Ana María Martínez Sagi - La voz sola стр 28.

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CANTO DE ESTÍO

Se cerraron los ojos,

estos ojos míos cándidos y claros.

Huyeron de los tuyos,

negros y embrujados,

encendidos en la calma de la tarde,

en la hoguera del deseo y del pecado.

Y mis manos blancas

barrera de carne, dique, valla, obstáculo

cortaron tu avance,

cerraron el paso

de aquella acometida de caricias,

de mimos y de abrazos.

El aire era de fuego,

estabas embriagado de verano,

triunfaba la Natura sensualmente,

enervaba el perfume de los campos

y quemaba tu aliento

y quemaban tus manos.

¡Oh, tu hondo despecho!

¡El dolor por el capricho no logrado!

¡El extraño contraste de tu carne

encendida y mi carne como el mármol!

En tus ojos obscuros anidaban

la ira, el rencor y el desencanto.

Es fría, insensible, cruel y dura,

no tiene corazón, pensaste acaso.

Y no obstante, no obstante, niño-grande,

cuando tu beso audaz y apasionado

hubo un iris divino en el alma

y un ligero temblor en los labios

(Suplemento Femenino de Las Noticias, 11 de julio de 1930)

DESALIENTO

A Elisabeth Mulder, con mi gratitud

por su generosa comprensión.

Hay días en que siento

que la Vida es cansancio, es hastío y negrura.

Me vence el desaliento

y me rinde mi cruz de amargura.

¡Imploramos en vano! ¡Imploramos en vano!

Nuestras voces se pierden ignoradas y solas.

Hundida estoy en medio del Océano

y a merced de las olas.

Como es leve y pequeña mi voz cansina,

la Vida no la advierte.

Pasa el hombre a mi lado, tampoco la adivina:

¡la voz de él es tan fuerte!

Rutas llenas de zarzas, llenas de abrojos,

¡siempre lo mismo!

Se me cierran de espanto los ojos

por no ver este abismo.

No sé por qué habrá sido, ni qué mano

sembró espinas en todas mis sendas.

¡Qué tengo que hacer, hermano,

para que me entiendas!

Para que mi acento sea comprendido,

para que en tu alma mi canto se ahonde,

tú que pasas siempre arrogante y erguido,

¿qué he de hacer? ¡Responde!

Me he mostrado siempre tal cual soy. Te he dado

el alma y la vida:

Hombre que a la tierra vives apegado,

¡en tu carne un día se abrirá mi herida!

(Suplemento Femenino de Las Noticias, 6 de marzo de 1931)

EL ENCUENTRO

Después de tanto tiempo, ha querido la Vida

que tú y yo nos halláramos. Tú y yo que antaño fuimos

Amor. ¿Por qué tu imagen no me fue presentida?

¿Por qué no me gritaron piadosos los abismos?

¿Por qué no te nombraron los montes y la sierra,

y las cumbres y el bosque y el lago cristalino?

¿Por qué no me advirtieron ni el cielo ni la tierra

de que habría de hallarte en mi mismo camino?

Lo ignoro. Me encontré frente a ti. Me miraste.

Pude yo aún balbucir una frase banal.

Fue tu sonrisa lívida Más tarde te alejaste.

Después nada La Vida Todo ha seguido igual

(Suplemento Femenino de Las Noticias, 20 de marzo de 1931)

ESTIU95

Sortí al portal de la masia. El sol

arborava els pallers i el blat de lera.

Ni un alè daire. Calor i pols i el cant

tossut de les cigales cridaneres.

Amb la mà fent pantalla es tapà els ulls

brunzien unes mosques vironeres,

fixà lesguard en la blavor del cel

i en el verd tendre de les mongeteres.

Vora el pou enrunat dormia el gos pelut.

La vaca mig tancava les parpelles.

Un ninyó camallarg, golafre i embrunit

brandava àvidament una perera.

Entre marges de pols i gatoses roents,

es perdia molt lluny, la carretera...

(Portantveu del Club Femení i dEsports, número xxvi, julio de 1932)

JUAN MANUEL

La noche es oscura

y larga.

Las bocas de los cañones

vomitan metralla.

Mandan ametralladoras

mensajes de duras balas.

La piel seca de la tierra

la destrozan y la rasgan

en sus fuertes explosiones

las granadas.

En las trincheras, las lenguas

brillantes y plateadas

de las bayonetas hienden

la noche hostil y cerrada.

El frío clava sus dardos

de hielo en las carnes pálidas;

sus alfileres la lluvia

y el cansancio sus tenazas.

¡Qué noches éstas, luchando

sin tregua en las avanzadas!

La Muerte, en ronda incansable,

sobre la tierra de España.

La ametralladora muerde

peines repletos de balas:

quien levante la cabeza,

¡qué chorro de sangre cálida!

¡Madre, madre, me han matado!

grita una voz muy quebrada.

Juan Manuel cierra los ojos

para beberse las lágrimas;

mira al compañero muerto

y de la trinchera salta

con cuatro bombas de mano

en busca de la venganza.

Camina erguido y heroico

con la frente levantada.

Los proyectiles dibujan

su perfil de cobre y brasa.

«Juan Manuel: ¡detén el paso!

le gritan los camaradas.

Juan Manuel: ¡la sangre tuya

será el precio de la audacia!».

Y él sigue, loco y valiente,

con su perfil de medalla,

rozando la muerte fría

que en silencio le acompaña.

En la trinchera enemiga

las cuatro bombas estallan.

Salta la ametralladora

la red de las alambradas.

«¡Vengada queda tu muerte!

Compañero: en paz descansa».

Juan Manuel gira en redondo

sobre la tierra de España;

cae, el corazón abierto,

como una roja granada.

Su sangre caliente abría

regueros de lumbre clara.

Juan Manuel: ¡sobre tu carne

dejó sus besos el alba!

(Nuevo Aragón, 7 de febrero de 1937)

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