CANTO DE ESTÍO
Se cerraron los ojos,
estos ojos míos cándidos y claros.
Huyeron de los tuyos,
negros y embrujados,
encendidos en la calma de la tarde,
en la hoguera del deseo y del pecado.
Y mis manos blancas
barrera de carne, dique, valla, obstáculo
cortaron tu avance,
cerraron el paso
de aquella acometida de caricias,
de mimos y de abrazos.
El aire era de fuego,
estabas embriagado de verano,
triunfaba la Natura sensualmente,
enervaba el perfume de los campos
y quemaba tu aliento
y quemaban tus manos.
¡Oh, tu hondo despecho!
¡El dolor por el capricho no logrado!
¡El extraño contraste de tu carne
encendida y mi carne como el mármol!
En tus ojos obscuros anidaban
la ira, el rencor y el desencanto.
Es fría, insensible, cruel y dura,
no tiene corazón, pensaste acaso.
Y no obstante, no obstante, niño-grande,
cuando tu beso audaz y apasionado
hubo un iris divino en el alma
y un ligero temblor en los labios
(Suplemento Femenino de Las Noticias, 11 de julio de 1930)
DESALIENTO
A Elisabeth Mulder, con mi gratitud
por su generosa comprensión.
Hay días en que siento
que la Vida es cansancio, es hastío y negrura.
Me vence el desaliento
y me rinde mi cruz de amargura.
¡Imploramos en vano! ¡Imploramos en vano!
Nuestras voces se pierden ignoradas y solas.
Hundida estoy en medio del Océano
y a merced de las olas.
Como es leve y pequeña mi voz cansina,
la Vida no la advierte.
Pasa el hombre a mi lado, tampoco la adivina:
¡la voz de él es tan fuerte!
Rutas llenas de zarzas, llenas de abrojos,
¡siempre lo mismo!
Se me cierran de espanto los ojos
por no ver este abismo.
No sé por qué habrá sido, ni qué mano
sembró espinas en todas mis sendas.
¡Qué tengo que hacer, hermano,
para que me entiendas!
Para que mi acento sea comprendido,
para que en tu alma mi canto se ahonde,
tú que pasas siempre arrogante y erguido,
¿qué he de hacer? ¡Responde!
Me he mostrado siempre tal cual soy. Te he dado
el alma y la vida:
Hombre que a la tierra vives apegado,
¡en tu carne un día se abrirá mi herida!
(Suplemento Femenino de Las Noticias, 6 de marzo de 1931)
EL ENCUENTRO
Después de tanto tiempo, ha querido la Vida
que tú y yo nos halláramos. Tú y yo que antaño fuimos
Amor. ¿Por qué tu imagen no me fue presentida?
¿Por qué no me gritaron piadosos los abismos?
¿Por qué no te nombraron los montes y la sierra,
y las cumbres y el bosque y el lago cristalino?
¿Por qué no me advirtieron ni el cielo ni la tierra
de que habría de hallarte en mi mismo camino?
Lo ignoro. Me encontré frente a ti. Me miraste.
Pude yo aún balbucir una frase banal.
Fue tu sonrisa lívida Más tarde te alejaste.
Después nada La Vida Todo ha seguido igual
(Suplemento Femenino de Las Noticias, 20 de marzo de 1931)
ESTIU95
Sortí al portal de la masia. El sol
arborava els pallers i el blat de lera.
Ni un alè daire. Calor i pols i el cant
tossut de les cigales cridaneres.
Amb la mà fent pantalla es tapà els ulls
brunzien unes mosques vironeres,
fixà lesguard en la blavor del cel
i en el verd tendre de les mongeteres.
Vora el pou enrunat dormia el gos pelut.
La vaca mig tancava les parpelles.
Un ninyó camallarg, golafre i embrunit
brandava àvidament una perera.
Entre marges de pols i gatoses roents,
es perdia molt lluny, la carretera...
(Portantveu del Club Femení i dEsports, número xxvi, julio de 1932)
JUAN MANUEL
La noche es oscura
y larga.
Las bocas de los cañones
vomitan metralla.
Mandan ametralladoras
mensajes de duras balas.
La piel seca de la tierra
la destrozan y la rasgan
en sus fuertes explosiones
las granadas.
En las trincheras, las lenguas
brillantes y plateadas
de las bayonetas hienden
la noche hostil y cerrada.
El frío clava sus dardos
de hielo en las carnes pálidas;
sus alfileres la lluvia
y el cansancio sus tenazas.
¡Qué noches éstas, luchando
sin tregua en las avanzadas!
La Muerte, en ronda incansable,
sobre la tierra de España.
La ametralladora muerde
peines repletos de balas:
quien levante la cabeza,
¡qué chorro de sangre cálida!
¡Madre, madre, me han matado!
grita una voz muy quebrada.
Juan Manuel cierra los ojos
para beberse las lágrimas;
mira al compañero muerto
y de la trinchera salta
con cuatro bombas de mano
en busca de la venganza.
Camina erguido y heroico
con la frente levantada.
Los proyectiles dibujan
su perfil de cobre y brasa.
«Juan Manuel: ¡detén el paso!
le gritan los camaradas.
Juan Manuel: ¡la sangre tuya
será el precio de la audacia!».
Y él sigue, loco y valiente,
con su perfil de medalla,
rozando la muerte fría
que en silencio le acompaña.
En la trinchera enemiga
las cuatro bombas estallan.
Salta la ametralladora
la red de las alambradas.
«¡Vengada queda tu muerte!
Compañero: en paz descansa».
Juan Manuel gira en redondo
sobre la tierra de España;
cae, el corazón abierto,
como una roja granada.
Su sangre caliente abría
regueros de lumbre clara.
Juan Manuel: ¡sobre tu carne
dejó sus besos el alba!
(Nuevo Aragón, 7 de febrero de 1937)