Блейк Пирс - Una Vez Atraído стр 8.

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“¿Cuánto tiempo duró su matrimonio?”, preguntó Riley.

“Nueve años. Debimos haberlo terminado mucho antes. Yo debí haberlo terminado. Seguía pensando que podía rescatar a Phoebe. Fue una idea estúpida. Crystal nació cuando Phoebe tenía veintiún años y yo tenía veintidós, era estudiante en la escuela de chef. Éramos demasiado pobres y demasiado inmaduros. Nuestro próximo bebé nació muerto, y Phoebe nunca lo superó. Se volvió casi completamente alcohólica. Se volvió abusiva”.

La mirada de Blaine estaba lejana. Riley sentía que estaba reviviendo recuerdos amargos de los que no quería hablar.

“Cuando llegó April, estaba en entrenamiento para ser agente del FBI”, dijo. “Ryan quería que renunciara a ello, pero yo no quería. Estaba empecinado en convertirse en un abogado exitoso. Bueno, ambos tenemos la carrera que queríamos. Simplemente no teníamos nada en común como para seguir juntos. No pudimos sentar las bases para un matrimonio”.

Riley se quedó callada bajo la mirada compasiva de Blaine. Se sentía aliviada de poder hablar con otro adulto sobre todo esto. Estaba empezando a darse cuenta de que era casi imposible sentirse incómoda alrededor de Blaine. Sentía como si pudiera hablar con él sobre cualquier cosa.

“Blaine, estoy desgarrada ahora mismo”, dijo. “Realmente me necesitan en un caso importante. Pero las cosas están tan mal en casa. Siento que no estoy pasando suficiente tiempo con April”.

Blaine sonrió.

“Ah, sí. El viejo dilema del trabajo versus la familia. Lo conozco bien. Créeme, ser el dueño de un restaurante ocupa bastante de mi tiempo. Dedicarle tiempo a Crystal es un reto”.

Riley miró los ojos azules de Blaine.

“¿Cómo encontraste un equilibrio?”, preguntó.

Blaine se encogió de hombros.

“No lo encontré”, dijo. “No hay suficiente tiempo para todo. Pero no tiene sentido castigarte por no ser capaz de hacer lo imposible. Créeme, renunciar a tu carrera no es una solución. Phoebe trató de ser ama de casa. Eso fue parte de lo que la volvió loca. Solo tienes que aceptarlo”.

Riley sonrió. Le parecía una idea maravillosa, aceptarlo y ya. Tal vez ella podría hacerlo. Realmente parecía posible.

Ella tomó la mano de Blaine y la apretó. Riley sentía una tensión deliciosa entre ellos. Por un momento, pensó que tal vez podría quedarse con Blaine por un rato, ahora que sus hijas estaban ocupadas en otra parte. Tal vez ella podría...

Pero aún cuando los pensamientos comenzaron a formarse en su mente, sintió que se estaba alejando de él. No estaba lista para actuar en estas nuevas sensaciones.

Alejó su mano suavemente.

“Gracias”, dijo. “Mejor me voy. Quizás April ya llegó a casa”.

Se despidió de Blaine. Tan pronto como caminó por la puerta, su teléfono vibró. Era un mensaje de texto de April.

“Acabo de recibir tu mensaje de texto. Lamento haber actuado así. Estoy en la cafetería. Regresaré pronto”.

Riley suspiró. Simplemente no tenía ni idea qué responder. Parecía mejor no responder en absoluto. Ella y April tendrían una conversación seria más tarde.

Riley acababa de entrar en su casa cuando su teléfono vibró de nuevo. Era una llamada de Ryan. Su ex era la última persona con la que quería hablar en estos momentos. Pero sabía que seguiría dejando mensajes si no hablaba con él ahora. Aceptó la llamada.

“¿Qué quieres, Ryan?”, preguntó bruscamente.

“¿Este es un mal momento?”.

Riley quería decirle que ningún momento era bueno. Pero se guardó ese pensamiento.

“No, supongo”, dijo.

“Estaba pensando en ir a visitarlas”, dijo. “Quisiera hablar con ambas”.

Riley sofocó un gemido. “Preferiría que no hicieras eso”.

“Pensé que dijiste que este no era un mal momento”.

Riley no respondió. Este era típico Ryan, torciendo sus palabras para tratar de manipularla.

“¿Cómo está April?”, preguntó Ryan.

Casi resopló de risa. Sabía que solo estaba tratando de entablar una conversación.

“Qué amable de tu parte preguntarlo”, dijo Riley sarcásticamente. “Ella está bien”.

Obviamente era una mentira. Pero incorporar a Ryan era lo que menos ayudaría a mejorar las cosas.

“Mira, Riley....”, dijo Ryan. “He cometido muchos errores”.

“No me digas”, pensó Riley. Se quedó callada.

Después de unos minutos, Ryan dijo: “Las cosas no han estado muy bien últimamente”.

Riley siguió guardando silencio.

“Bueno, solo quería asegurarme de que April y tú estuvieran bien”.

Riley apenas podía creer su descaro.

“Estamos bien. ¿Por qué lo preguntas? ¿Se te fue una de tus novias, Ryan? ¿O las cosas van mal en la oficina?”.

“Estás siendo muy duro conmigo, Riley”.

Para ella, estaba siendo lo más amable posible. Ella entendía la situación. Ryan debía sentirse solo ahora misma. La mujer de mundo que se había mudado con él después del divorcio debió haberse ido, o alguna nueva aventura se habría acabado.

Sabía que Ryan no soportaba estar solo. Siempre regresaría a Riley y April como último recurso. Si ella lo dejaba volver, solo duraría hasta que otra mujer llamara su atención.

Riley dijo: “Creo que deberías arreglar las cosas con tu última novia. O con la anterior. Ni siquiera sé con cuántas has estado desde que nos divorciamos. ¿Con cuántas, Ryan?”.

Oyó un leve jadeo en el teléfono. Riley sin duda había tenido razón.

“Ryan, la verdad es que no es un buen momento”.

Era la verdad. Acababa de tener una visita agradable con un hombre que le gustaba. ¿Por qué estropearlo ahora?

“¿Cuándo será un buen momento?”, preguntó Ryan.

“No lo sé”, dijo Riley. “Te lo haré saber. Adiós”.

Finalizó la llamada. Había estado caminando de un lado a otro desde que había comenzado a hablar con Ryan. Se sentó y respiró profundamente para calmarse.

Le envió un mensaje de texto a April.

“Es mejor que llegues a casa ahora mismo”.

Recibió una respuesta unos segundos después.

“Está bien. Voy en camino. Lo siento, mamá”.

Riley suspiró. April sonaba bien ahora. Probablemente lo estaría por un rato. Pero algo no estaba bien.

¿Qué estaba pasando con ella?

CAPÍTULO CINCO

En su guarida poco iluminada, Diablito caminó frenéticamente de un lado a otro entre los cientos de relojes, tratando de alistar todo. Faltaban solo unos minutos para la medianoche.

“¡Arregla el que tiene el caballo!”, gritó el abuelo. “¡Tiene un atraso de un minuto!”.

“Voy a eso”, dijo Diablito.

Diablito sabía que sería castigado de todos modos, pero sería especialmente horrible si no lograba alistar todo a tiempo. Ahora tenía las manos llenas con otros relojes.

Arregló el reloj con las flores metálicas que tenía cinco minutos de retraso. Entonces abrió un reloj de pie y movió la manecilla de minuto solo un poco a la derecha.

Revisó el gran reloj con cuernos de venado. Se atrasaba a menudo, pero se veía bien ahora. Finalmente fue capaz de arreglar el reloj con el caballo. Tenía siete minutos de retraso.

“Qué más”, se quejó el abuelo. “Ya sabes qué hacer ahora”.

Diablito obedientemente fue a la mesa y cogió el látigo. Era un gato de nueve colas, y el abuelo había comenzado a golpearlo con él cuando era demasiado joven.

Caminó hacia el final de la guarida que estaba separada por una alambrada. Detrás de la cerca estaban las cuatro cautivas, sin muebles excepto las literas de madera sin colchones. Había un armario detrás de ellas que servía de baño. El hedor había dejado de molestar a Diablito hace un tiempo.

La mujer irlandesa que había secuestrado hace un par de noches lo miraba atentamente. Después de su larga dieta de migas y agua, las otras estaban debilitadas y desgastadas. Dos de ellas rara vez hacían otra cosa que llorar y gemir. La cuarta solo estaba sentada en el piso cerca de la valla, encogida y cadavérica. Ella no hacía ruido en absoluto. Apenas parecía estar viva.

Diablito abrió la puerta de la jaula. La mujer irlandesa saltó hacia adelante, tratando de escapar. Diablito atacó su rostro ferozmente con el látigo. Ella se echó para atrás. Azotó su espalda una y otra vez. Sabía por experiencia que le dolería bastante, incluso a través de su blusa rota, especialmente sobre las ronchas y los cortes que ya le había causado.

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