Федерико Моччиа - Tres Metros Sobre El Cielo стр 27.

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Step la agarra por la mano, la lleva hacia el. Le acaricia la cara. Están cerca. Step se detiene. Tiembla con la idea. Un pequeño movimiento y quizás ella, frágil sueño de cristal, se destrozaría en miles de pedazos. Entonces le sonríe y la saca de ahí. Secuestrándola de esa confusión, de toda esa gente desencadenada, a esos tipos que se mueven frenéticos, que parecen enloquecer mientras pasan. Step la lleva a través de ese mar de brazos agitándose protegiéndola de empujones humanos, de peligrosos codazos empujados de ritmo, de pasos agitados y se inocente alegría. Más en alto, detrás del vidrio. Alegría y dolor. Pallina mira a Babi desaparecer con el, finalmente coherente y sincera. Maddalena mira a Step desaparecer con ella, culpable solo de no haberla amado y de nunca haberla dejado creerlo. Y mientras ellos dos, frescos de amor, salen a la calle, Maddalena se deja caer sobre el sofá cercano. Desilusionada y de la misma forma que se enamoro, sola. Se mantiene con un vaso vacía entre las manos y algo más difícil de llenar adentro. Ella, simple abono de esa planta que siempre florece sobre la tumba de un amor sepultado. Esa rara planta llamada felicidad.

Bellos y vestidos de jeans, mejor que una publicidad en vivo. Sobre la moto azul oscura como la noche, se confunden en la ciudad, riendo. Hablando de todo y de nada a la vez, sonriéndose en los espejos doblados hacia adentro. Ella apoyada sobre su hombro, se deja llevar así, rozada por el viento y de esa nueva emoción. Avenida Cuatro Fuentes. Plaza Santa Maria Mayor. Esquina a la derecha. Un pequeño club. Un tipo ingles en la puerta reconoce a Step. Lo deja pasar. Babi sonríe. Con el se entra a todos lados. Es su ticket. El ticket para la felicidad. Esta tan feliz que no se acuerda de ordenar una cerveza oscura, ella que odia las claras, al final divide feliz con el un plato de pasta olvidándose la pesadilla de la dieta. Como un río sigue hablándole de todo, se no tener secretos. Le parece inteligente y fuerte, bello y dulce. Y ella que no había dado cuenta antes, estupida y ciega, ella que lo ofendió, áspera y mala. Pero después se disculpa. Solo tenía miedo. Juegan a dardos. Ella alza el tiro al blanco y lo aguanta cerca de su corazón. Si voltea hacia el. Seria un buen resultado, no? El le sonríe. Hace seña de si. Babi lanza divertida otro dardo, pero sus ojos no se dan cuenta que ya había logrado hacer un centro.

De nuevo secuestrada. Vía Cavour. La pirámide. A toda velocidad, saboreando el viento fresco de esa noche a finales de abril. Step mete la tercera y después la cuarta. El semáforo en el cruce se muestra amarillo. Step lo atraviesa. De repente siente un chirrido de frenos. Cauchos que se queman sobre el asfalto. Un Jaguar Sovereign viene de la izquierda a toda velocidad, trata de frenar. Step, agarrado de sorpresa, frena manteniéndose en el medio del cruce. La moto se apaga. Babi lo abraza fuerte. En sus ojos asustados se ven los potentes faros del carro se avecina.

El conductor de la pantera salvaje se revela al freno violento. El carro se detiene. Babi cierra los ojos. Siente el rugido del motor frenando, el perfecto ABS controlar las ruedas, los cauchos presionados por los frenos. Después nada más. Abre los ojos. El Jaguar esta ahí, a pocos centímetros de la moto, inmóvil. Babi da un suspiro de relajo y libera la chaqueta de Step de su apretón asustado.

Step, impasible, mira el conductor del carro.

No deberías correr, pendejo! El tipo, un hombre por sus treinta y cinco años, con los cabellos de corte perfecto, baja la ventanilla eléctrica.

Que has dicho, disculpa muchachito? Step le sonríe bajándose de la moto. Conoce esos tipos. Debe tener a la mujer al lado y no quiere quedar mal. Se acerca al carro. De hecho, a través del vidrio ve las piernas femeninas cerca de el. Bellas manos cruzadas sobre una cartera negra y un vestido elegante. Trata de ver a la mujer en la cara, pero la luz de un poste se refleja sobre el vidrio escondiéndola. Muchachito. Ya veras quien será el muchachito. Step abre la puerta al tipo con educación.

Venga afuera idiota, así escuchas mejor. El hombre de los treinta y cinco años hace por bajar. Step lo agarra por la chaqueta y lo lleva directamente afuera. Lo lanza contra el Jaguar. El puño de Step se alza en el aire listo a golpearlo.

Step, No! Es Babi. La ve de pies cerca de la moto. Su mirada disgustada y preocupada. Los brazos abandonados por la cadera. No lo hagas! Step libera un poco la presión. El tipo se aprovecha rápido. Libre y villano, lo golpea con un puño en la cara. Step va hacia atrás con la cabeza. Pero es un momento. Sorprendido, se lleva la mano a la boca. Su labio sangra. Horrible hijo de Step se lanza encima de el. El tipo lleva sus brazos al frente, baja la cabeza intentando cubrirse, asustado. Step lo agarra por sus cabellos rizos, le lleva la cabeza hacia abajo listo para darle un rodillazo, cuando de repente viene golpeado de nuevo.

Esta vez de una forma diferente, más fuerte, directamente en su corazón.

Un golpe seco. Una simple palabra. Su nombre.

Stefano

La mujer se bajo del carro. La cartera apoyada en el asiento y ella cerca, de pie. Step la mira. Mira la cartera, no la conoce. Quien sabe quien se la habrá regalado. Que pensamiento más extraño. Lentamente abre la mano. El tipo rizado y afortunado se consigue libre. Step se queda mirándola en silencio. Esta bella como siempre. Un débil Hola sale de sus labios. El tipo lo empuja de lado. Step va hacia atrás dejándose llevar. El tipo se monta en su Jaguar y la apura.

Larguemonos, rápido.

Step y la mujer se miran por un último instante. Entre esos ojos similares, una extraña magia, una larga historia de amor y tristeza, sufrimiento y pasado. Después ella se monta en el carro, bella y elegante, igual como apareció. Lo deja ahí, en la calle, con el labio sangriento y el corazón en pedazos. Babi se le acerca. Preocupada por esa única herida que puede ver, le toca ligeramente el labio con la mano. Step se aleja y se monta en silencio en la moto. Espera que ella este detrás para partir con rabia. Corre al frente, acelera bastante. La moto se desliza en la calle, sube rápido por la avenida Lungotevere.

Step, sin hablar, comienza a correr. Y deja detrás los recuerdos lejanos, acelerando. Ciento treinta, ciento cuarenta. Siempre más fuerte. El aire frío le golpea la cara, y ese fresco sufrimiento le da alivio. Ciento cincuenta, ciento sesenta. Aun más fuerte. Pasa rápido entre dos carros cercanos. Casi los toca mientras sus ojos entrecerrados miran alrededor. Imágenes felices de esa mujer le llena su mente confundida. Ciento setenta, ciento ochenta, una dulce cuneta y la moto casi vuela a través de un cruce. Un semáforo da rojo rápidamente. Los carros a su izquierda suenan, frenando apenas partidas. Sumisos a esa moto prepotente, a ese bólido nocturno débilmente iluminado, peligroso y veloz como un proyectil cromado de azul. Ciento ochenta, doscientos. El viento sopla. La calle, borrosa a los bordes, se une en el centro. Otro cruce. Una luz lejana. El verde desaparece. El amarillo que llega. Step se agarra al pequeño botón de la izquierda. Su bocina se alza en la noche. Como el grito de un animal herido que esta yendo al encuentro de la muerte, como la sirena de una ambulancia, chillón como el grito de la herida que lleva adentro. El semáforo cambia de nuevo. Rojo.

Babi comienza a golpearlo en la espalda con los puños. Parate, párame. En el cruce, los carros parten. Un muro de metal de maquinas costosas y coloridas se alzan sonoras frente a ellos. Parate!

Ese ultimo grito, aquel reclamo a la vida. Step parece despertarse de repente. El manubrio del acelerador, libre, regresa a cero. El motor se mantiene debajo de sus pies prepotente. Cuarta, tercera, segunda. Step aprieta fuerte el freno de acero, doblándolo casi. La moto tiembla frenando, mientras la pasajera baja veloz. Las ruedas dejan dos marcas derechas y profundas en el asfalto. Un olor de quemado sale de los pistones humeantes. Los carros desfilan tranquilos a pocos centímetros de la rueda delantera de la moto. No se dieron cuenta de nada. Solo Step se acuerda de ella, de Babi. Se asusto. La ve ahí, apoyada a un muro en el borde de la calle.

Sollozos cortos le salen del pecho, no contenidos como las pequeñas lágrimas que riegan su pálida cara. Step no sabe que haces. Parado de pie, frente a ella, con los brazos abiertos, miedoso de tocarla, asustado por la idea que esos pequeños nerviosos sollozos solo con su simple toque se transformen en un llanto desenfrenado. Decide intentar de igual forma. Pero la reacción es inesperada. Babi le aleja con fuerza la mano, sus palabras salen casi gritando, cortadas por el llanto.

Porque? Porque te pusiste así? Estas loco? Te parece bien ponerse a correr de ese modo? Step no sabe que responderle. Mira sus ojos húmedos y grandes, mojados de lágrimas.

Como puede explicarle? Como puede decirle lo que esta detrás de todo?

Su corazón queda apretado en una confusión silenciosa. Babi lo mira. Sus ojos azules, sufrientes e interrogativos, buscan en el una respuesta. No puedo, parece repetirse a si mismo. No puedo. Babi respira fuerte y casi retomando fuerza ataca de nuevo.

Quien era esa mujer? Porque cambiaste así de repente? Step me lo debes decir. Que paso entre ustedes?

Y esa ultima frase, ese gran error, esa equivocación imposible parece golpearlo de lleno. En un momento todas sus defensas desaparecen. Su guardia constante y fuerte, entrenada en silencio día tras día, se baja repentinamente. Su corazón se deja llevar, por la primera vez tranquilo. Sonríe a esa chica ingenua.

Quieres saber quien es esa mujer?

Babi asienta.

Es mi madre.

Apenas dos años antes.

Step, encerrado en su cuarto, trata mientras camina, de repetir la lección de química. Se apoya con las manos en la mesa. Hojea el cuaderno con los apuntes. Nada que hacer. Esas formulas no quieren entrarle en la cabeza.

De repente, del último piso del edificio de enfrente, el cantante Battisti suena alto y fuerte Me vienes a la mente, bella como eres Afortunado el, a mi no me viene nada a la mente y odio la química. Después, viendo que quieren poner todo el CD, se levanta y abre la ventana.

Hey, podrías bajarle?!

Lentamente la música baja de volumen. Estos inútiles. Step regresa a sentarse y se concentra de nuevo en química.

Stefano Step se voltea. Su madre esta ahí frente a el. Viste una camisa marrón con diseños extraños, claros y dorados. Debajo, una falda vinotinto le cubre las esplendidas piernas envueltas en medias pantis que desaparecen en un par de elegantes zapatos marrón oscuro. Estoy saliendo, quieres algo?

No gracias, mama.

Esta bien, nos vemos esta noche. Si llama tu papa le dices que debí salir para llevarle los papeles que el sabe al agente.

Esta bien.

Su madre se le acerca y le da un suave beso en la mejilla. De mechones de su largo cabello negro sale una caricia de perfume. Step piensa que quizás se echo mucho. Decide no decírselo. Después, mirándola salir entiende que hizo bien. Es perfecta. Su madre no puede equivocarse. Ni siquiera poniéndose el perfume. Debajo del brazo tenia la cartera que le regalaron el y su hermano. Paolo puso casi todo el dinero, pero fue el quien la eligió, en ese negocio en la vía Cola de Rienzo donde tantas veces ha visto a su mama detenerse indecisa.

Eres un verdadero conocedor le susurro ella a su oído poniéndosela bajo el brazo y, caminando feliz, ha hecho una especie de desfile. Bueno, como me queda?

Todos dan respuestas divertidas. Pero ella de verdad quería escuchar solo la opinión del verdadero conocedor.

Estas bellísima, mama.

Step regresa a su cuarto. Siente la puerta de la cocina cerrarse. Cuando fue que le regalaron esa cartera? Por navidad o su cumpleaños? Decide que en ese momento es mejor recordar las formulas de química.

Más tarde. Casi las siete. Le faltan tres páginas para terminar de repasar. Después sucede. Battisti regresa a cantar. De la ventana entrecerrada del ultimo piso del edificio de frente. Más fuerte que antes. Insistente. Provocante. Sin respeto por nada ni nadie. Por el que estudia, por el que no puede ir al gimnasio. Esto es mucho.

Step agarra las llaves de la casa y sale corriendo batiendo la puerta a sus espaldas. Atraviesa la calle y entra en el portón del piso de enfrente. El ascensor esta ocupado. Sube por las escaleras saltando dos escalones a la vez. Basta, no puede más. No tiene nada contra Battisti, sin embargo. Pero tenerlo de ese modo. Llega al último piso. Justo en ese momento el ascensor se abre. Sale un mensajero con un paquete cerrado en la mano. Es más rápido que Step. Revisa el apellido en la tarjeta de la puerta y suena. Step recupera la respiración al lado de el. El mensaje lo mira curioso. Step le devuelve la mirada sonriendo, después mira el paquete que tiene en la mano. Encima tiene la escritura Antonini. Deben ser las famosas tartas. Ellos también las compran, cada domingo. Tienen de todo tipo. Con salmón, con caviar, con frutos de mar. Su madre se vuelve loca por ellos.

Quien es?

Antonini. Son las tartas que ordeno, señor.

Step sonríe a si mismo. Lo adivino, quizás aquel para disculparse le ofrecería una. La puerta se abre. Aparece un muchacho de treinta años. Tiene una camisa abotonada a la mitad y debajo solamente un bóxer. El mensajero hace para darle el paquete pero cuando el muchacho ve a Step se lanza contra la puerta tratando de cerrarla. Step no entiende, pero instintivamente va hacia delante. Pone el pie en medio a la puerta parándola. El mensajero va hacia atrás para tener en equilibrio el empaque de cartón. Mientras Step esta ahí, con la cara apoyada contra la fría madera oscura, a través de la abertura de la puerta, la ve. Esta puesta sobre un sofá. De repente recuerda. Esa cartera, el y su hermano, se la regalaron en navidad. Esa rabia y desesperación, las ganas de no estar ahí, de no creer sus propios ojos, multiplican su fuerza. Lanza la puerta haciéndolo caer al suelo. Entra en la sala como una furia. Y sus ojos quisieran haber estado ciegos para nunca haber visto todo lo que tenía al frente. La puerta del cuarto de dormir esta abierta. Ahí, entre las sabanas desordenadas, con una cara diferente, irreconocible a el que la ha visto miles de veces, esta ella. Se esta prendiendo un cigarrillo con aire inocente. Sus ojos se encuentran, y en un momento algo se rompe, se apaga por siempre. Y también ese último cordón umbilical de amor viene roto y los dos, mirándose, gritan en silencio, llorando en el interior. Después el se aleja mientras ella se queda ahí, en la cama, sin hablar, consumiéndose como ese cigarrillo que apenas prendió. Quemándose de amor por el, de odio por si misma, por el otro, por esa situación. Step va lentamente hacia la puerta, se detiene. Ve al mensajero afuera, cerca del ascensor, con las tartas en la mano mirándolo en silencio. De repente siente una mano en su hombro. Escucha Es ese muchacho. Que debe escuchar. No siente mas nada. Ríe. El muchacho no entiende. Se queda mirándolo estupefacto. Después Step lo golpea con un puño en plena cara. Justo en ese momento, las palabras de Battisti, inocente culpable de ese descubrimiento, hacen eco en el piso o quizás vienen solo en la mente a Step Disculpame si puedes, señor pido disculpa también a ella Pero de que me debo disculpar?

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