“Olvídate de tratar de arreglar las cosas con tu esposa. No es posible”.
Hatcher había estado en lo correcto, y Bill ahora estaba en pleno divorcio.
Al final de la misma visita, le había dicho algo a Riley que todavía la atormentaba.
“Deja de oponerte”.
Aún no entendía qué era lo que Hatcher había querido decirle con eso. Pero sintió un temor inexplicable de que algún día lo descubriría.
*
Bill se estacionó junto a una enorme pila de nieve arada afuera de la casa de Kelsey Sprigge en Searcy. Riley vio una patrulla estacionada cerca. Adentro estaban unos policías uniformados. Pero dos policías en una patrulla no le inspiraban mucha confianza. El criminal violento y brillante que se había fugado de Sing Sing podría vencerlos sin mucho esfuerzo.
Bill y Riley se bajaron del carro y les mostraron sus placas a los policías. Luego caminaron por la acera hacia la casa. Era una casa tradicional de dos pisos con un techo práctico y un porche cerrado, y estaba cubierta con luces navideñas. Riley tocó el timbre.
Una mujer contestó la puerta con una sonrisa encantadora. Ella estaba en forma y llevaba un traje para correr. Su expresión era brillante y alegre.
“Ustedes deben ser los agentes Jeffreys y Paige”, dijo. “Yo soy Kelsey Sprigge. Pasen. Hay mucho frío afuera”.
Kelsey Sprigge condujo a Riley y a Bill a una sala de estar acogedora con un fuego crepitante.
“¿Quieren algo de tomar?”, preguntó. “Obviamente están de servicio. Les serviré café”.
Ella entró en la cocina y Bill y Riley se sentaron. Riley miró sus alrededores y observó las decoraciones navideñas y las decenas de fotografías enmarcadas que colgaban de las paredes y que adornaban los muebles. Eran fotos de Kelsey Sprigge en distintos momentos de su vida adulta, con hijos y nietos alrededor de ella. En muchas de las fotografías, un hombre sonriente estaba parado a su lado.
Riley recordó que Flores había dicho que era viuda. Por lo que veía en las fotos, supuso que había sido un matrimonio largo y feliz. De alguna manera, Kelsey Sprigge había triunfado en un aspecto de su vida en el que Riley siempre había fallado. Había tenido una gran vida familiar durante su carrera en el FBI.
Riley quería preguntarle cómo había logrado eso, pero este obviamente no era el momento para hacerlo.
La mujer volvió rápidamente con una bandeja con dos tazas de café, crema y azúcar, y, para sorpresa de Riley, un whisky con hielo para sí misma.
Kelsey asombraba a Riley. Para una mujer de setenta años, estaba muy llena de vida y era más fuerte que la mayoría de las mujeres que había conocido. De alguna manera, Riley sentía que esta era una vista preliminar de la mujer en la que podría convertirse en el futuro.
“Listo”, dijo Kelsey, sentándose y sonriendo. “Ojalá nuestro clima fuera más acogedor”.
Su hospitalidad sorprendió a Riley. Dadas las circunstancias, le parecía que la mujer debía estar realmente alarmada.
“Sra. Sprigge”, comenzó Bill.
“Kelsey, por favor”, interrumpió la mujer. “Y sé por qué están aquí. Están preocupados de que Shane Hatcher venga por mí y de que sea su primer blanco. Creen que quiere asesinarme”.
Riley y Bill se miraron, no sabían qué decir.
“Y, por supuesto, por eso es que los policías están afuera”, dijo Kelsey, aún sonriendo dulcemente. “Les pedí que pasaran un rato a calentarse, pero no quisieron hacerlo. ¡Ni siquiera me dejaron salir para mi trote vespertino! Es una pena, me encantaría salir a correr en este clima. Bueno, no me preocupa ser asesinada, y no creo que ustedes deban preocuparse tampoco. Realmente no creo que Shane Hatcher tenga la intención de hacer tal cosa”.
Riley casi dijo: “¿Por qué no?”.
Por el contrario, dijo con cautela: “Kelsey, tú lo capturaste. Lo hiciste comparecer ante la justicia. Estaba en prisión por ti. Es posible que eres la única razón por la cual se fugó”.
Kelsey se quedó callada por un momento. Estaba mirando la pistola en la funda de Riley.
“¿Qué arma llevas, querida?”, preguntó.
“Una Glock calibre 40”, dijo Riley.
“¡Genial!”, dijo Kelsey. “¿Puedo echarle un vistazo?”.
Riley le entregó su arma a Kelsey. Ella sacó el barrilete y examinó la pistola. La manejó como una experta.
“Las Glocks llegaron un poco tarde para mí”, dijo. “Sin embargo, me gustan bastante. La estructura de polímero se siente bien, es muy ligera y muy equilibrada”.
Volvió a colocar el barrilete en su lugar y le devolvió el arma a Riley. Luego caminó hacia un escritorio. Sacó su propia pistola semiautomática.
“Derribé a Shane Hatcher con esta bebé”, dijo ella, sonriendo. Le entregó el arma a Riley, y luego volvió a tomar asiento. “Smith y Wesson, modelo 459. Lo herí y lo desarmé. Mi compañero quería matarlo como venganza por el policía que había asesinado. Yo no se lo permití. Le dije que si él mataba a Hatcher, habría más de un cadáver que enterrar”.
Kelsey se ruborizó un poco.
“Ay, Dios”, dijo. “No quiero que nadie sepa eso. Por favor no se lo digan a nadie”.
Riley le devolvió el arma.
“De todos modos, sabía que contaba con la aprobación de Hatcher”, dijo Kelsey. “Sabes, él tenía un código estricto, incluso como pandillero. Sabía que solo estaba haciendo mi trabajo. Creo que respetaba eso. Y también estaba agradecido. De todos modos, nunca demostró ningún interés en mí. Incluso le escribí unas cartas, pero él nunca las respondió. Probablemente ni siquiera recuerda mi nombre. Estoy casi cien por ciento segura de que no quiere matarme”.
Kelsey miró a Riley con interés.
“Pero Riley… ¿Puedo llamarte Riley? Me dijiste por teléfono que lo habías visitado, que habías llegado a conocerlo. Debe ser fascinante”.
Riley creyó detectar un poco de envidia en la voz de la mujer.
Kelsey se levantó de su silla.
“Disculpen que hable tanto. ¡Sé que tienen que ir a atrapar a un criminal! Y quién sabe lo que pueda estar haciendo, incluso en este mismo momento. Tengo información que podría ayudarlos. Vengan, les mostraré todo lo que tengo”.
Guio a Riley y a Bill por un pasillo, hasta la puerta de un sótano. Los nervios de Riley se pusieron de punta.
“¿Por qué tiene que ser en un sótano?”, pensó.
Riley había albergado una fobia leve pero irracional a los sótanos desde hace algún tiempo, vestigios del TEPT de haber estado cautiva en el sótano de poca altura húmedo de Peterson, y por haber acabado con un asesino diferente en un sótano oscuro hace poco.
Riley no vio nada siniestro cuando siguieron a Kelsey por las escaleras. El sótano había sido convertido en una sala de juegos. En una esquina había un área de oficina bien iluminada con un escritorio lleno de carpetas manila, un tablón de anuncios con fotografías viejas y recortes de periódicos y un par de cajoneras.
“Aquí tienen todo lo que quieren saber de ‘Shane de las Cadenas’ y su carrera y su derrota”, dijo Kelsey. “Adelante. No duden en preguntarme cualquier cosa que se les venga a la mente”.
Riley y Bill empezaron a ojear carpetas. Riley se sentía sorprendida y emocionada. Era un corpus informativo enorme y fascinante y gran parte de toda esta información jamás había sido escaneada para la base de datos del FBI. La carpeta que estaba ojeando estaba abarrotada de artículos aparentemente insignificantes, como servilletas de restaurantes con notas manuscritas y bocetos relacionados con el caso.
Abrió otra carpeta que tenía informes fotocopiados y otros documentos. Darse cuenta que Kelsey seguramente no debía haber copiado o guardado estas cosas hizo a Riley sonreír. Los originales seguramente habían sido destrozados después de haber sido escaneados.
“Supongo que se están preguntando por qué simplemente no puedo dejar ir este caso”, comentó Kelsey mientras Bill y Riley escudriñaban todos los materiales. “A veces hasta yo misma me lo pregunto”.