Блейк Пирс - Antes De Que Sienta стр 5.

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Su mente empezó a acelerarse con ideas sobre el mantenimiento y la normativa que debían observarse en un lugar donde la cárcel y el departamento de policía compartían el mismo espacio. Le resultaba de lo más fascinante, pero antes de que su cabeza pudiera avanzar más, llegaron al despacho que había al final del pasillo.

Se habían pintado unas letras doradas en la porción de cristal en la parte superior de la puerta, que decían Alguacil Clarke. La puerta estaba medio abierta, así que Mackenzie la abrió del todo lentamente para escuchar una voz fuerte de hombre. Cuando atisbó al interior, vio a un hombre corpulento sentado detrás del escritorio, hablando en voz muy alta por el teléfono que reposaba sobre la mesa. Había otro hombre sentado en una silla en un rincón, tecleando con furia en su teléfono móvil.

El hombre detrás del escritorio—el alguacil Clarke, supuso Mackenzie—se interrumpió a sí mismo cuando ella abrió la puerta.

“Un minuto, Randall”, dijo. Entonces cubrió el auricular y alternó la mirada entre Mackenzie y Ellington.

“¿Sois del Bureau?”., preguntó.

“Lo somos”, dijo Ellington.

“Gracias a Dios”, suspiró. “Dadme un segundo.” Entonces destapó el auricular y continuó con su otra conversación. “Mira, Randall, acaba de llegar la caballería. ¿Estarás disponible en quince minutos? ¿Sí? De acuerdo, muy bien. Nos vemos luego”.

El hombre corpulento colgó el teléfono y dio la vuelta a su escritorio. Les tendió una mano rechoncha, acercándose primero a Ellington. “Encantado de conoceros”, dijo. “Soy el alguacil Robert Clarke. Este,” dijo, asintiendo con la cabeza hacia el hombre que estaba sentado en el rincón, “es el agente Keith Lambert. Mi asistente se encuentra patrullando las calles en este momento, haciendo lo que puede por encontrar alguna clase de pista en medio de este torbellino en rápida expansión”.

Casi se olvida de Mackenzie una vez terminó de estrecharle la mano a Ellington, y se la acabó tendiendo casi como si se acabara de dar cuenta de su presencia. Cuando Mackenzie le estrechó la mano, hizo las presentaciones, con la esperanza de que eso le diera a entender que ella era tan capaz de liderar esta investigación como los hombres que había en el despacho. Al instante, los viejos fantasmas de Nebraska empezaron a remover las cadenas en su mente.

“Alguacil Clarke, soy la Agente White y este es el agente Ellington. ¿Va a ser nuestra conexión en Stateton?”..

“Cielito, voy a ser vuestro casi todo mientras estéis aquí”, dijo. “El cuerpo de policía para todo el condado cuenta con la cifra extraordinaria de doce personas. Trece si contamos a Frances en la recepción y el servicio de emergencia. Con esta serie de asesinatos que están sucediendo, todos estamos desempeñando demasiadas tareas”.

“Bueno, veamos qué podemos hacer para aligerar su carga”, dijo Mackenzie.

“Ojalá fuera tan sencillo”, dijo él. “Aunque resolvamos este maldito caso hoy mismo, voy a tener a la mitad del comité de supervisores del condado dándome problemas”.

“¿Y eso por qué?”., preguntó Ellington.

“En fin, porque los periódicos locales se acaban de enterar de quién era la víctima. Ellis Ridgeway. La madre de un politiquillo despreciable de mierda que está en ascenso. Algunos hasta dicen que puede que llegue al Senado en otros cinco años más”.

“¿Y de quién se trata?”., preguntó Mackenzie.

“Se llama Langston Ridgeway. Tiene veintiocho años y se cree que es el maldito John F. Kennedy”.

“Ah, ¿sí?”., dijo Mackenzie, un tanto sorprendida de que no se hubiera incluido eso en los informes.

“Sí. Y no tengo ni idea de cómo se enteró de eso el periódico local. Esos imbéciles no pueden ni deletrear correctamente la mitad del tiempo, pero se han enterado de esto”.

“Vi las señales de la Residencia Wakeman para Invidentes mientras veníamos de camino,” dijo Mackenzie. “Solo está a seis millas de aquí, ¿no es cierto?”. .

“Exactamente”, dijo Clarke. “Ahora estaba hablando con Randall Jones, el director de la residencia. Estaba hablando por teléfono con él cuando llegasteis hace un minuto. Y está allí ahora mismo para responder cualquier pregunta que tengáis. Cuanto antes, mejor. Tiene a los de la prensa y a los peces gordos del condado llamándole y volviéndole loco”.

“Muy bien, pues vayamos allí”, dijo Mackenzie. “¿Vas a venir con nosotros?”..

“De ninguna manera, cielo. Estoy hasta las orejas con lo que tengo aquí. Pero os ruego que regreséis cuando acabéis con Randall. Os ayudaré de cualquier manera que pueda, pero sinceramente… me encantaría que agarrarais esta pelota y os pusierais a jugar vosotros con ella”.

“No hay problema”, dijo Mackenzie. No sabía muy bien cómo manejar a Clarke. Era directo y brutalmente honesto, lo cual estaba muy bien. También parecía encantarle lo de soltar profanidades. También pensó que, cuando le llamaba cielito, no le estaba insultando realmente. Era solo esa clase de encanto sureño tan peculiar.

Además, el hombre estaba increíblemente estresado.

“Regresaremos de inmediato cuando terminemos en la residencia,” dijo Mackenzie. “Por favor, llámanos si oyes cualquier cosa entre ahora y entonces”.

“Por supuesto”, dijo Clarke.

En el rincón, todavía tecleando en su teléfono, el agente Lambert gruñó para mostrar que estaba de acuerdo.

Tras pasar menos de tres minutos en el despacho del alguacil Clarke, Mackenzie y Ellington descendieron por el pasillo de nuevo y salieron por la puerta principal tras atravesar la recepción. La señora mayor, que Mackenzie asumió era la Frances que había mencionado Clarke, les saludó precipitadamente mientras salían de la comisaría.

“En fin, eso fue… interesante”, dijo Ellington.

“El hombre está hasta arriba de trabajo”, dijo Mackenzie. “Ten compasión”.

“A ti solo te cae bien porque te llama cielito”, dijo Ellington.

“¿Y?”., dijo ella con una sonrisa.

“Eh, yo también puedo empezar a llamarte cielito”.

“No, te lo ruego”, le dijo ella mientras se montaban en el coche.

Ellington condujo durante un kilómetro por la autopista 47 y después giró a la izquierda para meterse en una carretera secundaria. De inmediato, vieron el letrero de la Residencia Wakeman para Invidentes. A medida que se aproximaban a la propiedad, Mackenzie empezó a preguntarse por qué habría elegido alguien una ubicación tan arbitraria y aislada para una residencia para ciegos. Seguramente había algún tipo de significado psicológico en todo ello. Quizá lo de estar ubicados en medio de ninguna parte les ayudara a relajarse, al estar alejados de los constantes ruidos y zumbidos de una ciudad más grande.

Lo único que sabía con certeza era que, a medida que se espesaba el bosque a su alrededor, se empezaba a sentir más separada del resto del mundo. Y por primera vez en largo tiempo, casi anheló las visiones familiares de esos maizales de su juventud.

CAPÍTULO TRES

La Residencia Wakeman para Invidentes no tenía el aspecto que Mackenzie había esperado. En contraste con el Departamento de Policía y la Penitenciaría de Stateton, la Residencia Wakeman para Invidentes parecía una maravilla del diseño y la edificación contemporáneos—y esa era una opinión a la que Mackenzie había llegado sin siquiera haber puesto el pie en su interior.

La parte frontal del edificio consistía en ventanales enormes de cristal que parecían cubrir la mayoría de las paredes. A mitad de camino por la acera que llevaba hasta la puerta principal, Mackenzie ya podía ver el interior. Vio un amplio recibidor que parecía haber salido de alguna clase de balneario. Tenía un aspecto hospitalario y amigable.

Era una sensación que no hizo sino intensificarse cuando pasaron al interior. Todo estaba pulcramente limpio y parecía nuevo. En la investigación que había llevado a cabo de camino a Stateton, había descubierto que la Residencia Wakeman para Invidentes había sido construida en el 2007. Cuando la construyeron, hubo un leve regocijo en el condado de Stateton, ya que vino a crear puestos de trabajo y más comercio. Ahora, sin embargo, a pesar de que todavía era uno de los edificios más prominentes del condado, la emoción se había extinguido y la residencia parecía haber sido devorada por su entorno rural.

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