Victory Storm - Cenicienta De Sangre стр 6.

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¡Es más! Esa unión de genes distintos lo había vuelto perfecto: ¡fascinante y magnético como un vampiro, resistente y poderoso como un lobizón, dulce y humilde como un humano con una pizca de magia!

¡Irresistible para mí! ¡Tanto como para considerarlo el muchacho de mis sueños durante toda mi adolescencia!

Una obsesión jamás correspondida, sino con un gran afecto y sentido de protección de su parte.

Incluso si había crecido y la obsesión se había atenuado, bastó que su mirada ámbar se posara en mi por un instante, antes de mirar al resto de los presentes, para sentir de nuevo el corazón dando brincos.

Cuando lo vi luego quitarse la playera mojada por el sudor y quedarse con el pecho desnudo con esa sonrisa dulce grabada en su rostro, me puse completamente roja.

April, ¿qué haces aquí?, me dijo de inmediato viniendo hacia mí y dándome un beso en la mejilla caliente.

Hola, Leo. Te estaba buscando. Necesito tu ayuda., lo saludé orgullosa de mí. Me había llevado cinco años conseguir hablar delante de él sin balbucear y finalmente lo había conseguido.

Siento perfume a problemas

Es por la invitación a la fiesta de máscaras de esta noche.

Problemas serios, dijo de inmediato Leo.

No si tú me ayudas, le supliqué. Te lo ruego.

Y como podría decirte que no, me susurró haciéndome una caricia en la mejilla que hizo que me temblaran las piernas.

Aquí estas!, llegó como un rayo Elizabeth interrumpiendo mi encuentro idílico. Sentí tu presencia desde afuera, con ese tambor que tienes en el lugar del corazón.

Ely, déjala en paz, intervino Leo. Sabes que no es de buena educación hacer notar cuanto podemos percibir las emociones humanas.

No es culpa mía si tengo un oído extrafino, se justificó Elizabeth de inmediato, mordaz con Leo. Y tú, por otra parte, ¡vístete! ¿No ves que haces que se emocione? ¡Está toda roja y acalorada! Es obvio que el enamoramiento que siente por ti todavía no se le pasó, y ya que no quieres corresponderla, por lo menos ten la decencia de vestirte y de evitar ciertas cosas con ella o seguirás ilusionándola, ¡estúpido!

Era imposible estar delante de Elizabeth sin sentir al menos por un instante el impulso de matarla.

Y no sólo para las pobres humanas como yo, sino también para los vampiros y lobizones.

Ella era la Princesa de la Confederación: las más hermosa, la mejor, la más fuerte, la más deseada, la perfecta

Y ella lo sabía. ¡Y lo sabía bien!

Al único al que no le importaba era a Leo.

Y eso enojaba muchísimo a Elizabeth. Las cosas, además había empeorado cuando ella, la mejor en combate, había sido vencida por el mejor en combate, es decir, Leo.

Una derrota imperdonable para Elizabeth, tanto que se había vuelto aún más resentida hacia él, quien por el contrario siempre la trató como a una dulce hermanita a la que amaba, a pesar de todo.

Como un perrito obediente, Leo fue de inmediato a buscar una playera limpia para ponerse.

Entonces estas aquí por la fiesta de máscaras?, me trajo nuevamente a la realidad, Elizabeth.

Sí. Quiero ir, pero mis padres no me lo permiten.

Creía que eras lo suficientemente grande como para decidir sobre tu vida, dijo ella, clavando el cuchillo en la herida.

Es obvio que no quiere dar un disgusto a su padre o hacerlo preocupar, llegó en mi auxilio Leo que en el mientras tanto se había puesto una playera.

Entonces? ¿Quieres ir y darle un disgusto a tu padre o no?, intentó comprender Elizabeth.

Quiero ir sin darle un disgusto a mi padre.

De qué forma?, sospechó Elizabeth cruzando los brazos. Su mente ya estaba buscando una solución.

Se trata de una fiesta de máscaras, por tanto, ¡nadie sabrá realmente quien será quien!

Olvídate de la invitación.

No es que tal vez les sobra una?

Yo tendré la de mi padre. Está furioso por eso y decidió que no irá. Hace días que pelea con mi madre por ese motivo. De todas formas, en mi casa no queda nada entero. Parece una casa bombardeada, intervino Leo.

Tiene que ir o arriesgará la posibilidad de hacer una alianza!, se alarmó Elizabeth.

Lo sé, de hecho, iré en su lugar pero eso todavía no lo sabe.

Perfecto! ¿Y yo podré usar su invitación?, pregunté esperanzada.

Será difícil hacerte pasar por esa montaña de músculos del tío Xander, me respondió mi prima con la aprobación de Leo.

¡Se los ruego, ayúdenme! ¡Sólo quisiera poder ir! ¡Aunque sea sólo por diez minutos! Quizás, si voy alrededor de las once y mis padres se demoran, nadie sabrá jamás lo que hice.

Las once? ¡Mi invitación es para la medianoche!, me informó Elizabeth.

Por qué?

Para los vampiros la medianoche es considerada la Hora de la Sangre. Es un honor haber recibido la invitación para esa hora, a diferencia de los demás que fueron invitados con antelación, me explicó pavoneándose.

Entonces no podré ir a las once?

Yo puedo ir cuando quiera, dijo ofendida.

Entonces por qué no le das tu invitación a April hasta la medianoche?, intentó preguntar Leo.

Buena idea!, exclamé sintiéndome en el séptimo cielo.

Están bromeando? ¡April es una humana! ¡Me hará quedar mal!, dijo Elizabeth.

También tú eres mitad humana y además estoy segura de que, siguiendo tus consejos, voy a estar perfecta como tú... o casi, dije implorando para hacerla ceder.

Con ese concierto cardíaco que tienes y esas mejillas siempre rojas? No, imposible.

Podría pedirle a Grucho o a alguien más hacerme un encantamiento.

Finalmente, pude convencerla de ayudarme.

Sin embargo, todas mis ideas sobre el look para la noche fueron rechazadas por mi prima.

¿Recuerda que durante esa hora serás yo, por tanto, deberás estar impecable, fui clara? ¡Y pobre de ti si dejas que te descubran! Si todo esto llegara a oídos de mi madre, comenzó a decir antes que el temblor de su voz revelara su malestar. Bien, la vampiresa perfecta Elizabeth tenía miedo a una sola cosa: su madre, una simple humana, a quien no le importaba la sangre Antigua que llevaba su hija y el hecho que fuera considerada la princesa de la Confederación.

Creía que eras demasiado grande, para tener miedo todavía de tu madre, me burlé de ella.

Nunca se es demasiado grande para ella, me respondió con una sonrisa tímida que escondía el infinito amor que sentía por su madre.

Finalmente, ese día voló a manos de Harold, el lacayo más entretenido y emotivo de la Confederación. Bajo las órdenes tiránicas de Elizabeth, a quien temía como la muerte, me hizo un vestido idéntico al que ella usaría más tarde cuando me fuera de la fiesta.

Después fue el turno de la máscara de plumas.

Todo estrictamente negro y ultraliviano.

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