Una investigación sobre los prisioneros políticos en la guerra griega ha mostrado la potencialidad del concepto de subjetividad en relación con el de poder (Voglis, 2002). Prácticas violentamente represivas como el arresto, el encarcelamiento, la tortura y los trabajos forzados han sido constitutivas del sujeto de los prisioneros, pero la subjetividad está propiamente constituida por relaciones y procesos, se sitúa en el intercambio de estructura y agente; los prisioneros políticos, asumiendo diversas posiciones como sujetos dentro de la colectividad de la prisión también ésta es una forma de intersubjetividad, encarnan diversos aspectos de la subjetividad del prisionero. Partiendo de una constitución del sujeto en el sentido foucaultiano de la relación con el poder del que depende, este análisis llega a la individuación de un sujeto activo y responsable capaz de ser antagonista.
Sobre la tercera cuestión, me parece observar en la contemporaneidad (el siglo XX, pero sobre todo los últimos treinta años) una tensión entre la subjetividad como memoria nostálgica o como reivindicación afirmadora de los derechos propios incluyendo las me-cultures de los movimientos alternativos y la subjetividad incorporada a objetos, que se consuma de manera similar ya sean estos viejos, antiguos o nuevos. Entre ambas aparecen formas de subjetividad, a primera vista, alienadas, pero que encierran posibilidades antagónicas. La relación entre subjetividad y objeto me parece una de las próximas fronteras a investigar, ya se trate de obras de arte, de máquinas o de bienes de consumo. Se podría retomar la observación de Marx según la cual la subjetividad se presenta escindida entre aquellos que sólo tienen la posibilidad de ser sujetos en sentido pleno, pero a quienes las condiciones de represión y explotación se lo impiden, como los trabajadores, y las fuerzas que parecen ser los sujetos del devenir histórico pero no son capaces, como lo es el capital, de tener conciencia y responsabilidad. En otras palabras, se podría pensar en una ampliación del significado de la escisión entre sujeto humano y objetos, entendiendo éstos últimos como máquinas, materia, bienes.
La relación entre identidad y objeto ha sido estudiada en interesantes investigaciones sociológicas (Leonini, 1988) y explicada en páginas de gran maestría literaria (Byatt, 1978). Una innovadora investigación sobre la construcción de la sociedad de consumo en Italia desde los años treinta hasta hoy no sólo explora las conexiones entre formas de la subjetividad y de la percepción de sí, por un lado, y ciertas categorías de objetos de consumo y su conceptualización, por otro, sino que más en general indica la aparición de nuevas formas de subjetividad del consumidor. En éstas se encuentran unidos el sujeto, la situación y el objeto, dando lugar a una especie de socialidad objetualizada; sobre la base de prácticas discursivas que se refieren a esta fusión, los consumidores afirman una irreductibilidad como individuos y un estatus compartido, al menos en ciertos aspectos de su vida (Arvidsson, 2002).
Finalmente, quisiera terminar esta introducción con una consideración metodológica. El enfoque adoptado en este ensayo es, como en otros muchos de mis trabajos, un procedimiento por acumulación o mejor una encrucijada de la obra de otros. Me gusta leer este proceder como un modo de ejercer una forma de intersubjetividad y de afirmar su primacía también en este plano. Por otra parte lo considero una manera de mostrar que cada investigación y cada escritura son un proceso en marcha, un diálogo con otros, en varias partes del espacio y del tiempo. Por eso tienen tanta importancia en mi trabajo las citas y las referencias: entre ellas, el nuevo texto se mueve «como una enredadera entre las rocas» (Cristina Campo, en De Stefano 2002, p. 102), remitiendo a la confortable certeza de que el arte de escribir presupone el de leer (Alessandro Spina, ibid.).
PRIMERA PARTE
EL PASADO, LA INVESTIGACIÓN
1. MEMORIAS ENTRE SILENCIO Y OLVIDO
EXORDIO
El título de este ensayo se refiere a algunas características de nuestro tiempo. En primer lugar, el uso del término «memorias» en plural alude a la multiplicidad que tiene origen en la diáspora de los pueblos en el mundo antiguo y que es de esperar que se impregne, cada vez más, de un sentido auténtico de respeto recíproco, para que multiculturalismo, multilingüismo y multiracialidad no se conviertan en palabras vacías. Con todo, el título se refiere también a la multiplicidad de estratos presente en cada proceso de representación la memoria es la forma de representación por excelencia que no puede limitarse a la vieja metáfora de la relación dicotómica entre la realidad y su imagen. En segundo lugar, si bien el término «silencio» es ambiguo, podemos partir de su significado literal, o sea, lo que existe antes y después del sonido, más concretamente, el área que hay en torno a la palabra, el espacio donde se sitúa el discurso. En tercer lugar, he elegido el término «olvido» (oblio) porque es más común en italiano, así como forgetting lo es en inglés. La raíz latina oblivisci, de la que derivan el francés oubli y el español olvido, indica «llevarse» (portare via) mientras el inglés for-get y el alemán ver-gessen significan literalmente «recibir para» (ricever via) (Weinrich, 1997, introducción a la traducción italiana). Esta expresión, cargada de significado implica, una mezcla de pasividad y actividad muy similar al sentido originario de oblivisci. Por tanto, en este escrito utilizaré «olvido» y «descuido» (oblio y dimeticanza) como sinónimos.
Finalmente, silencio y olvido, a menudo, se confunden el uno con el otro cuando se considera la memoria como una narración, ya sea oral o escrita: lo no dicho puede deberse, o bien a que su recuerdo haya sido realmente suprimido a causa de un trauma, del contraste con el presente, de conflictos de naturaleza individual o colectiva, o bien a que las condiciones para que sea expresado aún (o ya) no existen. A veces, el cambio de estas condiciones puede romper el silencio y hacer que los recuerdos se expresen, mientras que otras veces el silencio dura tanto tiempo, y en condiciones tales, que contribuye a borrar la memoria y suscita el olvido. Del mismo modo, en cambio, el silencio también puede alimentar una narración o fundar una comunicación, que ha sido pacientemente guardada durante los periodos oscuros, hasta estar en condiciones de salir a la luz bajo una forma nueva y más rica.
MEMORIA DE LA MEMORIA, OLVIDO DEL OLVIDO
En el libro X de las Confesiones, San Agustín examina la peculiar y desconcertante naturaleza de la relación entre memoria y olvido, así como, de la memoria misma: ésta se basa en una autorreflexión expresada en los siguientes términos: «recuerdo haber recordado» (p. 13). Es la memoria de cada cual, de la propia alma, de la propia historia en el tiempo: «recuerdo con alegría mis tristezas pasadas» (p. 14). San Agustín pone el acento en la universalidad de la memoria cualidad que incluso poseen los animales y los pájaros, sin la cual no podrían regresar a sus nidos y a sus tareas pero subraya la paradoja propia del rememorar: no es posible buscar algo que se ha perdido a no ser que lo recordemos al menos en parte. Sin embargo, la trabazón de memoria y olvido es tal que San Agustín debe admitir su desconcierto y la necesidad de apelar a Dios, que es más inmenso que la memoria.
La paradoja se refiere no sólo a la historia del individuo, sino a la de toda la civilización. En una conferencia de 1987, Yosef Yerushalmi ha confesado haberse resistido durante mucho tiempo a hablar de un tema como los «Usos del olvido». Su resistencia se fundaba en el recuerdo del riesgo de olvidar la Tora en el antiguo Israel y era alimentada por la conciencia de la rápida pérdida de otras culturas tras el desarrollo de una determinada religión y cultura judía. En efecto, cuando en el antiguo Israel se instaló el monoteísmo, el vasto y rico mundo de las religiones y de las mitologías del Próximo Oriente fue olvidado y sólo sobrevivió una caricatura, elaborada por los profetas judíos, los cuales redujeron aquellos cultos a una idolatría considerada como mera adoración de la madera y de la piedra. Incluso se olvidó el olvido, y ello supuso una pérdida irremediable.