"Pero se me ocurre que tenemos una mejor oportunidad de encontrar a mi hermana si buscamos juntos. Quiero decir-" Sam se aclaró la garganta, "profesionalmente hablando."
Ahora fue el turno de Polly de sonreír.
"Profesionalmente hablando," repitió.
Sam extendió formalmente su mano.
"Te lo prometo, sólo seremos amigos, nada más", dijo. "He renunciado a las chicas para siempre. No importa lo que pase. "
"Y he renunciado a chicos para siempre. No importa qué, " Polly dijo, todavía examinando su mano que colgaba en el aire, aun no muy segura.
Sam sacó su mano con paciencia, esperando.
"¿Solo amigos?", preguntó. "¿Nada más?"
"Sólo amigos", dijo Sam.
Finalmente, ella extendió su mano y se la estrechó.
Sam no pudo evitar notar que ella sostuvo su mano por un poco demasiado largo tiempo.
CAPÍTULO TRES
Caitlin se sentó en el sarcófago y le devolvió la mirada al hombre que tenía frente a ella. Sabía que lo conocía de alguna parte, pero no lograba ubicar de dónde. Miró sus grande ojos cafés preocupados, su rostro perfectamente cincelado, sus pómulos, su piel suave y su cabello grueso y ondulado. Era hermoso, y ella percibió lo mucho que se preocupaba por ella. En el fondo, sentía que se trataba de una persona importante para ella pero, con toda sinceridad, no podía recordar quién era.
Caitlin sintió algo húmedo en su palma y miró hacia abajo para ver un lobo sentado allí, lamiéndola. Le sorprendió lo cariñosa que la loba era con ella, como si la conociera de siempre. Tenía una hermosa piel blanca, con una sola raya gris que iba por el medio de su cabeza y su espalda. Caitlin sentía que también conocía a este animal y que en algún momento de su vida había tenido una estrecha relación con ella.
Pero aunque trató, no pudo recordar cómo.
Con la esperanza de poder refrescar su memoria, miró a su alrededor. La habitación se ponía lentamente en foco. Era oscura y estaba iluminada sólo por una antorcha y a lo lejos vio otras habitaciones llenas de sarcófagos. Tenía un techo bajo abovedado, y las piedras se veían antiguas. Parecía una cripta. Se preguntó cómo había llegado hasta allí -y quiénes eran esas personas. Sentía como si se hubiera despertado de un sueño que aun no terminaba.
Caitlin cerró los ojos por un momento respirando profundamente y, repentinamente, una colección de imágenes al azar cruzó por su mente. Se vio de pie en el Coliseo romano luchando contra varios soldados sobre el suelo caliente y polvoriento; se vio volando sobre una isla en el río Hudson, mirando un castillo extendido abajo; se vio en Venecia en una góndola con un chico que no conocía y que también era hermoso; se vio en París, caminando a lo largo de un río con un hombre que ella reconoció como el mismo hombre que estaba frente a ella. Trató de concentrarse en esa imagen para aferrarse a él. Quizás la ayudaría a recordar.
Vio a ellos dos de nuevo, esta vez en su castillo, en el campo de Francia. Los vio montar a caballo en la playa, y luego vio a un halcón dando vueltas por encima de ellos y que dejaba una carta.
Ella trató de mirar su rostro más de cerca y recordar su nombre. Parecía regresar a ella; todo estaba tan cerca. Pero su mente no dejaba de arrojar más imágenes y le era muy difícil aferrarse a alguna. Vida tras vida pasó ante ella en un sin fin de imágenes. Era como si su memoria se estuviera volviendo a habitar.
"Caleb", dijo una voz.
Caitlin abrió los ojos. Él se había acercado a ella, extendiéndole una mano, sosteniendo su hombro.
"Mi nombre es Caleb. De la cofradía Blanca. ¿No te acuerdas?"
Los ojos de Caitlin se cerraron de nuevo, mientras su mente recibía sus palabras, su voz. Caleb. El nombre sonó como una campana en su cerebro. Sentía que era un nombre importante para ella.
La cofradía Blanca. Eso también le resultó conocido. De repente, se vio en una ciudad que ella sabía que era Nueva York, en un claustro en el extremo norte de la isla. Se vio de pie en una gran terraza, mirando hacia afuera. Se vio discutiendo con una mujer llamada Sera.
"Caitlin", dijo la voz de nuevo, con más firmeza. "¿No te acuerdas?"
Caitlin. Sí. Ese era su nombre. Ahora estaba segura.
Y Caleb. Sí. Él era importante para ella. ¿Él era su amigo …? Se sentía como más que eso. ¿ Era su prometido? ¿ Su marido?
Ella abrió los ojos y lo miró fijamente; todo empezaba a regresar a su memoria. Se empezó a llenar de esperanza, lentamente, poco a poco, estaba empezando a recordar todo.
"Caleb", dijo ella de regreso en voz baja.
Los ojos de él se llenaron de esperanza y de lágrimas. El lobo gimió a su lado y , entusiasmada, le lamió la mejilla. Caitlin la miró y de repente se acordó su nombre.
"Rose", dijo, y luego se dio cuenta de que no estaba bien. "No. Ruth. Tu nombre es Ruth."
Ruth se inclinó más lamiéndole la cara. Caitlin no pudo evitar sonreír y le acarició la cabeza. Caleb se iluminó con una sonrisa de alivio.
"Sí. Ruth. Y yo soy Caleb. Y tú eres Caitlin. ¿Te acuerdas ahora?"
Ella asintió con la cabeza. "Todo está regresando", dijo. "¿Tú eres mi marido …?"
Observó cómo su rostro de repente se puso rojo, como si estuviera avergonzado o avergonzado. Y en ese momento, de repente recordó. No. Ellos no estaban casados.
"No estamos casados", ella dijo, disculpándose, "pero estamos juntos."
Estaba avergonzada también mientras comenzaba a recordarlo todo, todo el pasado la inundaba.
De repente, se acordó de las llaves. Las llaves de su padre. Buscó en el bolsillo y se tranquilizó al sentirlas allí. Metió la mano en otro bolsillo y sintió su diario, seguía ahí. Se sintió aliviada.
Caleb le tendió una mano.
Ella la tomó y se dejó levantar y sacar del sarcófago.
Se sentía bien de estar de pie y estirar los músculos doloridos.
Caleb se acercó y apartó el pelo de la cara. Sus suaves dedos se sentían muy bien cuando le rozaron la sien.
"Estoy muy feliz de que estés con vida", él dijo.
Él la abrazó con fuerza. Ella le devolvió el abrazo y más recuerdos la inundaron. Sí, él era el hombre a quien amaba. El hombre con quien un día esperaba casarse. Podía sentir el amor correr por ella y recordó que habían retrocedido juntos en el tiempo. Habían estado en Francia, en París, y ella había encontrado la segunda llave, y ambos habían sido enviados de regreso en el tiempo. Ella había orado para que esta vez regresaran juntos. Y mientras lo sostenía con más fuerza, se dio cuenta de que sus oraciones se habían hecho realidad.
Finalmente, en esta ocasión, estaban juntos.
CAPÍTULO CUATRO
"Veo que ustedes dos ya se han encontrado", dijo una voz.
Todavía abrazados, Caitlin y Caleb giraron hacia la voz que los había sobresaltado. Caitlin se sorprendió de que alguien hubiera podido dar con ellos tan rápidamente, especialmente teniendo en cuenta sus sentidos de vampiro estaban en alerta.
Pero cuando miró a la mujer de pie delante de ellos, se dio cuenta por qué: esa mujer también era un vampiro. Vestía toda de blanco y llevaba una capucha, la mujer levantó la barbilla y le devolvió la mirada con unos penetrantes ojos azules. Caitlin pudo detectar una sensación de paz y armonía salir de ella, y bajó la guardia. Caleb también lo hizo.
La mujer rompió en una amplia sonrisa.
"Hemos estado esperándolos desde hace bastante tiempo", dijo ella con voz suave.
"¿Dónde estamos?" preguntó Caitlin. "¿Qué año es?"
La mujer sólo le devolvió la sonrisa.
"Ven por aquí", dijo ella dándole la espalda y saliendo por la puerta baja con forma de arco.
Caitlin y Caleb intercambiaron miradas, luego la siguieron por la puerta; Ruth iba a su lado.
Caminaron por un pasillo de piedra, dando varias vueltas hasta dar con un conjunto de escaleras estrechas, iluminadas por una antorcha. Iban muy cerca detrás de la mujer, quien simplemente siguió caminando suponiendo que la seguirían.