Seductora fue la primera palabra que se le vino a la mente, pero no compartió ese cumplido con ella. Solo respondió a sus bromas diciéndole que les presentaría a su primera enamorada a los muchachos del área infantil.

A pesar de que el atuendo revelaba al pervertido que Kyou llevaba adentro, Toya tuvo que admitir que su hermano mostró un impecable estilo al escogerlo. Ninguno de ellos tenía aspecto de monstruo aterrador, de modo que estaban bien para pasearse entre los niños en los festejos. Si Kamui y Amni tenían la información correcta, la bruja iba a raptar a otro niño esa noche.

“¡PROBANDO!”

Kyoko se llevó una mano al costado de la cabeza y pestañó un poco, mientras que Toya dio un gruñido al sentir el dispositivo de escucha en su oreja.

“¡Baja el maldito volumen, desgraciado nerd!”, exclamó Toya en voz alta, esperando que los parlantes de Kamui estallaran.

Kamui rio nerviosamente. “Lo siento, no pude resistirme. Ah y Toya, si quieres seguir desvistiendo a Kyoko con tus ojos, no lo hagas aquí”.

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