A la mañana siguiente tenemos un nuevo guÃa. Se llama Porfirio. Ãl también es indio.
A bordo de su camión, se necesitan casi siete horas de baches y polvo para llegar a Lacandon, el último pueblo. Ahà termina el camino de tierra. Y comienza la Selva. No llueve, pero el barro aún llega a las rodillas. Se duerme en algunas barracas en la jungla, a lo largo del trayecto. Después de dos dÃas de marcha apretada y agotadora, en la inhóspita jungla, sofocada por la humedad, llegamos a la aldea. La comunidad se llama Giardin ; estamos en el área de Montes Azules . Casi doscientas personas viven allÃ. Todos viejos, niños y mujeres. Los hombres están en guerra. Nos recibieron bien. Pocas personas saben español. Todos hablan tzeltal, el dialecto maya. "¿Encontraremos a Marcos?" Preguntamos. "Puede darse", dice Porfirio.
A las tres de la mañana nos despertamos con cuidado: debemos irnos, no hay luna, sino muchas estrellas, a media hora de marcha para llegar a una cabaña. En el interior puedes sentir la presencia de tres hombres. Es todo negro, como sus pasamontañas. En el retrato provisto por el gobierno, Marcos es un profesor graduado en filosofÃa con una tesis sobre Althusser y una especialización al Sorbona de ParÃs. Ahora, para romper el silencio en la cabaña, llega una voz en francés: "Tenemos solo veinte minutos. Prefiero hablar en español, si no hay problemas. Soy el subcomandante Marcos. Es mejor no usar la grabadora porque si la grabación fue interceptada, serÃa un problema para todos, en primer lugar para usted. Aunque oficialmente estamos en un momento de tregua, en realidad me están buscando en todos los sentidos. Pregúntame lo que quieras".
¿Por qué se hace llamar subcomandante?
Dicen de mÃ: "Marcos es el jefe". No es verdad Los lÃderes son ellos, el pueblo zapatista, solo tengo funciones de responsabilidad militar. Me instruyeron para hablar porque sé español. Mis compañeros hablan a través de mÃ. Solo obedezco
Diez años de clandestinidad son muchos... ¿Cómo vives en la montaña?
Leo. De los doce libros que traje conmigo en la Selva, uno es el Canto General , de Pablo Neruda. Otro es el de Don Quijote ...
Y ¿entonces?
Y luego los dÃas, los años pasan en nuestra lucha. Ver la misma pobreza todos los dÃas, la misma injusticia... No puedes quedarte aquà sin el deseo de luchar, cambiar, aumentar. A menos que seas un cÃnico o un hijo de puta. Luego están las cosas que los periodistas generalmente no me preguntan. Y es que aquà en la Selva, a veces, debemos comer ratones y beber la orina de los compañeros para no morir de sed en largas transferencias... todo acá.
¿Qué falta? ¿Qué ha dejado?
Me falta el azúcar. Y un par de medias secas. Siempre mantener los pies mojados, dÃa y noche, en el frÃo, es algo que no deseo para nadie. Y luego el azúcar: es lo único que la Selva no te da, tienes que hacer que venga de lejos, para la fatiga fÃsica serÃa necesario. Para aquellos de nosotros que venimos de la ciudad, ciertos recuerdos son una especie de masoquismo. Repetimos: "¿Recuerdas los helados de Coyoacán? ¿Y los tacos de la División del Norte? Recuerdos. Aquà si se captura un faisán u otro animal hace falta esperar tres o cuatro horas para que esté listo, Y si la tropa está desesperada por el hambre y lo come crudo, al dÃa siguiente es diarrea para todos. Aquà la vida es diferente, todo se ve de otra forma... Ah, sÃ, me preguntó qué dejé en la ciudad. Un boleto para el metro, una montaña de libros, un cuaderno lleno de poesÃa... y algunos amigos. No muchos, algunos.
¿Cuándo mostrará su cara?
No lo sé. Creo que nuestro pasa-montañas también tiene un significado ideológico positivo, corresponde a la concepción de nuestra revolución, que no es individual, que no tiene cabeza. Todos somos Marcos con el pasa-montañas.
Pero para el gobierno, ella esconde su rostro porque tiene algo que esconder...
Esos no entendieron nada. Pero el verdadero problema no es ni siquiera el gobierno, sino las fuerzas reaccionarias de Chiapas, los agricultores y los terratenientes de la zona, con sus "guardias blancas" privadas. No creo que haya mucha diferencia entre la actitud racista tradicional de un hombre blanco de Sudáfrica contra un hombre negro y la de un terrateniente de Chiapas en comparación con un indio. Aquà la esperanza de vida para un indio es de 50-60 años para los hombres y 45-50 para las mujeres.
¿Y los niños?
La mortalidad infantil es muy alta. Ahora también le cuento la historia de Paticha. Una vez, hace algún tiempo, al pasar de un área de la Selva a otra, pasamos por una pequeña comunidad, muy pobre, donde un camarada zapatista siempre nos recibÃa con una niña de tres a cuatro años. Llamaron a Patricia, pero su nombre lo pronunció como "Paticha". Le pregunté qué querÃa hacer cuando fuera grande, y ella siempre me respondió: "la guerrilla". Una noche la encontramos con fiebre alta. No tenÃamos antibióticos y habrá tenido cuarenta o más fiebre. La ropa mojada se secó sobre ella como una estufa. Ella murió en mis brazos. Patricia no tenÃa un certificado de nacimiento. Y no tenÃa uno de muerte. Para México nunca existió, ni siquiera su muerte ha existido alguna vez. AquÃ, esta es la realidad de los Indios de Chiapas.
El Movimiento Zapatista ha socavado todo el sistema polÃtico mexicano, pero no ha ganado.
México necesita democracia y personas por encima de las partes que la garanticen. Si nuestra lucha fuera útil a alcanzar este objetivo, no habrá sido una lucha vana. Pero el ejército Zapatista no se convertirá nunca en un partido polÃtico. Desaparecerá. Y el dÃa en que esto suceda significará que tendremos democracia.
¿Y si esto no sucede?
Militarmente estamos rodeados. La verdad es que difÃcilmente el gobierno querrá ceder porque el Chiapas y la selva Lacandona en particular, literalmente flotan sobre un mar de petróleo. Y el petróleo de Chiapas es la garantÃa que el estado mexicano le ha dado a los Estados Unidos por los miles de millones de dólares que Estados Unidos le ha prestado. No puede mostrarles a los estadounidenses que no tiene el control de la situación.
¿Y tú?
Nosotros, sin embargo, no tenemos nada que perder. Y la nuestra es una lucha por la supervivencia y por una paz digna.
La nuestra es una lucha justa.
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Peter Gabriel
El duende del Rock
Cada una de sus actuaciones (raras) el mÃtico fundador y lÃder de Génesis confirma que su apetito por todas las formas de experimentación musical, cultural y tecnológica es verdaderamente ilimitado.
Conocà a Peter Gabriel para esta entrevista exclusiva durante el evento musical "Sonoria", tres dÃas milaneses completamente dedicados al rock. En dos horas de gran música, Gabriel cantó, bailó y saltó como un resorte, involucrando al público en un espectáculo que, como siempre, fue mucho más allá de un simple concierto de rock.
Al final del concierto me invitó a subir con él en la limusina que lo llevó y mientras corrÃamos hacia el aeropuerto me contó sobre él, sus planes futuros, el compromiso social contra el racismo y la injusticia junto a AmnistÃa Internacional, de su pasión por las tecnologÃas multimedia y los secretos del nuevo álbum, «Secret World Live», que estaba a punto de lanzarse en todo el mundo.
¿El fin del racismo en Sudáfrica, el fin del apartheid; también ha sido una victoria del rock?
Fue una victoria del pueblo sudafricano. Pero creo que la música rock ha contribuido a este resultado, de alguna manera ha asistido.
¿De qué manera?
Creo que los músicos han hecho mucho para elevar el nivel de conciencia de la opinión pública europea y estadounidense a este problema. Yo también he escrito canciones como "Biko", para hacer de modo que los polÃticos de muchos paÃses sustentaran las sanciones contra Sudáfrica e hicieran presión. Estas son pequeñas cosas que no cambiarán el mundo, pero marcarán la diferencia, una pequeña diferencia que nos involucra a todos. No siempre son las grandes manifestaciones, los gestos descarados, para obtener lo mejor de la injusticia.