Блейк Пирс - Antes De Que Sienta стр 9.

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“¿Puedes enviarme sus nombres y cualquier información de contacto que tenga?”.

“Eso está hecho”, dijo Jones, al que obviamente no le hacía ninguna gracia tener siquiera que considerar a alguno de sus hombres como sospechosos.

Mackenzie terminó con la llamada y volvió la vista a los tres hombres que había en la sala. “Ese era Jones con tres posibles candidatos. Un trabajador de mantenimiento y alguien que viene como voluntario y pasa algún tiempo con los residentes. Alguacil, me va a enviar los nombres en cualquier momento. ¿Podrías echarles una ojeada y…”

Su teléfono vibró al recibir el mensaje en cuestión. Le mostró los nombres al alguacil Clarke y él se encogió de hombros, derrotado.

“El primer nombre, Mike Crews, es el de mantenimiento”, dijo. “Sé sin ninguna duda que ayer por la noche no estaba matando a nadie porque me tomé una cerveza con él en el Rock’s Bar. Eso fue después de que se pasara por casa de Mildred Cann para arreglarle el aire acondicionado gratuitamente. Te puedo decir desde ya mismo que Mike Crews no es vuestro hombre”.

“¿Y qué hay del segundo nombre?”, preguntó Ellington.

“Robbie Huston”, dijo. “Solamente le he visto de pasada. Estoy bastante seguro de que le envían de alguna clase de agencia de servicios sociales que hay en Lynchburg. Aunque, por lo que tengo entendido, le consideran un santo en la residencia. Les lee a los residentes, es realmente agradable. Como he dicho, está en Lynchburg. Eso está como a hora y media de aquí—en la misma ruta que lleva a Treston, de hecho”.

Mackenzie volvió a mirar el mensaje de Jones y grabó el número que le había dado para Robbie Huston. Era una pista muy débil, pero al menos era un comienzo.

Miró a su reloj y vio que estaban acercándose las seis de la tarde. “¿Cuándo tienen que volver a comisaría tu ayudante y los demás agentes?”, preguntó.

“Enseguida, pero nadie me ha llamado para decirme nada todavía. Te mantendré informada si quieres salir afuera y empezar a orientarte”.

“Eso suena bien”, dijo Mackenzie.

Recogió los archivos del caso cuando se puso de pie. “Gracias por tu ayuda esta tarde”, dijo Mackenzie.

“Por supuesto. Ojalá pudiera ser de más ayuda. Si quieres, podría volver a llamar a la policía estatal para que ayuden. Estuvieron aquí por la mañana, pero se largaron bastante deprisa. Creo que hasta es posible que unos cuantos se hayan quedado en el pueblo por un día más o menos”.

“Si llegamos a necesitarlo, te lo diré”, dijo Mackenzie. “Buenas noches, caballeros”.

Dicho eso, Ellington y ella salieron de la sala. Ahora la recepción estaba vacía. Por lo visto, Frances ya había fichado su salida por hoy.

En el aparcamiento, Ellington titubeó por un momento mientras sacaba las llaves del coche. “¿Hotel o un viajecito a Lynchburg?”, preguntó.

Mackenzie pensó en ello y, aunque la tentación de continuar la investigación hasta altas horas era intensa, pensó que, si trataba de contactar con Robbie Huston por teléfono, obtendría los mismos resultados que si viajara hasta Lynchburg. Además, estaba empezando a creer que el alguacil Clarke sabía lo que hacía—y si él no tenía sospechas de verdad sobre Huston, se apoyaría en eso por el momento. Era una de las ventajas de trabajar en un caso en un pueblo pequeño—donde todo el mundo se conoce de manera casi íntima, las opiniones y los instintos de la policía con frecuencia podían ser seriamente tomadas en cuenta.

Aun así, merece la pena llamarle una vez nos instalemos, pensó.

“Hotel”, le dijo Mackenzie. “Si no puedo obtener lo que quiero de él con una conversación de teléfono esta noche, mañana nos pasaremos por Lynchburg”.

“¿De camino a Treston? Me parece mucho tiempo al volante”.

Mackenzie asintió. Iban a ser muchas idas y venidas. Puede que tuvieran más suerte si mañana se dividían. No obstante, podían hablar de su estrategia después de meterse a una habitación con los archivos del caso y el aire acondicionado funcionando a toda marcha junto a ellos.

Para ella, que nunca había tenido debilidad por el lujo, la idea del aire acondicionado en medio de este calor oprimente era demasiado buena como para resistirse. Se metieron al coche, que estaba ardiendo, Ellington bajó las ventanillas, y se dirigieron hacia el oeste, hacia lo que hacía las veces del centro de Stateton.

***

El único motel que había en Stateton era un cuadradito sorprendentemente bien cuidado llamado el Stateton County Inn. Solo consistía de doce habitaciones, de las que nueve estaban disponibles cuando Mackenzie entró a la recepción y pidió una habitación para pasar la noche. Ahora que McGrath sabía lo de su relación, Ellington y ella ya no tenían que preocuparse de reservar dos habitaciones solo por mantener las apariencias. Reservaron una sola habitación con una sola cama y, tras un día estresante de mucha carretera y mucho calor, hicieron buen uso de ella en cuanto cerraron la puerta al entrar.

Después, mientras Mackenzie se daba una ducha, no pudo evitar agradecer la cálida sensación de saberse deseada. Aunque la verdad, era más que eso; el hecho de que hubieran empezado a desnudarse en el instante que se quedaron a solas y tuvieron acceso a una cama le hacía sentir unos diez años más joven. Era una sensación agradable, aunque una que intentaba mantener bajo control todo lo que podía. Sin duda, estaba disfrutando de todo con Ellington, y lo que fuera que estaba sucediendo entre ellos era una de las cosas más emocionantes y prometedoras que le habían sucedido en los últimos años, pero también sabía que, si no era cuidadosa, podría permitir que interfiriera con su trabajo.

Le daba la sensación de que él también sabía esto. Ellington estaba poniendo en riesgo lo mismo que ella: reputación, ridículo y desilusión. Aunque últimamente, no estaba segura de que él estuviera muy preocupado por desilusionarse. A medida que le iba conociendo mejor, se convencía más de que Ellington no era la clase de hombre que se acostaba con todas las que podía o que trataba mal a las mujeres, pero también sabía que acababa de terminar un matrimonio fallido y que estaba siendo muy cauteloso con su relación—si así decidían llamarla.

Mackenzie tenía la sensación de que Ellington no sufriría demasiado si terminara la relación que había entre ellos. Y en cuanto a ella… en fin, no estaba segura de cómo se lo podría tomar.

Cuando salió de la ducha y se secó, Ellington estaba allí, en el cuarto de baño. Parecía que hubiera planeado unirse a ella en la ducha y que se le hubiera escapado la oportunidad. Le estaba echando una mirada que mostraba algo de su malicia habitual pero también algo concreto y estoico—algo que Mackenzie había empezado a pensar que era su “cara de trabajo”.

“¿Sí?”, preguntó, juguetona.

“Mañana…no es que quiera hacerlo, pero quizá sea mejor que nos separemos. Que uno de nosotros vaya a Treston mientras el otro se queda aquí y trabaja con el departamento de policía local y el forense”.

Ella sonrió, cayendo en la cuenta de lo sincronizados que podían estar de vez en cuando. “Estaba pensando lo mismo”.

“¿Tienes alguna preferencia?”, le preguntó Ellington.

“La verdad es que no. Me quedaré con Lynchburg y Treston. No me importa conducir”.

Pensó que él se lo discutiría, y que querría tomarse un tiempo en la carretera. Sabía que no le gustaba especialmente conducir, y que tampoco le agradaba la idea de que ella estuviera en la carretera a solas.

“Suena bien”, dijo Ellington. “Si podemos terminar el día con nueva información de la residencia en Treston y con la información que obtengamos aquí del forense, quizá podamos concluir este asunto rápidamente como todo el mundo está esperando”.

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