Морган Райс - Caballero, Heredero, Príncipe стр 10.

Шрифт
Фон

“No lo comprendo”, dijo Ceres. “¿Tú eres mi madre?”

“Lo soy”. Alargó los brazos para abrazar de nuevo a Ceres. “Sé que puede parecer extraño, pero es cierto. Los de mi clase viven mucho tiempo. Me llamo Licina”.

Un nombre. Finalmente Ceres tenía un nombre para su madre. De algún modo, aquello significaba más que todo lo demás junto. Solo aquello ya era suficiente para que su viaje valiera la pena. Quería quedarse allí mirando fijamente a su madre para siempre. Aún así, tenía preguntas. Tantas que se derramaban como en una avalancha.

“¿Qué es este lugar?” preguntó. “¿Por qué estás aquí sola? Espera, ¿qué quieres decir con los de tu clase?”

Licina sonrió y se sentó sobre la hierba. Ceres hizo lo mismo y, al sentarse, notó que no era solo hierba. Vio fragmentos de piedra bajo ella, colocados en forma de mosaico, pero que el prado que había a su alrededor ya hacía tiempo que había cubierto.

“No existe una manera fácil de contestar a todas tus preguntas”, dijo Licina. “Especialmente cuando yo misma tengo tantas preguntas, sobre ti, sobre tu vida. Sobre todo, Ceres. Pero lo intentaré. ¿Lo haremos de la forma antigua? ¿Una pregunta por otra?”

Ceres no sabía qué decir a aquello, pero parecía que su madre no había acabado todavía.

“¿Todavía cuentan historias de los Antiguos, por allí en el mundo?”

“Sí”, dijo Ceres. Siempre había prestado más atención a las historias de combatientes y sus hazañas en el Stade, pero sabía algo de lo que decían sobre los Antiguos: los que estaban antes que la humanidad, que a veces parecían iguales y a veces parecían mucho más. Que habían construido tanto para después perderlo. “Espera, estás diciendo que tú eres…”

“Uno de los antiguos, sí”, respondió Licina. “Este era uno de nuestros lugares, antes… bueno, hay algunas cosas de las que es mejor no hablar. Además, me debes una respuesta. Así que cuéntame cómo ha sido tu vida. No pude estar allí, pero pasé mucho tiempo imaginando cómo te iría todo”.

Ceres lo hizo lo mejor que pudo, aunque no sabía por dónde empezar. Le habló a Licina de cómo se había criado en la forja de su padre, de sus hermanos. Le habló de la rebelión y del Stade. Incluso consiguió hablarle de Rexo y Thanos, aunque aquellas palabras salieron entrecortadas y rotas.

“Oh, cariño”, dijo su madre, colocando una mano sobre la de ella. “Me encantaría haberte ahorrado algo de este dolor. Me gustaría haber estado allí para ti”.

“¿Por qué no pudiste?” preguntó Ceres. “¿Has estado aquí todo este tiempo?”

“Sí”, dijo Licina. “Este era uno de los lugares de mi pueblo, en los viejos tiempos. Los demás se fueron. Incluso yo lo hice, durante un tiempo, pero durante estos últimos tiempos ha sido una especie de santuario. Y un lugar en el que esperar, por supuesto”.

“¿Esperar?” preguntó Ceres. “¿Te refieres a mí?”

Vio que su madre asentía con la cabeza.

“La gente habla de ver el destino como si fuera un regalo”, dijo Licina, “pero También hay algo que te encarcela en ello. Piensa lo que debe pasar y pierdes las posibilidades que comporta no saberlo, sin importar lo mucho que lo desees…” Su madre negó con la cabeza y Ceres vio que lo hacía con tristeza. “Ahora no es momento para lamentarse. Tengo aquí a mi hija y no tenemos mucho tiempo para que sepas a lo que viniste”.

Sonrió y cogió a Ceres de la mano.

“Vamos a caminar”.

*

Ceres tenía la sensación de que ella y su madre habían andado durante días por aquella isla mágica. Era impresionante, aquella vista, estar allí con su madre. Todo aquello parecía un sueño.

Mientras caminaban, hablaban sobre todo del poder. Su madre intentaba explicárselo y Ceres intentaba comprender. Sucedió la cosa más extraña: mientras su madre hablaba, Ceres notaba como si sus palabras le estuvieran infundiendo realmente el poder.

Incluso ahora, mientras caminaba, Ceres sentía que crecía en su interior, agitándose como el humo mientras su madre le tocaba el hombro. Tenía que aprender a controlarlo, había venido hasta aquí para aprender a controlarlo, pero comparado con conocer a su madre, aquello no parecía importante.

“Nuestra sangre te ha dado el poder”, dijo Licina. “Los habitantes de la isla intentaron ayudarte a liberarlo, ¿verdad?”

Ceres pensó en Eoin y en todos los extraños ejercicios que le había hecho hacer. “Sí”.

“Para no pertenecer a nuestro linaje, comprenden bien el mundo”, dijo su madre. “Pero hay cosas que incluso ni ellos pueden mostrarte. “¿Ya has convertido alguna cosa en piedra? Es uno de mis dones, así que imagino que será uno de los tuyos”.

“¿Convertir cosas en piedra?” preguntó Ceres. No lo entendía. “Por ahora, he movido cosas. He sido más rápida y más fuerte. Y…”

No quería terminar. No quería que su madre pensara mal de ella.

“¿Y tu poder ha matado cosas que han intentado hacerte daño?” dijo Licina.

Ceres asintió.

“No te avergüences de ello, hija. Te he visto muy poco, pero sé a lo que estás destinada. Eres una buena persona. Tal y como esperaba. Y en cuanto a convertir cosas en piedra…”

Se detuvieron en un prado con flores moradas y amarillas y Ceres vio que su madre cogía una pequeña flor del prado, con unos pétalos delicados y sedosos. A través del contacto con su madre, ella notaba como el poder se movía en su interior, le parecía conocido, pero mucho más dirigido, trabajado, con forma.

La piedra se extendió por la flor como la escarcha en una ventana, pero no solo por la superficie. Un instante después de empezar, terminó, y su madre sostenía una de las flores de piedra que Ceres había visto más abajo en la isla.

“¿Lo notas?” preguntó Licina.

Ceres asintió. Pero ¿cómo lo hiciste?”

“Siéntelo de nuevo”. Cogió otra flor y, esta vez, fue increíblemente lenta mientras la convertía en algo con pétalos de mármol y un tallo de granito. Ceres intentó seguir el rastro del poder en su interior y parecía que podía mover el suyo propio como respuesta, intentando copiarlo.

“Bien”, dijo Licina. “Tu sangre lo sabe. Ahora inténtalo”.

Le pasó una flor a Ceres. Ceres la cogió, concentrándose mientras intentaba captar el poder que había en su interior y sacarlo en la forma que había notado que lo hacía su madre.

La flor explotó.

“Bueno”, dijo Licina riéndose, “esto no estaba previsto”.

Era tan diferente a como hubiera reaccionado la madre con la que creció. Ella hubiera pegado a Ceres por el mínimo fallo. Licina se limitó a pasarle otra flor.

“Relájate”, dijo. “Ya conoces la sensación. Quédate con ella. Imagínala. Hazla realidad”.

Ceres lo intentó, pensando en lo que había sentido cuando su madre había transformado su flor. Tomó la sensación y la llenó de poder de la forma en que su padre habría llenado con hierro un molde en la forja.

“Abre los ojos, Ceres”, dijo Licina.

Ceres no se había ni dado cuenta de que los había cerrado hasta que su madre dijo aquellas palabras. Se obligó a mirar, aunque en aquel momento le daba miedo hacerlo. Cuando miró, lo hizo fijamente, porque apenas podía creerlo. Sostenía una única flor petrificada, perfectamente formada, transformada con su poder en algo parecido al basalto.

“¿Lo hice yo?” preguntó Ceres. Incluso con todo lo demás que sabía hacer, aquello todavía le parecía casi imposible.

“Lo hiciste”, dijo su madre y Ceres escuchó que lo decía con orgullo. “Ahora solo falta que consigas hacerlo sin cerrar los ojos”.

Aquello le llevó más tiempo y muchas más flores. Pero Ceres disfrutó con la práctica. Mucho más que eso, cada vez que su madre sonreía ante sus esfuerzos, Ceres sentía que una explosión de amor se extendía a través de ella. A pesar de que los minutos se convertían en horas, ella seguía adelante.

“Sí”, dijo su madre por fin, “así está perfecto”.

Era más que aquello; era fácil. Era fácil alcanzarlo y sacar el poder de su interior. Era fácil canalizarlo. Era fácil dejar atrás una flor de piedra perfectamente conservada. Solo cuando el ajetreo por hacerlo se desvaneció, Ceres se dio cuenta de lo cansada que estaba.

Ваша оценка очень важна

0
Шрифт
Фон

Помогите Вашим друзьям узнать о библиотеке

Скачать книгу

Если нет возможности читать онлайн, скачайте книгу файлом для электронной книжки и читайте офлайн.

fb2.zip txt txt.zip rtf.zip a4.pdf a6.pdf mobi.prc epub ios.epub fb3

Популярные книги автора