Danilo Clementoni - Encuentro Con Nibiru стр 15.

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«Esperemos que sea así» replicó un poco titubeante Elisa. «No creo que sea fácil convencer al Presidente que esto no sea una tomadura de pelo.»

«Sólo él puede llevar a cabo una empresa de este tipo. Démosle un poco de tiempo.» después, volviéndose hacia Petri, dijo «Con tus sensores o cualquier otro artefacto del demonio que quieras utilizar intenta mostrar un bonito espectáculo. Deberemos asombrarlo con algo realmente excepcional y que sea capaz de dejar a todos con la boca abierta.»

«Yo me encargo» dijo Petri con una sonrisa sardónica. «La verdad es que efectos especiales no nos faltan»

«Si quieres puedo indicarte la posición exacta de la Casa Blanca, la residencia oficial del presidente de los Estados Unidos de América, y también la del Pentágono, que es la sede del cuartel general del Departamento de Defensa.»

«Muy bien» dijo Elisa acercándose a Azakis «mientras vosotros dos os divertís atemorizando a los pobrecitos habitantes de la Tierra, te agradecería que me explicases que es esta extraña cosa que me has dado antes.»

«Como te decía, pienso que pueda ser la solución a todos vuestros problemas con los residuos»

«No me dirás ahora que bastará que lo encienda para hacer desaparecer todo el plástico que hay por ahí disperso, ¿verdad?»

«Por desgracia no hemos inventado todavía nada parecido pero esto podría ayudaros a sustituirlo»

«Soy toda oídos» y se lo dio.

«Este pequeño objeto no es otra cosa que un mini generador de campo de fuerza. Gracias a una sencillísima programación es capaz de tomar la forma del objeto que se desea.»

«No lo entiendo»

«Ahora mismo te hago una demostración. Abre la mano.» Azakis apretó con delicadeza el pequeño y oscuro rectángulo entre el pulgar y el índice y se lo apoyó sobre la mano abierta. No había pasado ni un segundo cuando, por encanto, una hermosísima maceta de mil y variados colores se materializó en la mano.

«Pero ¡qué diablos…!» Elisa, atemorizada, retrajo instintivamente la mano y dejó que la maceta cayese a tierra mientras rebotaba de aquí para allá, pero sin romperse y, sobre todo, sin emitir ningún ruido.

«Perdona» consiguió susurrar Elisa apenada. «Realmente no me lo esperaba» y se inclinó para recogerla.

La cogió, la levantó sobre la cabeza y comenzó a observarla desde todos los ángulos. A pesar de que la superficie era totalmente lisa no parecía que la luz se reflejase en ella de ninguna manera. Al contacto el objeto estaba más frío de lo que se esperaba y no parecía que estuviese hecho de un material que ella conociese.

«Esta cosa es absolutamente increíble. ¿Cómo lo habéis conseguido?»

«Todo el mérito es suyo» respondió Azakis indicando el pequeño objeto negro que estaba incrustado en el fondo de la maceta. «Es eso lo que está generando un campo de fuerza con la forma que ves.»

«¿Lo podrías hacer con forma de botella?»

«Por supuesto» respondió Azakis con una sonrisa. «Observa» y mientras lo decía apoyó la yema del dedo índice sobre el pequeño rectángulo y la maceta desapareció. Lo estrujó de nuevo apoyando sobre él el pulgar y una elegante botella de color azul cobalto, de cuello largo y sutil, apareció de la nada.

Elisa quedó con la boca abierta y tardó algo de tiempo en recuperarse de la impresión. A continuación, sin sacar los ojos del objeto, dijo con voz quebrada por la emoción «Ven Jack, esto no puedes perdértelo.»

El coronel, que ya había dado a Petri todas las indicaciones para identificar los dos objetivos, se volvió hacia ella y, con paso tranquilo, se le acercó. Miró distraídamente el objeto que Azakis tenía en la mano y, con aire cansado, dijo «¿Una botella? ¿Qué es tan interesante de ver?»

«Sí, claro, una botella» replicó refunfuñando Elisa. «Sólo que hace unos segundos era una hermosa maceta de colores.»

«¡Venga ya! No me tomes el pelo.»

«Zak, demuéstraselo.»

El alienígena realizó la misma sencilla operación de antes y esta vez, entre sus manos, apareció una enorme esfera negra como la pez.

«¡Madre de Dios!» exclamó el coronel dando un salto hacia atrás.

«Esto sabes lo que es, ¿no?» dijo Azakis mientras abrazaba aquella bola de casi un metro de diámetro.

«Sí, sí» exclamó la doctora toda nerviosa. «Es idéntica a aquella que hemos encontrado sepultada en el campamento, dentro de la misteriosa caja de piedra.»

«Había también otras tres» añadió el coronel «que sirvieron luego para el aterrizaje de la nave espacial.»

«Justo.» confirmó Azakis. «Las habíamos dejado nosotros la última vez y nos han servido como referencia para la recuperación del cargamento de plástico.»

«¡Guau!» exclamó Elisa. «Todo se está aclarando poco a poco.»

«Perdona, una pregunta estúpida» dijo Jack volviéndose hacia el alienígena. «Si quisiéramos usar estas cosas como recipientes, por ejemplo para el agua, tendríamos que inventar un sistema práctico de cierre y apertura. ¿Cómo se podría hacer?»

«Muy sencillo. Se usa otro y se hace con forma de tapón»

«Mira que soy memo. No lo había pensado.» exclamó Jack dándose un golpe en la frente.

«¿Cómo llamáis a estas cosas?» preguntó Elisa con curiosidad.

«Su nombre en nuestro planeta es Shani» respondió Azakis mientras hacía desaparecer de nuevo la esfera y la sustituía el rectangulito oscuro.

«Entonces esto es un pequeño Shani.» dijo Elisa sonriendo mientras que, teniéndolo entre las manos, lo observaba con atención. «¿Puedo intentar yo construir algo?»

«Bueno, no es tan sencillo. Yo lo consigo porque, para su programación en tiempo real, utilizo mi implante N^COM. Por lo tanto, o te pongo uno a ti o utilizas….» se interrumpió y se puso a revolver en un pequeño cajón al lado de la consola. Después de algunos segundos extrajo de él una especie de casco muy similar al que habían utilizado antes para respirar y, poniéndoselo, terminó la frase diciendo «esto»

«¿Me lo debo poner en la cabeza?» preguntó Elisa dudando.

«Exacto.»

«¿No me va a freír el cerebro esta cosa, verdad?»

Azakis sonrió. La cogió delicadamente de las manos y la ayudó a ponérselo correctamente.

«¿Y ahora?»

«Coge el Shani entre los dedos y piensa en un objeto cualquiera. No te preocupes por las dimensiones. Está programado para no transformarse en nada que sea mayor de un metro cúbico.»

Ella cerró los ojos y se concentró. Después de unos segundos, un fantástico candelabro plateado de tres brazos se materializó entre sus manos.

«¡Dios mío!» exclamó estupefacta. «Es absurdo. Es increíble.» Elisa no conseguía contener su emoción. Giraba y volvía a girar el objeto entre las manos analizándolo en todos sus detalles. «Es exactamente como lo había imaginado. No es posible, estoy soñando.»

Nasiriya – La emboscada

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