Riley sintió sus propios ojos llenarse de lágrimas. April había hecho la misma pregunta un montón de veces. Riley no podía siquiera imaginar la respuesta, y mucho menos decirla en voz alta.
El celular de Riley comenzó a sonar. Vio que era Mike Nevins, un psiquiatra forense que era su amigo. Había ayudado a Riley a superar muchas de sus crisis personales, y estaba agradecida por poder contar con él en esta.
“Solo llamo para ver cómo están las cosas”, dijo Mike. “Espero que este no sea un mal momento”.
A Riley le alegraba oír la voz tranquilizadora de Mike.
“Para nada, Mike. Gracias por llamar”.
“¿Cómo está?”.
“Creo que está mejor”.
Riley no sabía que hubiera hecho sin la ayuda de Mike. Después de haber rescatado a April de las garras de Joel, el resto del día de ayer había sido un caos de urgencias, tratamientos médicos e informes policiales. Mike había organizado todo para que April pudiera pasar la noche en el Centro de Salud y Rehabilitación Corcoran.
Era mucho mejor que estar en el hospital. Incluso con todo el equipamiento necesario, la habitación era atractiva y cómoda. Riley podía ver árboles en jardines bien cuidados por la ventana.
En ese momento, el médico de April entró en la habitación. Riley finalizó la llamada justo cuando el Dr. Ellis Spears llegó al lado de la cama. Era un hombre de aspecto bondadoso con un rostro joven, pero con ciertas canas que delataban su edad.
Tocó la mano de April y le preguntó: “¿Cómo te sientes?”.
“Nada bien”, dijo April.
“Date un poco de tiempo”, respondió el médico. “Vas a estar bien. Srta. Paige, ¿podríamos hablar?”.
Riley asintió con la cabeza y lo siguió hasta el pasillo. El Dr. Spears ojeó la información en su tabla sujetapapeles.
“Ya casi no tiene heroína en su cuerpo”, dijo. “El muchacho le dio una dosis peligrosa. Afortunadamente, sale del torrente sanguíneo rápidamente. Es probable que no tenga ningún otro síntoma físico de abstinencia. La angustia que siente en este momento es más emocional que física”.
“¿Ella va a…?”. Riley no pudo terminar de formular la pregunta.
Afortunadamente, el médico entendió lo que quería saber.
“¿Recaer o tener antojos? Es difícil saberlo. Usar heroína por primera vez puede sentirse maravilloso. No es una adicta en este momento, pero es probable que no olvide esa sensación. Existe el riesgo de que se sienta atraída por el resplandor que le generó”.
Riley comprendió lo que el médico quería decir con eso. De ahora en adelante, sería de vital importancia mantener a April lejos de cualquier posible uso de drogas. Era espeluznante el solo pensarlo. April había admitido haber fumado marihuana y tomado pastillas antes. Al parecer, algunas eran analgésicos recetados, opioides muy peligrosos.
“Dr. Spears, yo…”.
A Riley le costó formular la pregunta que tenía en mente en ese momento.
“No entiendo qué pasó”, dijo. “¿Por qué haría algo así?”.
El médico le sonrió compasivamente. Riley supuso que escuchaba esta pregunta bastante a menudo.
“Para escapar”, dijo. “Pero no estoy hablando de un escape de su vida entera en sí. Ella no es ese tipo de usuaria. De hecho, no creo que realmente sea una usuaria en sí. Como todos los adolescentes, se deja llevar por los impulsos. Es solo cuestión de un cerebro inmaduro. Realmente le gustaba la sensación a corto plazo que esas drogas le daban. Afortunadamente, no las ha consumido lo suficiente como para ocasionarse a sí misma algún daño duradero”.
El Dr. Spears se quedó en silencio por unos instantes.
“Su experiencia fue inusualmente traumática”, dijo. “Hablo del hecho de que ese muchacho estaba tratando de explotarla sexualmente. Esa memoria en sí puede ser suficiente para mantenerla alejada de las drogas para siempre. Pero también es posible que la angustia emocional pueda ser un desencadenante peligroso”.
Riley se sintió terrible. La angustia emocional parecía un hecho inevitable en su vida familiar últimamente.
“Tenemos que mantenerla en observación por unos días”, dijo el Dr. Spears. “Después de eso, necesitará de mucho cuidado, reposo y ayuda con autoanálisis”.
El médico se retiró y siguió sus rondas. Riley se quedó en el pasillo, sintiéndose y preocupada.
“¿Esto es lo que le sucedió a Jilly?”, se preguntó. “¿April podría haber terminado como esa niña desesperada?”.
Hace dos meses en Phoenix, Arizona, Riley había rescatado a una chica incluso menor que April de la prostitución. Un extraño vínculo emocional se había formado entre ellas, y Riley intentó mantenerse en contacto con ella después de haberla llevado a un refugio para adolescentes. Pero Riley había sido notificada hace unos días que Jilly había huido. Riley llamó a un agente del FBI y le pidió ayuda ya que era incapaz de volver a Phoenix. Sabía que el hombre se sentía en deuda con ella, y esperaba que se comunicara con ella hoy.
Al menos Riley estaba donde tenía que estar para April en estos momentos.
Iba de regreso a la habitación de su hija cuando escuchó una voz llamar su nombre en el pasillo. Se volvió y vio el rostro preocupado de su ex marido, Ryan, quien se estaba acercando a ella. Él había estado en Minneapolis trabajando en un caso judicial cuando Riley lo había llamado para contarle lo que había sucedido.
Riley se sintió sorprendida al verlo. La hija de Ryan ocupaba un puesto muy bajo en su lista de prioridades, un puesto mucho más bajo que los que ocupaban su trabajo como abogado y la libertad que ahora estaba disfrutando como soltero. Ni siquiera había estado segura de que fuera a ver a April.
Se apresuró a Riley y la abrazó. Su rostro estaba lleno de inquietud.
“¿Cómo está? ¿Cómo está?”.
Ryan seguía repitiendo la misma pregunta, haciéndole más difícil a Riley el responder.
“Estará bien”, logró decir Riley finalmente.
Ryan dejó de abrazarla y la miró con ojos llenos de angustia.
“Lo siento”, dijo. “Lo siento mucho. Me dijiste que April estaba teniendo problemas, pero no te escuché. Debí haber estado aquí para las dos”.
Riley no sabía qué decir. Ryan no solía disculparse. De hecho, había esperado que le echara la culpa por lo sucedido. Siempre había sido su forma de lidiar con las crisis familiares. Al parecer, lo que le había sucedido a April había sido lo suficientemente serio como para afectarle. Seguramente ya había hablado con el médico y estaba enterado de todo el terrible asunto.
Él asintió con la cabeza hacia la puerta.
¿Puedo verla?”, preguntó.
“Por supuesto”, dijo Riley.
Riley se quedó parada en el umbral y vio como Ryan corrió a la cama de April y la tomó en sus brazos. Abrazó a su hija fuertemente por unos momentos. Riley creyó verlo sollozar. Luego se sentó al lado de April y tomó su mano.
April estaba llorando otra vez.
“Ay papá, esta vez me equivoqué feo”, dijo. “Ves, estaba pasando por algo con un chico…”.
Ryan le tocó los labios para callarla.
“Shh. No tienes que contármelo. Todo está bien”.
Riley sintió un nudo en la garganta. De repente, por primera vez en mucho tiempo, sintió que los tres eran una familia. ¿Eso era algo bueno o algo malo? ¿Era una señal de tiempos mejores por venir, o simplemente acabaría decepcionada y angustiada de nuevo? No tenía ni idea.
Riley observó desde el umbral a Ryan acariciar el pelo de su hija suavemente, y a April cerrar los ojos y relajarse. Esta escena era bastante conmovedora.
“¿Cuándo se descarrilaron las cosas?”, se preguntó.
Se encontró deseando poder devolver el tiempo a algún momento crucial cuando había cometido algún terrible error para poder hacer las cosas distintas para que todo esto nunca hubiera sucedido. Se sentía bastante segura de que Ryan estaba pensando lo mismo.
Era un pensamiento irónico, y ella lo sabía. El asesino que había abatido anteayer había estado obsesionado con los relojes, y posó a sus víctimas como las manecillas de una esfera de reloj. Y ahora tenía ganas de poder cambiar el tiempo.