Stephen Goldin - ¡polly! стр 6.

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Tomó su camino entre la multitud de la gente como si se tratase de un gato de pelo negro con los ojos brillantes. Había ido dirección al sofá adrede mirando a Herodotus para terminar sobre sus piernas. Herodotus acarició su piel con cuidado. El gato no se quejó, y empezó a ronronear amasando su muslo con sus patas aterciopeladas.

Entonces Polly regresó, vistiendo un leotardo cubierto de lentejuelas —rojo con rallas blancas verticales, con un embellecedor azul con estrellas blancas en la parte superior e inferior. Sus hombros, brazos y piernas estaban desnudos, con zapatillas de baile en sus pies.

“Ah, has conocido a Midnight” dijo Polly con una sonrisa.

“Creo que él me ha encontrado a mi” dijo Herodotus.

“Veo que sueles pensar las cosas desde una perspectiva “descabellada”.

“He vivido con unos pocos toda mi vida” admitió él.

“Me alegra oírlo. Los gatos son la prueba viviente de que Dios solamente bromeaba cuando decía que debería haber otros dioses antes que él.” Se sentó y acarició el gato. Ronroneó todavía más fuerte.

Polly saltó al sofá a su lado, dando saltos un par de veces con todo el decoro de una niña revoltosa de diez años, terminando sentándose de lado con las piernas cruzando frente a él. El gato ni se asustó. “Ahora, ¿de qué podríamos hablar?” preguntó ella.

Herodotus sacudió la cabeza. “No estoy de humor para hablar. Solamente quiero que me arreglen el coche y regresar.”

La voz de Polly pareció compasiva. “Tienes problemas, ¿no?”

“He dicho que no quiero hablar de ello.” Su tono se volvió más áspero de lo que quería.

“Bueno” dijo ella, todavía acariciando al gato. “Entonces hablemos de mi tema favorito —yo mismo. Hazme preguntas. Se que tienes algunas, lo puedo ver en tus ojos. Pregúntame cualquier cosa. Me siento muy bien, por lo que tendrás una de esas oportunidades que aparecen una vez en la vida y por las que algunos hombres morirían por ella.”

Obviamente no lo iba a dejar solo, por lo que debería contestarle también con humor.

“¿Cultivas muchas flores por aquí?”

Permaneció en silencio y perpleja durante unos segundos. “Tengo que admitir, que no es el tipo de preguntas que me suelen hacer. Normalmente son del tipo ‘cuál es el sentido de la vida’ o ‘porque me ha pasado a mi’. Claro que cultivo, tengo un jardín pequeño para ello, pero no más grande que el de Versalles. ¿Por qué me lo preguntas?

“Bueno, cuando llegué me dijiste ‘Bienvenido a greenhouse’.”

Polly se puso a reír. Era un sonido como campanas sonando, un sonido que hizo que toda la sala resplandeciera, algo que era placer en su pura esencia. “No ‘greenhouse’ de almacén para cultivar plantas” dijo ella. “Green House” por su color verde.

“Pero tu casa es blanca.”

“Si, pero ‘Casa Blanca’ ya está tomada, ¿no?”

Herodotus cerró sus ojos. Su cerebro le parecía que había entrado en una densa niebla. “No estoy seguro que tenga ningún sentido.”

“¿Sentido? No he hablado jamás de ningún ‘sentido’ en el contrato de la casa. O ‘justicia’, de hecho. Ni en la letra pequeña. La leí toda.”

Herodotus tenía la sensación incómoda de que Polly había estado viviendo sola durante demasiado tiempo. Estuvo a punto de ponerse en pie y decirle que seguiría esperando afuera a que su mayordomo viniera con el coche. Era un hombre alto con traje, pelo con signos de calvicie y algunas canas en un lado. Tenía un cierto aire de superioridad, y llevaba una bandeja plateada con canapés en su mano derecha. Acostó educadamente la bandeja y dijo en un acento británico de clase alta.

“¿Un refrigerio?”

“Gracias, James” dijo Polly mientras tomaba un entremés de la bandeja mientras miraba a Herodotus. “¿Te preocupa algo?”

La mayoría de las fiestas a las que había ido tenían patatas fritas y salchichas, o cuencos de nueces o pretzels. No había nada familiar en la bandeja que tenía delante suyo. “Eh, ¿que me recomiendas?”

“A ver, todo está bueno” dijo Polly “lo he echo todo yo misma.”

Herodotus escogió lo que parecía una flor pequeña roja y marrón sobre una galleta salada. La mordió con cuidado, y se dio cuenta que tenía un punto de dulzor y otro de salado.

“Está bueno” dijo mientras terminaba de comérselo.

“Bueno, no tienes que mostrarte tan sorprendido” dijo Polly.

“¿Qué es?!

“Tras pensarme la respuesta, creo que te lo contaré. No queremos más por el momento, James.”

“Como desee, Madam.” El mayordomo se retiró a servir al resto de los invitados.

Polly contempló como Herodotus terminaba de masticar el canapé, y dijo. “Esto, ¿por dónde estábamos?”

“No creo que estuviésemos en ninguna parte.”

“Ah, sí, me estabas haciendo preguntas profundas y perspicaces. Venga, no puedo esperar a la siguiente.”

Herodotus se terminó el vino antes de regalarle otra muestra de sus pensamientos. Tras un suspiro, decidió lo que le estaba preocupando. Bueno, uno de ellas. Polly no parecía estar ofendida por su franqueza.

“¿Sabes que” preguntó directamente “hay un muñeco de nieve en medio de la entrada a tu casa?

“Ah, ¿el señor Frío? Pensaba que ya lo habían quitado. Debe haber estado deambulado por ahí pues le gusta mirar como pasan los coches.”

Esto me ha dejado helado. “Me estás tomando el pelo.”

Ella le respondió con una flamante sonrisa, una sonrisa que iluminó la habitación con un arco de luz. “Por supuesto, tonto” dijo ella colocando su mano sobre su rodilla. “El señor Frío no puede ir a ninguna parte— no tiene piernas. Esto siempre me ha llevado a preguntarme sobre Frosty. ¿Cómo puede bailar si los muñecos de nieve no tienen ni pies ni piernas? Aunque su canción es bonita.”

El tacto de su mano con su rodilla le hizo sentir... algo en él. No estaba caliente, pues había conectado el aire acondicionado. No se trataba de electricidad, aunque sintió como todo su cuerpo estaba electrizado. No era nada sexual, aunque sus leotardos le puso en alerta ante su cercana feminidad. Tan sólo era algo, y sin duda era bueno.

Empezaron las preguntas. “Pero como—“ cuando lo interrumpió.

“Basta de preguntas y respuestas por ahora. Quizás más tarde, si eres un buen chico. Ahora, necesito mi hora de ejercicio, el cual debería haber empezado. Es por lo que voy vestida así. Ven al gimnasio y hazme compañía.

“¿Y los invitados?”

“Oh, estarán bien solos durante un momento. James y Fifi pueden cuidar de ellos.”

“No suelo hacer mucho ejercicio” dijo Herodotus, sin importarle decir que hacer ejercicio no era tan interesante como verlo hacer a otra persona. “Adelante. Me quedaré sentado cuidado a tu gato esperando a que tu chófer arregle mi coche.”

“Oh, no lo harás” dijo ella levantándose del sofá de un salto y agarrándole del brazo. Midnight aprovechó la situación para saltar de la falda de Herodotus y caer en algún otro lugar. “Me encanta ser vista” continuó Polly “y no puede ser contigo aquí.” Tiró de él y lo acercó junto a ella. “Tómalo como repago por mi hospitalidad.”

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