María Acosta - Atropos стр 2.

Шрифт
Фон

“Buenos días Zamagni, le necesito”, dijo sin más preámbulos.

“¿Me debo preparar para lo peor?”, preguntó el inspector.

“Espero que no sea nada complicado, pero lo que sé es que será desagradable. Hemos recibido una llamada de una persona que dice que ha llegado a casa de su hija y que la ha encontrado sin vida.”

“Hubiera preferido comenzar el día de otra manera.”, dijo Zamagni, “¿Se sabe algo más? Quiero decir, con respecto a esta persona que ha llamado.”

“La señora ha dicho que había llegado a casa de su hija y que ésta no abría la puerta a pesar de que había tocado unas cuantas veces al timbre, así que la señora, que parece ser que tiene las llaves del piso, volvió a su casa, cogió las llaves y, cuando ha abierto la puerta, la ha encontrada tirada en el suelo de la sala de estar.”

“Comprendo.”, dijo Zamagni y, después de una pequeña pausa, añadió: “¿Por qué debería ser un homicidio? ¿No puede haber muerto por causas naturales? ¿Por un accidente?”

“No lo sé,” respondió el capitán. “Creo que lo mejor será ir hasta el lugar e intentar comprender algo sobre lo que ha ocurrido… La señora que ha telefoneado está esperando nuestra llegada y le he dicho que debe permanecer a disposición para cualquier cosa que necesitemos.”

“De acuerdo,” asintió Zamagni, “Ahora mismo voy a ver.”

La muchacha estaba todavía en la posición en que la había encontrado la madre, tirada por el suelo.

“No he tocado nada, se lo puedo asegurar,” dijo la señora después de que le mostrasen la placa de la policía, como para disculparse por cualquier cosa que hubiera podido hacer.

“Lo ha hecho muy bien,” le respondió Zamagni. “¿Me puede decir su nombre?”

“Chiara. Chiara Balzani,” se presentó. “Ella es mi hija” añadió volviéndose hacia el cuerpo de la muchacha, como si estuviese todavía viva.

“Entiendo. ¿Me podría decir también el nombre de su hija, si es tan amable?”

“Oh,… claro, me debe perdonar. Estoy todavía conmocionada por todo lo que ha sucedido. Se llama… se llamaba…. Lucia Mistroni.”

“Muchas gracias.”, dijo Zamagni, a continuación añadió: “¿Puedo saber el motivo por el cual no ha dudado en llamar a la policía? Me explico, la muerte podría haber sido debido a un infarto o alguna otra causa natural, ¿no?”. Y volviéndose al agente Marco Finocchi que lo acompañaba: “Señalicemos cada cosa.” El agente asintió.

“Su pregunta es perfectamente normal, parece ser que mi hija, desde hacia un tiempo, estuviese recibiendo llamadas amenazantes. Por esto he pensado enseguida en una muerte no natural, y entonces les he llamado.”

“¿Llamadas amenazantes? ¿Se sabe de quién eran estas llamadas?”

“No, aunque siempre he tenido la duda, o la convicción, si lo prefiere, e incluso era lo mismo que pensaba mi hija, que quien la llamaba era su ex novio.”, explicó la mujer. “Su relación había terminado de manera bastante desagradable, se habían peleado. En los últimos momentos de su noviazgo se peleaban a menudo.”

“Entiendo.”, sintió Zamagni, “Necesito saber todo sobre su hija. Su edad, en qué trabajaba, sus aficiones, las direcciones y nombres de sus amigos. ¿Y su ex novio? ¿Me sabría decir su nombre? Cualquier información que usted sepa sobre él. Y… otra cosa: ¿actualmente su hija estaba casada? ¿Estaba prometida? ¿Estaba soltera? Entienda, no podemos dejar de lado ninguna pista.”

“Por lo que se, Lucia no estaba con nadie.”

El inspector hizo una pequeña pausa para mirar alrededor.

El piso, en la primera planta de un edificio de nueva construcción en la periferia de Bolonia, tenía un aspecto señorial, moderno, con un mobiliario demasiado minimalista y combinado con buen gusto. En las ventanas no había cortinas y, durante el día, la luz del sol iluminaba perfectamente cada rincón.

“¿El piso era propiedad de su hija?”, preguntó el agente Finocchi.

“Sí, claro.” A la señora Balzani parecía que esta pregunta le resultaba superflua.

El piso había sido pagado completamente por la hija, había explicado la madre.

Y también había explicado que Lucia Mistroni cumplía una función muy importante en la empresa donde trabajaba, aunque la hija nunca había especificado bien en qué consistía su trabajo.

“¿Y bien? ¿Nos puede decir el nombre del ex novio de su hija?”, preguntó Zamagni.

“Sí, excusadme.”, dijo la señora Balzani. “La persona que buscáis se llama Paolo Carnevali. Si no se ha mudado vivía en vía Cracovia, al lado del Parque de los Cedros, en el número… 10, creo”.

“Perfecto. Por ahora nada más señora, muchas gracias. Recuerde que en el caso de que pueda darnos más información esta podría ser útil para la investigación. Y otra cosa: la Policía Científica deberá comprobar cada centímetro de este piso, con la esperanza de que esto pueda servir para encontrar al culpable de este crimen, por lo que en los próximos días le será totalmente imposible entrar aquí. Enseguida pondremos los precintos.”

La señora asintió, comprensiva.

“Haré todo lo posible por encontrar al asesino.”

Se fueron y, ya de nuevo en la calle, el inspector Zamagni y el agente Finocchi volvieron a las oficinas de la Central.

3

No era gran cosa, pero quizás habían encontrado una pista que seguir, en espera de los resultados de los análisis del piso de Lucia Mistroni.

Sobre la hora de la comida, el inspector Zamagni, acompañado por Marco Finocchi, se presentó en el portal número 10 de vía Cracovia, para hablar con Paolo Carnevali.

Tocaron el timbre sin que respondiesen, esperaron algunos minutos y no consiguieron entrar en el edificio hasta que llegó una señora anciana que volvía de dar un paseo con el perro.

“¿Podemos entrar, señora?”, preguntó Zamagni.

“No se permiten los vendedores ambulantes, lo siento. Así que, si sois de esos, podéis ahorraros el esfuerzo e ir a otro sitio.”

“Estamos buscando al señor Carnevali. ¿Lo conoce?”

“¿Quién lo busca?”, quería saber la señora, probablemente reacia a relacionarse con los desconocidos.

“Necesitamos hablar con él. No es nuestra intención molestarle ni hacerle daño,” explicó el inspector mostrando su identificación.

“¡Madre de Dios…!”, fue la reacción de la anciana. “¿Qué desaguisado ha hecho el muchacho? Parece una buena persona.”

“No se preocupe,” la tranquilizó el agente Finocchi, “sólo queremos hablar con él.”

“De todas formas creo que a esta hora está trabajando”, explicó la señora.

“¿Cuándo lo podríamos encontrar? ¿Sabe a qué hora volverá?”

“A no ser que tenga algún compromiso personal después del trabajo, por lo general me lo encuentro entre las 18 y las 18:15 todos los días de la semana. Salgo con Toby para el paseo de la tarde y, cuando vuelvo, él está aparcando o subiendo las escaleras.”

“¿Sabría decirme qué automóvil tiene el señor Carnevali?”

No entendía de esas cosas, explicó la señora, porque no era una experta en automóviles. Los únicos medios de transporte que conocía bien eran los autobuses, que los usaba para ir desde casa hasta el centro de la ciudad el domingo después de comer.

“Se lo agradezco igualmente, señora,” dijo Zamagni, “Volveremos por aquí esta tarde.”

Los dos se despidieron de la señora y de Toby, que no la habría seguido a no ser que cualquiera de los dos lo hubiese acariciado, y regresaron al auto en que habían llegado.

No tenía ningún sentido esperar tantas horas la llegada de Paolo Carnevali, así que decidieron que irían a la Comisaría de Policía y Zamagni aprovecharía para escuchar las posibles novedades de la Científica y del patólogo al que se le había encargado la autopsia.

Sus padres estaban realmente felices con él, lo veían contento, y se mostraban orgullosos incluso con los parientes y los amigos de la familia.

Ваша оценка очень важна

0
Шрифт
Фон

Помогите Вашим друзьям узнать о библиотеке

Скачать книгу

Если нет возможности читать онлайн, скачайте книгу файлом для электронной книжки и читайте офлайн.

fb2.zip txt txt.zip rtf.zip a4.pdf a6.pdf mobi.prc epub ios.epub fb3

Популярные книги автора