Riley escogió sus palabras con cuidado, tratando de no decir lo incorrecto: —Ryan, sabes que no eres el único que tienes que acarrear la responsabilidad de hacer una vida mejor para ambos. Es responsabilidad de ambos. Yo también tendré mi propia carrera.
Ryan apartó la mirada con el ceño fruncido.
Riley contuvo un suspiro mientras pensó: «Dije lo que no debía».
Casi había olvidado que Ryan realmente no quería que asistiera a las prácticas de verano. Tuvo que recordarle que solo eran diez semanas y que no se trataba de entrenamiento físico. Solo vería a agentes trabajar, más que todo en lugares cerrados. Además, pensó que incluso podría llevarla a un trabajo de oficina allí mismo en la sede del FBI.
Se había tranquilizado un poco al respecto, pero desde luego no le entusiasmaba.
Sin embargo, Riley realmente no sabía lo que él preferiría para ella.
¿Quería que fuera madre y ama de casa? Si es así, se decepcionaría.
Pero ahora no era el momento de hablar de todo eso.
«No eches a perder este momento», se dijo Riley a sí misma.
Miró su anillo de nuevo y luego a Ryan.
—Está hermoso —dijo—. Estoy muy feliz. Gracias.
Ryan sonrió y le apretó la mano.
Luego Riley dijo: —¿A quién le daremos la noticia?
Ryan se encogió de hombros y dijo: —No sé. No tenemos amigos aquí en DC. Supongo que podría contactar a algunos amigos de la facultad de derecho. Y tú tal vez podrías llamar a tu papá.
Riley frunció el ceño ante la idea. Su última visita a su padre no había sido agradable. Su relación nunca había sido muy buena.
Además…
—Él no tiene teléfono, ¿recuerdas? —dijo Riley—. Vive solo en las montañas.
—Ah, sí —dijo Ryan.
—¿Y tus padres? —preguntó Riley.
La sonrisa de Ryan se desvaneció un poco.
—Les enviaré una carta para contarles —dijo.
Riley tuvo que contenerse para no preguntar: «¿Por qué no los llamas? Tal vez así pueda por fin hablar con ellos y conocerlos por teléfono».
Aún no había conocido a los padres de Ryan, quienes vivían en el pueblito de Munny, Virginia.
Riley sabía que Ryan había crecido en una familia de clase trabajadora, y que estaba muy ansioso de dejar esa vida atrás.
Se preguntó si sentía vergüenza por ellos o… «¿Está avergonzado de mí? ¿Saben siquiera que estamos viviendo juntos? ¿Estarían de acuerdo con eso?»
Pero antes de que Riley pudiera pensar en la forma correcta de abordar el tema con él, sonó el teléfono.
—No contestemos, que dejen un mensaje —dijo Ryan.
Riley pensó en eso por un momento mientras el teléfono sonaba.
—Podría ser importante —dijo Riley antes de dirigirse al teléfono y contestar la llamada.
Una voz masculina alegre y profesional dijo: —¿Puedo hablar con Riley Sweeney?
—Ella habla —dijo Riley.
—Habla Hoke Gilmer, tu supervisor del programa de prácticas del FBI. Solo quería recordarte que…
Riley dijo con entusiasmo: —¡Sí, ya sé! ¡Estaré allí a las siete de la mañana!
—¡Genial! —respondió Hoke—. Tengo muchas ganas de conocerte.
Riley colgó el teléfono y miró a Ryan. Tenía una mirada melancólica en su rostro.
—Guau —dijo Ryan—. Todo se está volviendo real.
Ella entendía cómo se sentía. Desde su mudanza, rara vez habían estado lejos el uno del otro. Y mañana ambos irían a sus trabajos.
Riley dijo: —Tal vez debamos hacer algo especial juntos.
—Buena idea —dijo Ryan—. Vamos a ver una película en el cine, busquemos un restaurante bonito y…
Riley se echó a reír mientras lo tomó de la mano y lo ayudó a ponerse de pie.
—Tengo una mejor idea —dijo ella.
Riley lo llevó al dormitorio, donde ambos se cayeron sobre la cama entre risas.
CAPÍTULO DOS
Riley se sentía acelerada mientras caminaba desde la parada de metro hacia el gran edificio blanco J. Edgar Hoover.
«¿Por qué estoy tan nerviosa?», se preguntó. Después de todo, acababa de hacer su primer viaje sola en metro por una ciudad gigante, lo que consideraba una pequeña victoria.
Trató de convencerse de que este no era un cambio tan grande, que simplemente iba a la escuela otra vez, al igual que en Lanton.
Pero no pudo evitar sentirse atemorizada y desalentada. Por un lado, el edificio quedaba en Pennsylvania Avenue, justo entre la Casa Blanca y el Capitolio. Ella y Ryan habían pasado por delante del edificio a principios de esta semana, pero apenas estaba cayendo en cuenta de que estaría aprendiendo y trabajando aquí por diez semanas.
Parecía un sueño.
Cruzó la entrada principal y luego el vestíbulo hasta la puerta de seguridad. El guardia de turno encontró su nombre en la lista de visitantes y le dio un carnet de identidad. Le dijo que tomara un ascensor al tercer piso a un pequeño auditorio.
Cuando Riley encontró el auditorio y entró, alguien le entregó un paquete de reglas, reglamentos e información que debía leer más tarde. Se sentó entre una veintena de otros pasantes que parecían ser de su misma edad. Sabía que algunos, como ella, eran graduados universitarios recientes. Otros eran estudiantes que regresarían a la universidad en otoño.
La mayoría de los pasantes eran hombres, y todos ellos estaban bien vestidos. Se sintió un poco insegura de su propio traje de pantalón, el cual había comprado en una tienda de segunda mano en Lanton. Era lo más formal que tenía, y esperaba que la hiciera verse lo suficientemente respetable.
Un hombre de mediana edad no tardó en pararse delante de los pasantes sentados.
Él dijo: —Soy el subdirector Marion Connor, y yo estoy a cargo del programa de prácticas del FBI. Todos deberían estar muy orgullosos de estar aquí hoy. Ustedes son un grupo muy selecto y excepcional, elegido entre miles de solicitantes…
Riley tragó grueso mientras seguía felicitando al grupo.
¡Miles de solicitantes!
Le parecía extraño. Ella jamás había aplicado. Simplemente había sido elegida para el programa justo al graduarse.
«¿Realmente pertenezco aquí?», se preguntó.
El subdirector Connor presentó al grupo a un agente menor. Se trataba de Hoke Gilmer, el supervisor que había llamado a Riley ayer. Gilmer les ordenó a los pasantes a ponerse de pie y levantar sus manos derechas para tomar el juramento del FBI.
Riley sintió un nudo en la garganta cuando comenzó a decir las palabras: —Yo, Riley Sweeney, juro solemnemente que apoyaré y defenderé la Constitución de Estados Unidos contra todos los enemigos extranjeros e internos…
Tuvo que contener sus lágrimas mientras continuó.
«Esto es real —se dijo a sí misma—. Esto está sucediendo realmente.»
No tenía idea de lo que le esperaba, pero estaba segura de que su vida nunca sería la misma.
*
Después de la ceremonia, Hoke Gilmer les dio un recorrido por el edificio J. Edgar Hoover. Riley estaba sorprendida por el tamaño y la complejidad del edificio, y por todas las diferentes actividades que aquí se hacían. Había varias salas de ejercicio, una cancha de baloncesto, una clínica médica, una imprenta, muchos tipos de laboratorios y salas de computadoras, un campo de tiro, e incluso una morgue y un taller mecánico.
Todo le pareció increíble.
Cuando el recorrido terminó, el grupo fue llevado a la cafetería en el octavo piso. Riley se sentía agotada mientras se servía comida en la bandeja, no por lo mucho que había caminado, sino por todo lo que había visto.
¿Qué lograría experimentar durante sus prácticas de diez semanas? Ella quería aprender todo lo posible, lo más rápido posible.
Y quería empezar ahora mismo.
Mientras buscaba un lugar para sentarse, se sintió extrañamente fuera de lugar. Los otros pasantes parecían estar formando amistades y estaban sentados en grupos, charlando con ánimo sobre el día que estaban teniendo. Se dijo a sí misma que debía sentarse entre algunos de sus jóvenes colegas, presentarse y conocer a algunos de ellos.