Otro de estos «montesianos» relevantes fue el lugarteniente general de Montesa don Josep de Cardona i Erill, personaje de interesante trayectoria a quien dedica su contribución Maria Salas, combinando trabajos ya publicados con algunas fuentes de archivo. Fue el último lugarteniente con los Habsburgo hispanos y, como destacado austracista, en la Guerra de Sucesión recibió el cargo de virrey de Valencia de manos del archiduque Carlos. A consecuencia de la contienda resultó despojado de hábito y encomienda, pero pudo gozar de un cómodo y reconocido exilio en la Corte de Viena, que tan bien conocía por haber desempeñado en ella diversas misiones desde temprana edad; incluso recuperó su encomienda montesiana tras la paz de 1725, poco tiempo antes de morir. Para un noble con poco más patrimonio que los lazos que en su juventud había trabado en la Corte austriaca, la carrera en Montesa fue un elemento esencial para su promoción política y social.
Cierra la relación de contribuciones sobre los montesianos una de las más novedosas. Se dedica a quien posiblemente cabe considerar como el segundo caballero montesiano más importante y reconocido de la época moderna (siendo el primero el maestre Galcerán). Nos referimos a don Cristóbal Crespí de Valldaura, vicecanciller de Aragón y asesor general de la Orden durante décadas. De su relevancia da cuenta, sin ir más lejos, que haya merecido la atención en este volumen de Jon Arrieta y de Laura Gómez. La recibe también de Josep Cerdà i Ballester. Don Cristóbal escribió, además de la obra jurídica ya mencionada, un interesante Diario de su ejecutoria como presidente del Consejo de Aragón que ha sido recientemente publicado. Pero fue autor también de un curioso texto manuscrito, de un cuaderno de anotaciones por su estructura es también posible calificarlo como diario, segundo diario en el que hace referencia al cumplimiento de sus obligaciones, precisamente, como caballero de Montesa, hasta ahora por completo desconocido y presentado aquí en primicia.
Finalmente, y en un último apartado, hemos reunido tres textos que podemos situar en el entorno de la Orden de Montesa durante la Edad Moderna o bien ya en su final, durante el siglo XIX. Oportuno ánimo comparativo tienen dos estudios que traen a colación el alcance europeo de las estructuras sociales, políticas e ideológicas forjadas en torno a las órdenes ibéricas en la época moderna. Así, Fernanda Olival presenta el contraste de la Orden valenciana con la Orden de Cristo, nacida en muy similares circunstancias, exactamente con la misma cronología, igualmente a iniciativa de la Corona, y también heredera del Temple. La imagen es, sin embargo, por completo diferente, siendo el distintivo de la Orden de Cristo durante la época moderna (y sobre todo entre finales del XV y finales del XVI) reivindicar la primera línea en la defensa de la Iglesia católica contra los enemigos de la fe..., si bien, al cabo, tal reivindicación fue más retórica proclamada en los textos definitorios que efectiva en la guerra. Lo que, por cierto, comprendía a los infieles musulmanes pero también a los piratas o protestantes que amenazaban las costas portuguesas y brasileñas.
Un objetivo distinto y referencias de comparación también diferentes (las milicias castellanas) enmarcan la contribución de Anne Brogini. Analiza, a partir de la vinculación de la Orden de San Juan de Jerusalén con la monarquía hispánica desde la enfeudación de Malta (1530), el refuerzo del carácter mediterráneo de dicha orden, el peso económico y humano de las «lenguas» españolas sobre el conjunto de la institución, la relación con la política militar hispánica y la difusión entre los caballeros y en el conjunto de la Orden de los valores nobiliarios y de cruzada. Y en este proceso de aristocratización queda clara la paulatina adopción por parte de las diferentes lenguas, por directa influencia de las órdenes españolas, de los estatutos de limpieza de sangre.
Por último lugar que le corresponde solo por cronología, el estudio de Hipólito Sanchiz reconstruye la deriva de las órdenes militares hispanas después del final del Antiguo Régimen y los sucesivos procesos desamortizadores, cuando, perdido todo patrimonio y jurisdicción, fueron quedando limitadas lo siguen estando ahora a la condición de instituciones honoríficas. La personalidad del autor, caballero de la Orden de Montesa, le ha permitido trabajar con fondos documentales de no fácil acceso normalmente, y el empeño ha sido acometido con respeto a las fuentes. Se trata, seguramente, del más completo intento de establecer lo ocurrido en esa menos alejada en el tiempo y tan distinta etapa de la historia de las cuatro órdenes Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa hasta el día de hoy.
Este largo recorrido por la Orden de Montesa tiene la virtud no solo de confirmar su importancia en la historia del Reino de Valencia, sino también de subrayar la necesidad de contar con ella en prácticamente cualquier investigación sobre este en la Baja Edad Media y la Edad Moderna. Las diversas promociones de historiadores que se dan cita en estos volúmenes dan fe de ello. Y anuncian el futuro que, como tema de investigación, aguarda a la Orden: historia de las instituciones; historia política y jurisdiccional; proyección de sus miembros en la sociedad valenciana, en la Corona de Aragón y en la monarquía hispánica; administración y gobierno de su patrimonio territorial; difusión de corrientes artísticas y culturales en su territorio; contribución a la forja de elementos definidores de la personalidad del Reino; sin olvidar su, por momentos precaria, supervivencia, junto a las otras órdenes militares, en el mundo contemporáneo. Montesa, la Orden de Santa María de Montesa y San Jorge de Alfama, es y seguirá siendo en el futuro un venero inagotable de arte, patrimonio y cultura, y un hito en la historia valenciana; pero también y no menos importante un atractivo objeto de investigación.
Enric GuinotFernando AndrésJosep CerdàJuan F. Pardo Universitat de València Universidad Autónoma de Madrid Universitat de València Universitat de ValènciI
ORÍGENES Y CONTEXTO
ALGUNOS ASPECTOS SOBRE LA EXTINCIÓN DEL TEMPLE Y LOS ORÍGENES DE MONTESA, 1294-1330
Luis García-Guijarro Ramos Universidad de Zaragoza
La supresión canónica de la Orden del Temple en el marco del concilio de Vienne el 22 de marzo de 1312, la fundación de la Orden de Montesa por bula papal de 10 de junio de 1317, su establecimiento efectivo el 22 de julio de 1319 y su subsiguiente inserción social e institucional en el Reino de Valencia durante la década de 1320 hasta la celebración del relevante capítulo general montesiano del 25 de mayo de 1330, broche que cerró la fase inicial de asentamiento y articulación, son jalones todos ellos que suscitan una serie de preguntas básicas relativas a aspectos estructurales profundos que otorgan sentido a la aparición del nuevo instituto,1 en definitiva, al por qué, cuándo, cómo y a través de quiénes tuvo lugar el conjunto de un proceso que discurrió a lo largo de poco más de dos décadas y estableció en los antiguos dominios templarios y hospitalarios valencianos una nueva orden militar de cuño monárquico que contrastaba grandemente con el universalismo de sus predecesoras.2