—Ni se te ocurra —le dijo—. ¿Cuántas novias has tenido desde que te fuiste?
—¿Novias? —preguntó Ryan, obviamente tratando de parecer desconcertado por la pregunta.
—Me oíste bien. ¿O se te olvidó que una de ellas llamó para la casa borracha cuando aún no te habías ido? Me dijiste que se llamaba Lina. Pero sé que Lina no fue la última. ¿Cuántas más has tenido? ¿Siquiera lo sabes? ¿Siquiera recuerdas sus nombres?
Ryan no respondió. Se veía culpable ahora.
Todo estaba empezando a tener sentido para Riley. Esto había pasado antes, y se sentía estúpida por no haberlo esperado.
Ryan no tenía novia en este momento, y supuso que Riley sería suficiente por ahora, dadas las circunstancias.
No le importaban las niñas, ni siquiera le importaba su propia hija. No eran más que un pretexto para volver con Riley.
Riley apretó los dientes y dijo: —Creo que será mejor que te vayas.
—¿Por qué? ¿Qué pasa? No estás saliendo con nadie, ¿o sí?
—De hecho, sí lo estoy.
Ahora Ryan se veía totalmente desconcertado, como si no pudiera entender por qué Riley se interesaría en cualquier otro hombre.
Luego dijo: —Dios mío. No me digas que estás con el cocinero ese.
Riley soltó un gruñido de rabia y le dijo: —Sabes muy bien que Blaine es un chef experto. También sabes que es dueño de un buen restaurante y que April y su hija son mejores amigas. Es fenomenal con las chicas, todo lo que tú no eres. Y sí, estoy saliendo con él, y las cosas se están poniendo serias. Así que quiero que te vayas de aquí.
Ryan la miró fijamente durante un momento.
Finalmente dijo con amargura: —Hacíamos buena pareja.
Ella no respondió.
Ryan se levantó del sofá y se dirigió a la puerta.
—Hazme saber si cambias de parecer —dijo al salir de la casa.
Riley se sintió tentada a decir...
—No te hagas ilusiones.
... pero logró contenerse. Solo se quedó quieta hasta que oyó el sonido del auto de Ryan alejándose. Luego respiró más tranquila.
Se quedó sentada allí en silencio durante un rato, pensando en lo que había sucedido.
Jilly lo había llamado «señor Paige».
Eso había sido cruel, pero no podía negar que Ryan se lo merecía.
Aun así, se preguntó qué debía decirle a Jilly sobre ese tipo de crueldad.
«Ser madre es difícil», pensó.
Estaba a punto de llamar a Jilly para que bajara a hablar de ello cuando su teléfono sonó. La llamada era de Jenn Roston, una joven agente con la que había trabajado en casos recientes.
Cuando Riley atendió la llamada, se percató de la tensión en la voz de Jenn.
—Hola, Riley. Solo quise llamarte para…
Cayó un silencio. Riley se preguntó qué tenía Jenn en mente.
Luego Jenn dijo: —Mira, solo quería agradecerles a ti y a Bill por… ya sabes… cuando yo…
Riley estaba a punto de decirle: —No lo digas por teléfono.
Afortunadamente, la voz de Jenn se quebró antes de que terminara la frase.
Aun así, Riley sabía por qué Jenn le estaba dando las gracias.
Durante el caso que acababan de cerrar, Jenn había desaparecido casi todo un día. Riley había persuadido a Bill que debían cubrirla. Después de todo, Jenn había cubierto a Riley durante una situación algo similar.
Pero la ausencia de Jenn se había debido a las exigencias de su ex madre de acogida quien también era una mente criminal. Jenn había violado la ley para ayudar a la «tía Cora» con un problema.
Riley no sabía exactamente lo que había pasado, ya que no había preguntado.
Oyó a Jenn atragantarse un poco.
—Riley, he pensado que tal vez debería entregar mi placa. Lo que ocurrió antes podría volver a ocurrir. Y podría ser peor la próxima vez. No creo que se haya terminado.
Riley sentía que Jenn no le estaba diciendo toda la verdad.
«La tía Cora la está presionando otra vez», pensó Riley.
No era nada sorprendente. Si el dominio de la tía Cora era lo suficientemente fuerte, Jenn podría ser un recurso muy útil desde dentro del FBI.
Riley se preguntó por un momento si Jenn debía renunciar.
Sin embargo, se dijo a sí misma rápidamente: «No».
Después de todo, Riley había tenido una relación similar con una mente criminal, con el convicto fugitivo brillante Shane Hatcher. Esa relación había llegado a su fin luego de que Blaine le disparara a Hatcher y Riley lo capturara. Hatcher estaba de vuelta en Sing Sing ahora, y no había vuelto a hablar con nadie desde entonces.
Jenn sabía más sobre la relación de Riley con Hatcher que nadie excepto el propio Hatcher. Jenn pudo haber destruido la carrera de Riley con lo que sabía. Pero había guardado silencio por lealtad a Riley. Ahora era el momento para que Riley le mostrara la misma lealtad.
Riley dijo: —Jenn, ¿recuerdas lo que te dije la primera vez que me hablaste de esto?
Jenn no dijo nada, así que Riley continuó: —Te dije que lidiaríamos con esto. Tú y yo, juntas. ¡No puedes renunciar! Tienes mucho talento. ¿Me entiendes?
Jenn siguió sin decir nada.
En su lugar, Riley oyó el pitido de su servicio de llamada en espera, indicándole que tenía otra llamada.
«Ignórala», se dijo a sí misma.
Pero volvió a oír el pitido. Los instintos de Riley le dijeron que la otra llamada era importante. Ella suspiró y le dijo a Jenn:
—Mira, tengo que atender otra llamada. No cuelgues, ¿vale? Trataré de hablar rápido.
—Está bien —dijo Jenn.
Riley atendió la llamada entrante y oyó la voz ronca de su jefe de equipo en la UAC, Brent Meredith.
—Agente Paige, tenemos un caso. Un asesino en serie en el Medio Oeste. Necesito verte en mi oficina.
—¿Cuándo? —preguntó Riley.
—Ya mismo —dijo Meredith—. Lo más pronto posible.
Riley supo por su tono que este era un asunto urgente.
—Ya voy para allá —dijo Riley—. ¿Quién más asignarás al equipo?
—Esa es tu decisión —dijo Meredith—. Trabajaste bien con el agente Jeffreys y la agente Roston en el caso del Hombre de Arena. Trabaja con ellos si quieres. Los quiero a todos en mi oficina ahora mismo.
Sin decir nada más, Meredith finalizó la llamada.
Riley volvió a la línea de Jenn. Ella dijo: —Jenn, entregar tu placa no es una opción. No en este momento. Te necesito en un caso. Nos vemos en la oficina de Brent Meredith. Y apúrate.
Sin esperar una respuesta, Riley finalizó la llamada. Mientras marcaba el número de su compañero Bill Jeffreys, pensó: «Tal vez otro caso es justo lo que necesita Jenn en este momento.»
Riley esperaba que fuera así.
Mientras tanto, sintió una intensificación familiar de su propia alerta mientras se apresuraba para averiguar de qué podría tratar este nuevo caso.
CAPÍTULO CUATRO
Media hora más tarde, Riley se detuvo en el estacionamiento de Quantico. Cuando le había preguntado a Meredith qué tan rápido la quería allí, había detectado verdadera urgencia en su voz:
—Ya mismo. Lo más pronto posible.
Bueno, cuando Meredith llamaba a su casa, eso significaba que se estaba acabando el tiempo, a veces literalmente, como en su último caso. El llamado Hombre de Arena había utilizado relojes de arena para marcar las horas que transcurrían antes de su siguiente asesinato despiadado.
Pero hoy, algo en el tono de voz de Meredith le dijo que esta situación era apremiante de una forma única.
Mientras se estacionaba, vio que Bill y Jenn también acababan de llegar en sus propios vehículos. Se bajó de su auto y se quedó parada allí, esperándolos.
Sin intercambiar muchas palabras, los tres caminaron hacia el edificio. Riley vio que, como ella, Bill y Jenn habían traído sus bolsos de viaje. No habían necesitado que se les dijera que probablemente estarían volando de Quantico dentro de poco.
Entraron al edificio y se dirigieron hacia la oficina del jefe Meredith. Tan pronto como llegaron a su puerta, el hombre afroamericano imponente y corpulento salió al pasillo. Obviamente había sido notificado de su llegada.
—No hay tiempo para una conferencia —les gruñó a los tres agentes—. Caminaremos y hablaremos al mismo tiempo.