Блейк Пирс - Una Vez Cazado стр 8.

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“¿Qué información tenemos sobre el policía que Hatcher mató?”, preguntó Bill.

Flores colocó unas fotos de un policía.

“Este era el oficial Lucien Wayles, tenía cuarenta y seis años cuando murió en 1986”, dijo Flores. “Estaba casado y tenía tres hijos, recibió una Medalla de Honor, fue muy querido y respetado. El FBI colaboró con la policía local y atraparon a Hatcher solo unos días después del asesinato de Wayles. Lo asombroso es que no pulverizaron a Hatcher a golpes en ese momento”.

Riley se sintió impactada por las fotos del propio Hatcher. Casi no lo reconocía. Aunque el hombre que conocía podía ser intimidante, lograba proyectar un porte respetable, incluso libresco, con un par de anteojos para leer. El joven afroamericano en las fotos policiales de 1986 tenía un rostro delgado y endurecido, y una mirada cruel y vacía. A Riley le costó creer que era la misma persona.

Riley se sentía insatisfecha, a pesar de lo detallada y completa que era la exposición. Había creído que era la persona que más conocía a Shane Hatcher. Pero ella no conocía a este Shane Hatcher, al joven pandillero llamado ‘Shane de las Cadenas’.

“Tengo que conocerlo mejor”, pensó.

De lo contrario, dudaba que fuera capaz de atraparlo.

De alguna manera, sintió que la pantalla fría y digital estaba actuando en su contra. Necesitaba algo más tangible, fotografías brillantes reales con pliegues y bordes deshilachados, informes y documentos amarillentos y frágiles.

Le preguntó a Flores: “¿Podría echarle un vistazo a los originales?”.

Flores dejó escapar un resoplido.

“Lo siento, agente Paige, pero eso no es posible. El FBI destruyó todos sus archivos en el 2014. Ahora todo está escaneado y digitalizado. Lo que ves es todo lo que tenemos”.

Riley dejó escapar un suspiro desanimado. Sí, ya recordó la destrucción de millones de expedientes. Otros agentes se habían quejado, pero en aquel entonces a ella no le había parecido un problema. En este momento añoraba palpar algo tangible.

Pero ahora lo importante era averiguar el siguiente paso de Hatcher. Se le ocurrió una idea.

“¿Quién fue el policía que atrapó a Hatcher?”, preguntó. “Si todavía está vivo, lo más probable es que sea el primer blanco de Hatcher”.

“No fue un policía local”, dijo Flores. “Fue una oficial”.

Colocó una foto vieja de una agente.

“Su nombre es Kelsey Sprigge. Fue agente del FBI en la oficina de Siracusa, tenía treinta y cinco años de edad en ese entonces. Tiene setenta ahora, está retirada y vive en Searcy, un pueblo cercano a Siracusa”.

A Riley le sorprendió el hecho de que Sprigge fuera mujer.

“Debió haber entrado al FBI…”, comenzó Riley.

“Ella entró en 1972, cuando apenas se estaba enfriando el cadáver de J. Edgar”, dijo Flores.

“En ese momento fue cuando las mujeres finalmente tuvieron permitido convertirse en agentes. Había sido policía local antes de eso”.

Riley estaba impresionada. Kelsey Sprigge había vivido mucha historia en carne propia.

“¿Qué puedes decirme sobre ella?”, le preguntó Riley a Flores.

“Bueno, es una viuda con tres hijos y tres nietos”.

“Llama a la oficina de campo del FBI en Siracusa y diles que hagan todo lo posible para mantener a Sprigge segura”, dijo Riley. “Está en grave peligro”.

Flores asintió con la cabeza.

Luego se volvió a Meredith.

“Señor, voy a necesitar un avión”.

“¿Por qué?”, preguntó, confundido.

Respiró profundamente.

“Shane puede estar en camino para matar a Sprigge ahora mismo”, dijo. “Y quiero llegar a ella primero”.

CAPÍTULO SEIS

Cuando el jet del FBI pisó la pista de aterrizaje en el Aeropuerto Internacional de Siracusa Hancock, Riley recordó algo que su padre le había dicho en el sueño de la noche anterior.

“Tú no ayudas a nadie, excepto a los muertos”.

Eso le parecía paradójico. Este quizás era su primer caso en el que nadie había sido asesinado aún.

“Pero es probable que eso cambie pronto”, pensó.

Estaba especialmente preocupada por Kelsey Sprigge. Quería conocer a la mujer en persona y cerciorarse de que estuviera bien. Luego sería tarea de Riley y Bill asegurarse de que siguiera bien, y eso implicaría encontrar a Shane Hatcher y regresarlo a la prisión.

Riley vio que había viajado a un mundo de verdadero invierno justo cuando el avión se acercó al terminal. Aunque la pista de aterrizaje estaba despejada, enormes montañas de nieve demostraban la cantidad de trabajo que habían hecho los arados de nieve.

Todo esto se veía bastante distinto a Virginia. Riley se dio cuenta en este momento de lo mucho que necesitaba un nuevo reto. Había llamado a Gabriela en Quántico para explicarle que estaba en camino para trabajar en un nuevo caso. Gabriela se había alegrado mucho por ella y le había asegurado de que ella cuidaría de April.

Cuando el avión se detuvo, Riley y Bill agarraron su equipo y bajaron por las escaleras hacia la pista helada. Cuando sintió el choque de aire frío en su rostro, le alegró el hecho de que había sido asignada una gran chaqueta en Quántico.

Dos hombres corrieron hacia ellos y se presentaron como los agentes McGill y Newton de la oficina de campo del FBI en Siracusa.

“Estamos aquí para ayudar de cualquier forma posible”, les dijo McGill a Bill y a Riley cuando llegaron al terminal.

Riley le hizo la primera pregunta que le vino a la mente.

“¿Asignaron a unos agentes para que vigilaran a Kelsey Sprigge? ¿Están seguros de que está bien?”.

“Tenemos a algunos policías locales afuera de su casa en Searcy”, dijo Newton. “Estamos seguros de que está bien”.

Riley deseaba estar cien por ciento segura.

“Está bien”, dijo Bill. “Ahora solo necesitamos un vehículo para poder llegar a Searcy”.

McGill, dijo: “Searcy no queda lejos de Siracusa y las carreteras están despejadas. Trajimos un VUD que pueden utilizar, pero… ¿Están acostumbrados a conducir en inviernos nórdicos?”.

“Siracusa siempre gana el Premio de Oro de la Bola de Nieve”, añadió Newton con orgullo.

“¿Premio de Oro de la Bola de Nieve?”, preguntó Riley.

“Ese es el premio  que el estado de Nueva York otorga a la ciudad en la que nieva más”, dijo McGill. “Somos los campeones. Tenemos un trofeo y todo”.

“Tal vez uno de nosotros debe llevarlos”, dijo Newton.

Bill dejó escapar una risita. “Gracias, pero creo que podemos manejarlo. Tuve una asignación en Dakota del Norte hace unos años. Allí conduje bastante en pleno invierno”.

Aunque ella no lo dijo, Riley también se sentía experimentada en este tipo de conducción. Había aprendido a conducir en las montañas de Virginia. Allí la nieve nunca era tan profunda como aquí, pero las carreteras nunca eran despejadas tan rápidamente. Probablemente había pasado el mismo tiempo en carreteras cubiertas con hielo que cualquiera de los lugareños.

Pero no le molestaba que Bill condujera en absoluto, ya que ahora estaba bastante preocupada por la seguridad de Kelsey Sprigge. Bill tomó las llaves y comenzaron su camino.

“Tengo que decir que se siente bien trabajar juntos de nuevo”, dijo Bill mientras conducía. “Es egoísta de mi parte, supongo. Me gusta trabajar con Lucy, pero no es igual”.

Riley sonrió. También se sentía bien trabajar con Bill de nuevo.

“Aún así, una parte de mí desea que no tuvieras que volver a este caso”, agregó Bill.

“¿Por qué no?”, preguntó Riley.

Bill negó con la cabeza.

“Solo tengo un mal presentimiento”, dijo. “Recuerda que yo también conocí a Hatcher. Muy pocas cosas me asustan, pero… bueno, él es clase aparte”.

Riley no respondió, pero también estaba de acuerdo. Sabía que Hatcher había inquietado a Bill durante esa visita. El preso había hecho observaciones astutas sobre la vida personal de Bill con un instinto sorprendente.

Riley recordó cuando Hatcher había señalado el anillo de boda de Bill y había dicho:

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