3.3. Cuando la ciudad financia la vida cortesana
Es bien sabido que los monarcas bajomedievales no conseguían mantener su tren de vida únicamente a base de sus propias rentas. De hecho, las ciudades y las sociedades urbanas en general se cuentan entre las principales fuentes de financiación de la realeza en los reinos hispánicos, como lo demuestran una gran cantidad de trabajos recientes. Así, por ejemplo, se conocen muy bien los mecanismos fiscales emisión de deuda pública, en concreto que hicieron de las ciudades el principal motor económico de la política militar de los príncipes y de la construcción del estado49. Particularmente, los trabajos pioneros de Miguel Ángel Ladero Quesada sobre la hacienda castellana han sacado a la luz las diversas facetas de la fiscalidad real que gravaba a los municipios50. Además, gracias a numerosos estudios llevados a cabo estos últimos veinte años al amparo de importantes proyectos de investigación, actualmente se conoce mucho mejor el papel de los financieros y banqueros que rodeaban a los príncipes hispanos bajomedievales, muchas veces en calidad de prestamistas, personajes profundamente vinculados a estas ciudades y asentados en ellas51. Sin embargo, estos trabajos suelen prestar más atención a la financiación del régimen monárquico que a la financiación de la corte en sí misma, entendida como una pequeña sociedad con particularidades y necesidades propias.
Siendo todavía dos ámbitos tan dependientes el uno del otro corte como lugar para el gobierno del reino y casa como espacio doméstico para el príncipe y su entorno familiar, resulta difícil estudiar en qué medida los donativos y los recursos fiscales de las ciudades servían para financiar los gastos cortesanos. Sin embargo, Rafael Narbona Vizcaíno lo demostró recientemente para la financiación de la estancia y el avituallamiento de Alfonso el Magnánimo en Valencia entre 1425 y 143252, y Pablo Ortego determinó por su parte la procedencia de los recursos que financiaban la cámara real de Castilla y favorecían la vida diaria de la corte a fines de la Edad Media53.
En el presente volumen ofrecen una buena aportación al tema de la financiación de las cortes por parte de la urbe las contribuciones de Pau Viciano, Germán Gamero, Diana Pelaz, Enza Russo, María Álvarez y Javier Goicolea.
3.4. Impacto económico de la llegada e instalación de un séquito cortesano en un entorno urbano
En esta misma línea cabría preguntarse también cuál fue el impacto de estas cortes en la vida económica de las ciudades en las que se establecían.
No es fácil medir la responsabilidad del desarrollo de la vida cortesana en las variaciones de los precios urbanos54, las condiciones de producción y de la calidad de los productos55 o los flujos comerciales o financieros. Ni tampoco es fácil evaluar el peso del gasto cortesano en la actividad de la ciudad, pero son indicadores que permiten entender con más detalle las diversas facetas de sus relaciones económicas y materiales. Se trata, así, de valorar las consecuencias que tuvieron en la economía urbana la llegada e instalación de los sequitos cortesanos, su demanda alimenticia masiva, su consumo de bienes de lujo, sus altas necesidades financieras o incluso su necesidad de alojarse. Por lo tanto, cabe examinar no sólo el interés que las ciudades podían tener en acoger a aquellas muchedumbres heterogéneas, sino también el provecho económico o comercial que podían sacar, así como las dificultades que podían nacer de la presencia de la corte. De manera indirecta, para entenderlo todavía con mayor precisión, cabría hasta estudiar en qué medida el consumo de las cortes influye y estimula el propio consumo de los ciudadanos56, y cuando fuera posible, si existió competitividad a la hora de acoger a un séquito, o rivalidades a nivel económico para sacar provecho económico de la presencia de la corte entre ciudades o entre los ciudadanos entre sí.
Estos temas han dado lugar a debate entre los historiadores. Como ya lo hemos subrayado, Juan Vicente García Marsilla ha estudiado con gran detalle el impacto económico de la presencia de Alfonso el Magnánimo y de su corte sobre la ciudad de Valencia entre 1425 y 1442. Este historiador demuestra que la ciudad misma era consciente del provecho económico, en particular comercial y fiscal, que podía sacar de la estancia regia, aunque afirma que los gastos reales «se pueden considerar insignificantes si los comparamos con los préstamos que el rey pidió al municipio valenciano en estos años» y al consiguiente endeudamiento del mismo57. En 2015 Rafael Narbona Vizcaíno discute esta tesis y pone en tela de juicio las relaciones entre el crecimiento del endeudamiento valenciano y la estancia «ocasional y lúdica» aunque costosa de la corte regia, subrayando que los numerosos préstamos al rey enriquecieron a la oligarquía local; demuestra, además, que el abastecimiento de la ciudad no se debilitó por la presencia de la corte, a pesar del crecimiento de la demanda58.
A modo de comparación, se pueden citar las aportaciones de especialistas del principado borgoñón que han intentado aclarar en qué medida la corte del duque de Borgoña pudo haber contribuido a la prosperidad de sus ciudades. Así, Peter Stabel ha demostrado que, aunque la corte de Borgoña del siglo XV seguía asentándose en plazas comerciales modestas del norte de su principado, donde su demanda pesaba bastante al nivel económico, sus estancias y sus gastos enriquecían y reforzaban sobre todo otras ciudades con alto nivel de desarrollo económico. Según sus análisis, en estos grandes centros económicos, la demanda cortesana tenía, sin embargo, un peso probablemente inferior al 1% del producto bruto urbano anual, llegando tal vez hasta el 2,5% en ciudades secundarias59. Del mismo modo, Florence Berland ha estudiado la influencia de la corte borgofíona en París a nivel económico y ha confirmado que, aunque correspondía a una mínima parte de la población y del gasto de una ciudad tan grande como la capital francesa, la presencia del duque tuvo un verdadero impacto en el tejido económico. Esto se debió, por un lado, al gran volumen de la demanda alimentaria cotidiana y a la compra de objetos suntuarios que se sumaban a las de las demás cortes reales y ducales y por otro lado, a su fidelidad hacia sus poderosos mercaderes60.
Por su parte, Wim Blockmans y Antheun Janse consideran que en las grandes ciudades el consumo de la corte constituía un «factor adicional» de la dinámica local, y quizás la estimulaba pero no la perturbaba61. Así, sus análisis llevan a conclusiones totalmente opuestas a las de Jean-Pierre Barraqué quien, en 2009, aunque no lo demostraba con precisión, afirmaba que «la venue de la cour [a la ciudad de Zaragoza a finales de la Edad Media] conduit à la désorganisation complète des marchés et des produits»62.
De esta forma, en el volumen que ahora presentamos abordan el tema en esta misma línea autores como Beatriz Majo, Antoni Furió y Roxane Chilà, que estudian algunos aspectos del impacto económico de las cortes en las ciudades del ámbito hispánico de la Baja Edad Media.
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Considerando los diferentes perfiles de las ciudades hispánicas bajomedievales, según su tamaño, su débil o fuerte especialización económica o comercial y las especificidades de cada corte, esperamos que el presente volumen permita enriquecer los análisis sobre las razones de la tardía sedentarización de las cortes medievales, y de la elección de ciertas ciudades como capitales a costa de otras. Esperamos también que esta publicación, con su enfoque económico, proporcione nuevos datos para reflexionar acerca de la influencia mutua entre las sociedades cortesanas y las urbanas, así como del fenómeno de aristocratización del mundo urbano63. Se pretende, por tanto, añadir un peldafío a la reflexión sobre la «urbanización» de los hábitos de las cortes hispánicas y la «curialización» de las sociedades urbanas que las acogen.