CRIADA. Estas palabras no pueden seguir. Tú no tienes que hablar de lo pasado. (La CRIADA mira a las puertas presa de inquietud.)
NOVIA. Tiene razón. Yo no debo hablarte siquiera. Pero se me calienta el alma de que vengas a verme y atisbar mi boda y preguntes con intención por el azahar. Vete y espera a tu mujer en la puerta.
LEONARDO. ¿Es que tú y yo no podemos hablar?
CRIADA (con rabia). No; no podéis hablar.
LEONARDO. Después de mi casamiento he pensado noche y día de quién era la culpa, y cada vez que pienso sale una culpa nueva que se come a la otra; ¡pero siempre hay culpa!
NOVIA. Un hombre con su caballo sabe mucho y puede mucho para poder estrujar a una muchacha metida en un desierto. Pero yo tengo orgullo. Por eso me caso. Y me encerraré con mi marido, a quien tengo que querer por encima de todo.
LEONARDO. El orgullo no te servirá de nada. (Se acerca.)
NOVIA. ¡No te acerques!
LEONARDO. Callar y quemarse es el castigo más grande que nos podemos echar encima. ¿De qué me sirvió a mí el orgullo y el no mirarte y el dejarte despierta noches y noches? ¡De nada! ¡Sirvió para echarme fuego encima! Porque tú crees que el tiempo cura y que las paredes tapan, y no es verdad, no es verdad. ¡Cuando las cosas llegan a los centros, no hay quien las arranque!
NOVIA (temblando). No puedo oírte. No puedo oír tu voz. Es como si me bebiera una botella de anís y me durmiera en una colcha de rosas. Y me arrastra, y sé que me ahogo, pero voy detrás.
CRIADA (cogiendo a LEONARDO por las solapas). ¡Debes irte ahora mismo!
LEONARDO. Es la última vez que voy a hablar con ella. No temas nada.
NOVIA. Y sé que estoy loca y sé que tengo el pecho podrido de aguantar, y aquí estoy quieta por oírlo, por verlo menear los brazos.
LEONARDO. No me quedo tranquilo si no te digo estas cosas. Yo me casé. Cásate tú ahora.
CRIADA (a LEONARDO). ¡Y se casa!
VOCES (cantando más cerca).
NOVIA. ¡Despierte la novia! (Sale corriendo a su cuarto.)
CRIADA. Ya está aquí la gente. (A Leonardo.) No te vuelvas a acercar a ella.
LEONARDO. Descuida. (Sale por la izquierda.)
(Empieza a clarear el día.)
MUCHACHA 1ª (entrando).
VOCES.
CRIADA (moviendo algazara).
MUCHACHA 2ª (entrando).
CRIADA.
MUCHACHA 1ª.
MOZO 1º (entrando con el sombrero en alto).
VOCES.
MUCHACHA 2ª.
CRIADA.
MUCHACHA 3ª (entrando).
(Entran tres convidados.)
MOZO 1 º.
CONVIDADO.
MUCHACHA 1ª.
CONVIDADO.
MOZO 1º.
CRIADA
VOCES.
MOZO 1º.
CONVIDADO.
PADRE (entrando).
MUCHACHA 3ª.
CRIADA.
MOZO 2º.
CRIADA.
MUCHACHA 1ª.
MUCHACHA 2ª.
MUCHACHA 1ª.
CRIADA.
MOZO 1º.
CRIADA.
(Aparece la NOVIA. Lleva un traje negro mil novecientos, con caderas y larga cola rodeada de gasas plisadas y encajes duros. Sobre el peinado de visera lleva la corona de azahar. Suenan las guitarras. Las MUCHACHAS besan a la NOVIA.)
MUCHACHA 3ª. ¿Qué esencia te echaste en el pelo?
NOVIA (riendo). Ninguna.
MUCHACHA 2ª (mirando el traje). La tela es de lo que no hay.
MOZO 1º. ¡Aquí está el novio!
NOVIO. ¡Salud!
MUCHACHA 1ª (poniéndole una flor en la oreja).
MUCHACHA 2ª.
(El NOVIO se dirige al lado de la NOVIA.)
NOVIA. ¿Por qué te pusiste esos zapatos?
NOVIO. Son más alegres que los negros.
MUJER DE LEONARDO (entrando y besando a la NOVIA). ¡Salud!
(Hablan todas con algazara.)
LEONARDO (entrando como quien cumple un deber).
MUJER.
MADRE (al PADRE). ¿También están ésos aquí?
PADRE. Son familia. ¡Hoy es día de perdones!
MADRE. Me aguanto, pero no perdono.
NOVIO. ¡Con la corona da alegría mirarte!
NOVIA. ¡Vámonos pronto a la iglesia!
NOVIO. ¿Tienes prisa?
NOVIA. Sí. Estoy deseando ser tu mujer y quedarme sola contigo, y no oír más voz que la tuya.
NOVIO. ¡Eso quiero yo!
NOVIA. Y no ver más que tus ojos. Y que me abrazaras tan fuerte, que aunque me llamara mi madre, que está muerta, no me pudiera despegar de ti.
NOVIO. Yo tengo fuerza en los brazos. Te voy a abrazar cuarenta años seguidos.
NOVIA (dramática, cogiéndole del brazo). ¡Siempre!
PADRE. ¡Vamos pronto! ¡A coger las caballerías y los carros! Que ya ha salido el sol.
MADRE. ¡Que llevéis cuidado! No sea que tengamos mala hora.
(Se abre el gran portón del fondo. Empiezan a salir.)
CRIADA (llorando).
MUCHACHA 1ª.
(Van saliendo.)
MUCHACHA 2ª.
CRIADA.
MUCHACHA 3ª.
CRIADA.
(Salen. Se oyen guitarras, palillos y panderetas. Quedan solos LEONARDO y su MUJER.)
MUJER. Vamos.
LEONARDO. ¿Adónde?
MUJER. A la iglesia. Pero no vas en el caballo. Vienes conmigo.
LEONARDO. ¿En el carro?
MUJER. ¿Hay otra cosa?
LEONARDO. Yo no soy hombre para ir en carro.
MUJER. Y yo no soy mujer para ir sin marido en un casamiento. ¡Que no puedo más!
LEONARDO. ¡Ni yo tampoco!
MUJER. ¿Por qué me miras así? Tienes una espina en cada ojo.
LEONARDO. ¡Vamos!
MUJER. No sé lo que pasa. Pero pienso y no quiero pensar. Una cosa sé. Yo ya estoy despachada. Pero tengo un hijo. Y otro que viene. Vamos andando. El mismo sino tuvo mi madre. Pero de aquí no me muevo.
(Voces fuera.)
VOCES.
MUJER (llorando).
LEONARDO (levantándose). Vamos.
MUJER. ¡Pero conmigo!
LEONARDO. Sí. (Pausa.) ¡Echa a andar!
(Salen.)
VOCES.
(Telón lento.)
CUADRO SEGUNDO
Exterior de la cueva de la NOVIA. Entonación en blancos grises y azules fríos. Grandes chumberas. Tonos sombríos y plateados. Panoramas de mesetas color barquillo, todo endurecido como paisaje de cerámica popular.
CRIADA (arreglando en una mesa copas y bandejas).
(En voz alta.)
(En voz patética.)
(En voz alta.)
(En voz poética.)
MADRE (entrando). ¡Por fin!
PADRE. ¿Somos los primeros?
CRIADA. No. Hace rato llegó Leonardo con su mujer. Corrieron como demonios. La MUJER llegó muerta de miedo. Hicieron el camino como si hubieran venido a caballo.
PADRE. Ése busca la desgracia. No tiene buena sangre.
MADRE. ¿Qué sangre va a tener? La de toda su familia. Mana de su bisabuelo, que empezó matando y sigue en toda la mala ralea, manejadores de cuchillos y gente de falsa sonrisa.
PADRE. ¡Vamos a dejarlo!
CRIADA. ¿Cómo lo va a dejar?
MADRE. Me duele hasta la punta de las venas. En la frente de todos ellos yo no veo más que la mano con que mataron a lo que era mío. ¿Tú me ves a mí? ¿No te parezco loca? Pues es loca de no haber gritado todo lo que mi pecho necesita.Tengo en mi pecho un grito siempre puesto de pie a quien tengo que castigar y meter entre los mantos. Pero se llevan a los muertos y hay que callar. Luego la gente critica. (Se quita el manto.)
PADRE. Hoy no es día de que te acuerdes de esas cosas.
MADRE. Cuando sale la conversación, tengo que hablar. Y hoy más. Porque hoy me quedo sola en mi casa.
PADRE. En espera de estar acompañada.
MADRE. Esa es mi ilusión: los nietos.
(Se sientan.)
PADRE. Yo quiero que tengan muchos. Esta tierra necesita brazos que no sean pagados. Hay que sostener una batalla con las malas hierbas, con los cardos, con los pedruscos que salen no se sabe dónde. Y estos brazos tienen que ser de los dueños, que castiguen y que dominen, que hagan brotar las simientes. Se necesitan muchos hijos.
MADRE. ¡Y alguna hija! ¡Los varones son del viento! Tienen por fuerza que manejar armas. Las niñas no salen jamás a la calle.
PADRE (alegre). Yo creo que tendrán de todo.
MADRE. Mi hijo la cubrirá bien. Es de buena simiente. Su padre pudo haber tenido conmigo muchos hijos.
PADRE. Lo que yo quisiera es que esto fuera cosa de un día. Que en seguida tuvieran dos o tres hombres.
MADRE. Pero no es así. Se tarda mucho. Por eso es tan terrible ver la sangre de una derramada por el suelo. Una fuente que corre un minuto y a nosotros nos ha costado años. Cuando yo llegué a ver a mi hijo, estaba tumbado en mitad de la calle. Me mojé las manos y me la lamí con la lengua. Porque era mía. Tú no sabes lo que es eso. En una custodia de cristal y topacios pondría la tierra empapada por ella.
PADRE. Ahora tienes que esperar. Mi hija es ancha y tu hijo es fuerte.
MADRE. Así espero.
(Se levantan.)
PADRE. Prepara las bandejas de trigo.
CRIADA. Están preparadas.
MUJER DE LEONARD (entrando). ¡Que sea para bien!
MADRE. Gracias.
LEONARDO. ¿Va a haber fiesta?