Y April estaba resultando ser una hermana mayor perfecta. Estaba recuperándose bien de los traumas que había enfrentado.
A veces, cuando miraba a April, Riley sentía que estaba mirándose en un espejo, un espejo que mostraba su propio ser adolescente. April tenía los ojos color avellana y el pelo oscuro de Riley, aunque obviamente no tenía las canas que estaban empezando a cubrir el pelo de su madre.
Riley sintió un momento de tranquilidad.
“Tal vez estoy haciendo un buen trabajo como madre”, pensó.
Sin embargo, esa tranquilidad se desvaneció rápidamente.
El misterioso ‘Asesino de la caja de fósforos’ seguía al acecho en su mente.
*
Después de la cena, Riley subió a su habitación y oficina. Ella se sentó en su computadora y respiró profundamente, tratando de relajarse. Pero la tarea que le esperaba era un poco desconcertante.
Parecía ridículo que se estuviera sintiendo así. Después de todo, había cazado y luchado contra decenas de asesinos peligrosos a lo largo de los años. Su propia vida había sido amenazada más veces de las que podía contar.
“Hablar con mi hermana no debería afectarme tanto”, pensó.
Pero no había visto a Wendy en... ¿Cuántos años habían pasado?
La última vez que vio a su hermana fue de niña. Sin embargo, Wendy se había comunicado con ella después de la muerte de su padre. Habían hablado por teléfono, analizando la posibilidad de reunirse en persona. Pero Wendy vivía muy lejos en Des Moines, Iowa, y aún no habían podido finiquitar todo. Finalmente habían acordado hacer una videollamada a esta hora.
Para prepararse, Riley miró una foto enmarcada que estaba sobre su escritorio. La había encontrado entre las pertenencias de su padre después de su muerte. Era una foto de Riley, Wendy y su madre. Allí Riley tenía unos cuatro años, y Wendy era una adolescente.
Las niñas y su madre se veían felices.
Riley no recordaba cuándo o dónde había sido tomada esa foto.
Y tampoco podía recordar un momento en el que su familia había sido feliz.
Sus manos frías y temblorosas, tecleó la dirección de video de Wendy.
La mujer que apareció en la pantalla podría haber sido una perfecta desconocida.
“Hola, Wendy”, dijo Riley con timidez.
“Hola”, respondió Wendy.
Se quedaron mirándose en silencio durante unos momentos incómodos.
Riley sabía que Wendy tenía cincuenta años, era diez años mayor que ella. Se veía bastante bien para su edad. Era un poco corpulenta y se veía totalmente convencional. Su cabello no parecía estar canoso como el de Riley. Pero Riley dudaba de que esa fuera su color natural.
Riley miró la foto y luego volvió a mirar a Wendy. Su hermana se parecía un poco a su madre. Riley sabía que ella se parecía más a su padre. No estaba muy orgullosa de la semejanza.
“Bueno”, dijo Wendy para romper el silencio. “¿Qué has hecho... estas últimas décadas?”.
Riley y Wendy se echaron a reír. Incluso su risa se sentía tensa e incómoda.
Wendy preguntó: “¿Estás casada?”.
Riley suspiró en voz alta. ¿Cómo podía explicar lo que estaba pasando entre ella y Ryan cuando ni siquiera ella lo entendía?
Dijo: “Bueno, como dicen los chicos estos días: ‘Es complicado’. Y realmente lo es”.
Se echaron a reír nerviosamente de nuevo.
“¿Y tú?”, preguntó Riley.
Wendy parecía estar empezando a relajarse un poco.
“Loren y yo estamos a punto de cumplir veinticinco años de matrimonio. Los dos somos farmacéuticos, y somos dueños de nuestra propia farmacia. Loren la heredó de su padre. Tenemos tres hijos. El menor, Barton, está en la universidad. Thora y Parish están casados ya. Supongo que Loren y yo somos unos padres típicos con sus hijos ya crecidos”.
Riley sintió una extraña punzada de melancolía.
La vida de Wendy no había sido nada como la de ella. De hecho, la vida de Wendy aparentemente había sido completamente normal.
Justo como lo había hecho con April durante la cena, volvió a sentir ganas de mirarse en el espejo.
Excepto que este espejo no era el de su pasado.
Era el de una persona en la que alguna vez pudo haberse convertido, pero que ahora jamás podría ser.
“¿Y tú?”, preguntó Wendy. “¿Tienes hijos?”.
Una vez más, Riley se sintió tentada a decir...
“Es complicado”.
En vez, dijo: “Dos. Tengo una de quince años, April. Y estoy en el proceso de adoptar a otra. Se llama Jilly y tiene trece años”.
“¡Adopción! Más personas deberían hacer eso. Bien por ti”.
Riley no sentía que merecía ser felicitada. Quizás se sentiría mejor si pudiera estar segura de que Jilly crecería en una familia con dos padres. En este momento, eso estaba en veremos. Pero Riley decidió no hablar de todo eso con Wendy.
En cambio, había ciertas cosas de las que necesitaba hablar con su hermana.
Y temía que podría ser incómodo.
“Wendy, sabes que papá me dejó su cabaña en su testamento”, dijo.
Wendy asintió.
“Yo sé”, dijo. “Me enviaste unas fotos. Parece un lugar agradable”.
Las palabras eran un poco discordantes...
“… un lugar agradable”.
Riley había estado allí varias veces, más recientemente después de la muerte de su padre. Pero sus recuerdos del lugar no eran nada agradables. Su padre la compró cuando se retiró como coronel de la marina. Riley la recordaba como la casa de un anciano solo y malo que odiaba a casi todo el mundo, y un hombre al que casi todo el mundo odiaba también. La última vez que Riley lo vio realmente se entraron a golpes.
“Creo que fue un error”, dijo.
“¿Que fue un error?”.
“Dejarme la cabaña a mí. Fue un error de su parte. Debió habértela dejado a ti”.
Wendy se veía realmente sorprendida.
“¿Por qué?”, preguntó.
Riley sintió todo tipo de emociones desagradables brotando en su interior. Se aclaró la garganta.
“Porque estuviste con él al final, cuando estuvo en cuidados paliativos. Tú lo cuidaste. Incluso te encargaste de todo después de su funeral, y de todas las cosas legales. Yo no estuve allí. Yo…”.
Casi se atragantó con sus siguientes palabras.
“No creo que podría haber hecho eso. Las cosas no estaban bien entre nosotros”.
Wendy sonrió con tristeza.
“Las cosas no estaban bien entre él y yo tampoco”.
Riley sabía que era verdad. Pobre Wendy. Papá la había golpeado mucho, y ella huyó de casa para siempre a los quince años. Y, sin embargo, Wendy tuvo la decencia de cuidar de papá al final.
Riley no lo hizo, y no podía evitar sentirse culpable por ello.
Riley dijo: “No sé cuánto vale la cabaña. Debe valer algo. Quiero que la tengas”.
Los ojos de Wendy se abrieron. Se veía alarmada.
“No”, dijo ella.
La brusquedad de su respuesta sorprendió a Riley.
“¿Por qué no?”, preguntó Riley.
“Simplemente no puedo. Yo no la quiero. Más bien quiero olvidarlo por completo”.
Riley sabía exactamente cómo se sentía porque ella se sentía igual.
Wendy agregó: “Véndela y guarda el dinero. Quiero que lo hagas”.
Riley no sabía qué decir.
Afortunadamente, Wendy cambió de tema.
“Antes de morir, papá me dijo que eras una agente de la UAC. ¿Cuánto tiempo llevas allí?”.
“Unos veinte años”, dijo Riley.
“Creo que papá estaba orgulloso de ti”.
Riley dejó escapar una risa amarga.
“No, no lo estaba”, dijo.
“¿Cómo lo sabes?”.
“Me lo hizo saber. Tenía su propia forma de comunicar ese tipo de cosas”.
Wendy suspiró.
“Supongo que tienes razón”, dijo Wendy.
Un incómodo silencio cayó entre ellas. Riley se preguntó de qué debían hablar. Después de todo, llevaban muchos años sin hacerlo. ¿Deberían intentar encontrar la forma de reunirse en persona de nuevo? Riley no podía imaginar viajar a Des Moines solo para ver a esta extraña llamada Wendy. Y estaba segura de que Wendy sentía lo mismo acerca de ir a Fredericksburg.
Después de todo, ¿qué podrían tener en común?
En ese momento, el teléfono de escritorio de Riley sonó. Se sintió agradecida por la interrupción.
“Debo contestar”, dijo Riley.
“Entiendo”, dijo Wendy. “Gracias por ponerte en contacto”.