Otra flecha atravesó el aire, después otra y otra. Ni él ni Strom se agacharon, los dos estaban de pie sin miedo, manteniéndose firmes.
Erec echó un vistazo y divisó formas en la oscuridad, vio que los soldados del Imperio estaban apuntando, poniéndose en fila, disparando hileras de flechas y sabía que esto iba a salir mal. Todavía les quedaban casi cien metros hasta llegar al sitio.
“¡Escudos!” exclamó Erec. “¡Juntaos! ¡Manteneos cerca! ¡Hombre a hombre!”
Los hombres de Erec obedecieron, tomaron posiciones, levantaron los escudos y Erec, satisfecho, hizo lo mismo, arrodillándose al lado de Strom y de los demás y sujetando su escudo por encima de su cabeza.
Erec sintió tres flechas que impactaron dando tres rápidos golpes secos, cuyas vibraciones hicieron temblar su brazo.