También vio que las chicas estaban sonriendo, mientras que la expresión de Blaine era una de admiración impresionada. Riley esperaba que toda esta ceremonia no lo intimidara ni lo asustara.
Se contentó mucho al ver el rostro de tres personas que se estaban acercando a ella. Una de ellas era su compañero desde hace muchos años, Bill Jeffreys. De pie junto a él estaba Lucy Vargas, una agente joven entusiasta y prometedora quien consideraba a Riley una mentora. Junto a ella estaba Jake Crivaro.
Riley se sorprendió al ver a Jake. Fue su compañero hace muchos años y llevaba mucho tiempo jubilado. Había salido de su jubilación solo para ayudarla en el caso del Asesino de la Caja de Fósforos, que lo había atormentado durante años.
“¡Jake!”, dijo Riley. “¿Qué estás haciendo aquí?”.
El hombre bajito y con un pecho fuerte y grueso se echó a reír.
“Oye, ¿qué clase de bienvenida es esa?”.
Riley se echó a reír y lo abrazo.
“Sabes a lo que me refiero”, dijo.
Después de todo, Jake había vuelto a su apartamento en Florida justo cuando cerraron el caso. Estaba contenta de que estaba de vuelta, incluso si era mucho más pronto de lo que había esperado.
“No me habría perdido esto por nada del mundo”, dijo Jake.
Riley sintió una nueva oleada de culpa al abrazar a Bill.
“Bill, Jake... esto no es justo”.
“¿Que no es justo?”, preguntó Bill.
“Que me otorgaran este premio. Ustedes dos también trabajaron mucho en este caso”.
Lucy tomó su turno para abrazar a Riley.
“Claro que es justo”, dijo Lucy. “El director Milner los mencionó. Les dio crédito también”.
Bill asintió y dijo: “Y no habríamos hecho nada en absoluto si no hubieses sido tan firme y terca con respecto a reabrir el caso”.
Riley sonrió. Obviamente eso era cierto. Reabrió el caso cuando nadie más creyó que era posible de resolver.
De repente sintió una nueva ola de confusión acerca de lo que había sucedido.
Miró a su alrededor y les dijo a Bill, Jake y Lucy: “Todas estas personas, ¿cómo se enteraron de esto?”.
Lucy dijo: “Bueno, estuvo en las noticias, por supuesto”.
Eso era cierto, pero para Riley eso no explicaba las cosas. Su premio había sido anunciado en un titular diminuto que nadie habría notado a menos que lo estuvieran buscando.
Entonces Riley vio una sonrisa maliciosa en el rostro de Bill.
“¡Se comunicó con todos!”, cayó en cuenta Riley.
Quizás no se comunicó con todas las personas de su pasado, pero definitivamente puso el motor en marcha.
Estaba sorprendida por las emociones contradictorias que sentía.
Obviamente estaba agradecida con Bill por asegurarse de que este día fuera nada menos que extraordinario.
Pero, para su sorpresa, también estaba enojada.
Aunque lo había hecho sin darse cuenta, Bill había preparado una emboscada emocional para ella.
Lo peor de todo era que la había hecho llorar.
Pero se recordó a sí misma que lo había hecho por amistad y respeto.
Ella le dijo: “Tú y yo tendremos una pequeña charla sobre esto más adelante”.
Bill sonrió y asintió.
“Estoy seguro de que sí”, dijo.
Riley se volvió hacia su familia y amigos en espera, pero fue detenida en seco por su jefe, el jefe de equipo Brent Meredith. El hombre grande con rasgos angulosos negros no parecía estar de humor para celebraciones.
Dijo: “Paige, Jeffreys, Vargas... Necesito verlos en mi oficina de inmediato”.
Sin decir más, Meredith salió de la sala.
Riley se sintió terrible, pero tuvo que decirles a Blaine, Gabriela y las chicas que la esperaran un rato más.
Recordó la sensación de oscuridad que había sentido durante la cena de ayer.
“Ya llegó”, pensó.
Un nuevo mal estaba a punto de entrar en su vida.
CAPÍTULO TRES
Mientras Riley siguió a Bill y Lucy por el pasillo hacia la oficina del jefe Meredith, trató de averiguar por qué se sentía tan inestable. Aún no podía descifrar lo que la estaba molestando.
Se dio cuenta de que en parte era una sensación a la que se había acostumbrado hace mucho tiempo, esa aprehensión familiar que sentía cada vez que estaba a punto de recibir nuevas órdenes.
Pero algo más estaba mezclado con esa sensación. No se sentía como miedo o aprensión. Ya había participado en demasiados casos en su carrera como para sentirse excesivamente preocupada por lo que estaba por venir.
Era algo que apenas reconocía.
“¿Es alivio?”, se preguntó Riley.
Sí, tal vez era eso.
La ceremonia y la recepción se habían sentido tan extrañas e irreales, provocando pensamientos y oleadas de emociones en conflicto.
Dirigirse a la oficina de Meredith se sentía familiar, cómodo... y como un escape.
¿Pero un escape a qué?
Sin duda a un mundo conocido de crueldad y maldad.
Riley sintió escalofríos por todo su cuerpo.
¿Qué decía de ella el hecho de que se sentía más cómoda con la crueldad y maldad que con celebraciones y elogios?
No quería pensar demasiado en esa pregunta, y ella trató de quitarse de encima esa sensación ansiosa mientras caminaba. Pero no podía hacerlo.
Parecía que estaba sintiéndose cada vez menos cómoda consigo misma últimamente.
Cuando Riley, Bill y Lucy llegaron a la gran oficina de Meredith, el jefe estaba de pie junto a su escritorio.
Otra persona ya estaba allí, una joven afroamericana con el cabello liso y corto y ojos grandes e intensos. Se puso de pie al ver a Riley y sus compañeros.
Meredith dijo: “Agentes Paige, Jeffreys y Vargas, quiero que conozcan a la agente especial Jennifer Roston”.
Riley miró a la mujer con la que había hablado por teléfono justo después de haber resuelto el caso del Asesino de la Caja de Fósforos. Jennifer Roston no era alta, pero se veía atlética y completamente competente. La expresión en su rostro era la de una mujer que estaba segura de sus propias capacidades.
Roston le dio la mano a cada uno de ellos.
“He oído maravillas de ti”, le dijo Lucy.
“Has roto récords en la Academia”, dijo Bill.
Riley también había oído maravillas de la agente Roston. Ya tenía una reputación increíble y había recibido excelentes recomendaciones.
“Estoy muy honrada de conocerlos”, dijo Roston con una sonrisa sincera. Luego, mirando a Riley directamente a los ojos, agregó: “Especialmente a ti, agente Paige. Me alegra conocerte en persona”.
Riley se sintió halagada. También se sintió inquieta.
A lo que todos se dirigieron a sus sillas a sentarse, Riley se preguntó qué estaba haciendo Roston aquí hoy. ¿Meredith la pondría a trabajar en un caso con Riley y sus dos colegas?
La idea hizo que Riley se sintiera un poco incómoda. Ella, Bill y Lucy habían creado una excelente relación, una relación de trabajo fácil y carente de problemas. ¿Una nueva adición a su pequeño equipo no perturbaría eso, al menos temporalmente?
Meredith respondió su pregunta. “Quería que los tres conocieran a la agente Roston porque la tengo trabajando en el caso de Shane Hatcher. Ya es hora de que atrapemos al desgraciado. La oficina central ha decidido hacer de él una prioridad. Es el momento de atraparlo, y necesitamos ojos frescos asignados a ese caso en particular”.
Riley se retorció un poco en el interior.
Ya sabía que Roston estaba trabajando en el caso de Hatcher. De hecho, eso es lo que habían discutido por teléfono. Roston había pedido acceso a los archivos informáticos de Quántico sobre Shane Hatcher, y Riley le había dado el acceso.
Pero ¿qué estaba pasando en este momento?
Seguramente Meredith no los había traído aquí para trabajar juntos en el caso de Hatcher. No estaba segura de cuánto Meredith sabía de sus propias conexiones con Hatcher. Habría sido arrestada si su jefe estuviera plenamente consciente de que había dejado al asesino prófugo escaparse porque la había ayudado.
Sabía perfectamente bien que Hatcher probablemente estaba en las montañas, escondiéndose en la cabaña que había heredado de su padre, permaneciendo allí con el conocimiento y la total aprobación de Riley.