Isabelle B. Tremblay - Las Quimeras De Emma стр 7.

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¡Ahí estás! Candice nos acompañará esta mañana. Ve a darte una ducha, te esperaremos para ir a almorzar.

¿La noche ha sido complicada? preguntó Candice que no había apartado los ojos de Emma y la voz de la cual no mostraba ninguna emoción.

Emma no hubiera sabido decir si estaba enfadada o era sarcástica. Prefería permanecer en silencio y mirarla durante un instante. Era una mujer hermosa que debía de ser mucho más joven de lo que parecía en realidad. Iba sobriamente vestida, pero con gusto, y llevaba nombres de grandes marcas que Emma no podría pagarse con su sueldo actual. Sus cabellos eran rubios y caían a capas sobre sus hombros. Nada de mechas locas o cabellos rebeldes. Llevaba una blusa blanca con un único botón desabrochado arriba, bajo una chaqueta de traje negra, y hasta llevaba una corbata. Su pantalón era negro, estilo traje, para completar su look andrógino que era al mismo tiempo muy femenino. Emma había tenido pocas ocasiones de cruzarse con Candice; sin embargo, cada vez, le hacía pensar en una abogada por su aspecto profesional y distante.

Me doy prisa farfulló Emma cogiendo un pantalón y una camisa de su maleta.

Candice siguió a Emma con la mirada mientras ella se dirigía hacia el baño sin dejar de escuchar a Charlotte que le explicaba el itinerario de la mañana. Comprendía que la joven debía de haber pasado la noche fuera y seguramente acompañada. Sus ojos estaban ojerosos, cansados, su vestido estaba arrugado y manchado de arena mientras que sus cabellos estaban despeinados. Al contrario de lo que la gente podía pensar, no era fácil engañarla ni era estúpida. Observaba mucho a la gente y, por su lenguaje corporal, era capaz de adivinar quiénes eran. Candice había vivido mucho. Había visto en seguida que Charlotte no era una santa y que coleccionaba hombres y aventuras. Durante una gala benéfica, un socio de negocios de su marido se había ido de la lengua, sin conocer el vínculo que unía a las dos mujeres. A ella le había hecho gracia el detalle. Era su vida privada después de todo y no tenía ningún derecho a opinar sobre esa parte de su vida. Bueno, siempre y cuando eso no afectara la revista. Para ella era cuestión de honor separar las dos esferas de la vida.

Si tu vienes, Emma podría quedarse aquí. Puedes ayudarme con mi inglés si me equivoco propuso Charlotte de pronto.

No. No la he traído aquí para pagarle un viaje de placer y para que se pase las noches ligando y los días durmiendo. Y tampoco estoy aquí para llevarte de la mano, Charlotte. Quiero observar a Emma trabajando. Quiero ver en quién invierto mi dinero.

Charlotte le dedicó una sonrisa a su jefa. Estaba totalmente en lo cierto, aunque tenía una manera de expresarse que no dejaba lugar a la interpretación. Su tono no era para nada suave. Decía la verdad sin tapujos. Un rasgo de la personalidad que Charlotte también poseía y que, a veces, podía provocar choques entre las dos. Cogió su bolso y metió dentro su grabadora, su cuaderno y dos bolígrafos. Candice observaba a su redactora con satisfacción.

Las dos tenían varios puntos en común. Estaba bien no tener que soportar gritos y lágrimas cada vez que decía lo que pensaba o que subía la voz. Candice no se andaba con rodeos y era siempre expeditiva. También apreciaba a Charlotte por sus cualidades, como su ambición, su franqueza y su impulsividad, que le recordaban sus propios comienzos. Estaba ya muy al fondo de su memoria y había llovido mucho desde entonces. Ella tenía defectos, entre los cuales el de ser demasiado dura con la joven, porque quería que llegara casi a la perfección. Charlotte tenía talento de verdad y Candice esperaba verla triunfar sin auto sabotearse, como había visto hacerlo tantas veces a sus antiguas redactoras.

Emma terminó saliendo de la ducha al cabo de unos diez minutos. Estaba fresca como una rosa y se había maquillado sobriamente. Encontró a las dos mujeres que seguían hablando de su estancia.

¿Espero que serás capaz aguantar todo el día? preguntó Candice mientras cogía su bolso que había dejado encima de la cama.

Vamos a pedirle un buen café solo, y ya verás, va a aguantar replicó Charlotte por Emma.

Creo que está capacitada para responder ella misma, ¿a menos que sea muda?

Estoy en plena forma. No voy a decepcionaros, Señora Rose.

***

Fue el teléfono lo que despertó a Ian. Entreabrió los ojos y vio que eran ya las tres de la tarde. Recogió el aparato, que había dejado de sonar y se dio cuenta de que tenía una llamada perdida de Lilly Murphy. Con la mente un poco espesa, cogió su paquete de cigarrillos y se acordó de que estaba en la habitación de invitados de la casa de verano de los padres de Ryan. Sacó un cigarrillo del paquete que estaba al lado de su teléfono móvil y lo encendió después de haberse acercado a la ventana. Pensó por un momento en Emma y sonrió tontamente, luego su sonrisa desapareció en cuanto pensó en Lilly. Ian inspiró el humo de su cigarrillo y marcó el número de la joven para devolverle la llamada.

Soy yo, Lilly, ¿qué pasa? preguntó cuando una voz de mujer respondió después del segundo tono.

Lo mismo te pregunto. Intento contactarte desde ayer por la noche.

La inquietud presente en su voz había dejado paso a la cólera.

¿Ha pasado algo grave?

Ian suspiró y se puso a observar una grieta en el pavimento de madera blanca que recubría el suelo.

No. No volviste ayer por la noche. No me has llamado para informarme ni me has mandado un mensaje. Tu jefe ha dejado un mensaje, porque te estaba buscando, imagínate. ¿Cómo crees que me he sentido?

Me he cogido el día libre. Me quedé despierto hasta tarde y bebí un poco. He preferido dormir en casa de Ryan...

Por lo general, cuando uno se coge el día de fiesta, hace una llamada a su jefe para avisarle. Corres el riesgo de perder tu trabajo otra vez. Podrías haberme avisado al menos, es lo mínimo. Me he preocupado por nada.

Lilly, te pido disculpas de verdad. Tienes razón, me he comportado mal y debería haberte avisado. Ya sabes cómo soy, querida. Voy a llamar a Jeff para explicarle la situación. Lo entenderá. Y deja de preocuparte por mí y por mi trabajo. Todo va a ir bien. Jeff es un viejo amigo. Nos conocemos desde hace años.

La joven suspiró.

¿Cuándo piensas volver?

Mañana. O quizás al día siguiente. No lo sé, Lilly.

Ella sabía que quejarse no serviría de nada y colgó después de hacerle prometer que la volvería a llamar. Ian abrió la ventana y tiró la colilla. Se puso unos tejanos y bajó al piso de abajo. Se encontró a Ryan en la terraza, en la parte trasera de la casa, que daba al océano.

¿Entonces, ayer por la noche? preguntó Ryan con un guiño.

Fue mágico.

¿Has llegado hasta el final con ella? ¿La chica valía la pena?

Ian escogió una silla que estaba frente a su amigo y le miró, con una sonrisita.

¿Eso cambiaría algo en tu vida?

Ryan se echó a reír.

¡¿No has conseguido hacértela?!

Esta chica, es más que eso. Tiene algo que no consigo entender. Que me atrae. Se trata de una maldita historia del corazón. El sexo pasa a un segundo plano. Como una fusión o algo así

Ryan no paraba de reír mientras Ian escribía un mensaje a Emma, proponiéndole que se encontraran por la noche en el Ocean Bar, como la noche anterior. Estaba febril, pero seguro de volver a verla. La energía que corría entre los dos era innegable.

Y Lilly, ¿qué haces con ella?

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