Gracias, yo no fumo dije Y le agradecería que se abstuviese también usted de hacerlo. El humo me fastidia.
Sin ni siquiera considerar lo que había dicho, encendió el cigarrillo, dirigiendo hacia mía, casi a modo de desafío, la primera densa calada que exhaló. No sé cómo contuve mi ira pero lo conseguí.
Mientras hablaba extrajo del bolsillo del quimono una pitillera plateada, en el interior de la cual había unos cigarrillos que, aparentemente, parecían hechos a mano. Escogió uno, lo llevó a la boca y nos tendió la pitillera.
Gracias, yo no fumo dije Y le agradecería que se abstuviese también usted de hacerlo. El humo me fastidia.
Sin ni siquiera considerar lo que había dicho, encendió el cigarrillo, dirigiendo hacia mía, casi a modo de desafío, la primera densa calada que exhaló. No sé cómo contuve mi ira pero lo conseguí.
¡Dejémonos de charlas, Aurora Della Rosa! ¿Dónde estaba esta noche cuando ha estallado el incendio?
Aspiró de nuevo y respondió emitiendo humo junto con las palabras.
Ayer por la noche he estado cenando en un restaurante del valle, Da Luigi. No me apetecía cocinar y he salido. Estaba volviendo cuando vi el resplandor del incendio y llamé yo misma a los servicios de emergencia con el teléfono móvil.
Verificaremos lo que está afirmando. Y, dígame, imagino que usted recibe a sus clientes en casa. Me han dicho que usted es una maga, que llegan aquí personas de cualquier procedencia y extracción social, para pedirle consejos, comprar pociones y demás. A juzgar por su coche, es un trabajo que rinde. No quiero explicar mi opinión sobre su trabajo, quiero sólo preguntarle si ha recibido a una cliente especial, una mujer, en los últimos días, que podría ser la víctima de la que hemos descubierto el cadáver.
¡Dios mío! respondió Aurora mostrándose sorprendida ¿En el incendio ha habido una víctima? ¿Quién podía estar en el bosque a esas horas de la noche?
¡Esperábamos que ésto nos lo dijese usted! Venga, haga un esfuerzo, no creo que le sea difícil.
Con aire pensativo aspiró un poco más de humo.
Sea lo que sea que piense de mi trabajo, Comisaria?
Ruggeri, Caterina Ruggeri.
Lanzó otra nube de humo en mi dirección.
Mire, el trabajo que desenvolvemos nosotros los magos es muy respetable. Yo pago mis impuestos y estoy incluso apuntada al sindicato de magos, y no vendo humo, como el de este cigarrillo. La gente viene porque se fía de mí y yo debo respetar también un código deontológico y proteger el derecho a la intimidad de mis clientes.
¿Quiere invocar el secreto profesional, por casualidad?
Con indiferencia, apagó la colilla en un cenicero y prosiguió.
No estoy aquí para vender amuletos o engañar a mis clientes sobre su posible futuro. Tengo buenos conocimientos de herboristería y sé cuáles son las enfermedades que pueden ser curadas con las hierbas medicinales y las que, en cambio, deben ser resueltas de manera convencional. Muchos vienen aquí a pedir buenos consejos y yo se los doy, basándome en mi ciencia y en mi experiencia. Nadie se ha lamentado nunca de haber sido engañado por mí, yo siempre digo lo que mi interlocutor necesita y todos se van contentos y con el corazón enriquecido.
Ya pero empobrecidos en la cartera. Vamos, conozco bien vuestra categoría, sois capaz de hacer creer a las personas que vuestros engaños son grandes remedios. Podría estar de acuerdo con la medicina natural, pero por el resto...
¡Comisaria Ruggeri, no sea prejuiciosa! No todos tendemos a creer que lo que vemos y lo que sentimos y tocamos sea la verdad, que no haya otra cosa que no sea lo perceptible por nuestros cinco sentidos, pero a veces no es así. Dentro de esta habitación se pueden crear efectos ópticos y acústicos que hacen parecer verdad lo que no lo es y falso lo que es. ¡Intente tocarme, poner una mano sobre mi hombro y apoyarse en mí!
Me acerqué e intenté tocarla pero mi mano percibió el vacío donde efectivamente veía su imagen.
¡Es un juego de espejos! dije Una especie de truco de prestidigitadores.
Y ahora vaya al centro del pentáculo, sobre la baldosa central, y hable. Escuchará su voz resonar en sus oídos como si proviniese de una potente instalación estereofónica.
Es verdad, ¡efecto de la acústica de esta sala! También era así en los anfiteatros romanos. ¡Cuestión de arquitectura! Usted está desviando el discurso, está intentando distraerme de mis objetivos. Me han dicho que entre sus visitantes hay una categoría especial, adeptos de una secta que reconocen en usted a una santona. Ellos vienen aquí para tener acceso a su biblioteca y completar el recorrido que contempla la obtención de varios niveles de conocimiento de las artes esotéricas. ¿Recientemente ha recibido visitas de este tipo?
La secta de la que habla se llama Nomolas ed sovreis y no es una secta satánica. Sus adeptos, a través de varios niveles, asumen conocimientos ignorados al común de los mortales. Desde hace siglos quien llega aquí, o a otros tres o cuatro lugares desperdigados por el mundo parecidos a éste, aspira a alcanzar uno de los niveles más altos de sabiduría, el séptimo, para conseguir el cual existe un duro recorrido. Desde hace generaciones mi familia es la guardiana de textos a los que sólo puede tener acceso sólo quien ha completado los niveles precedentes. Quien quiere ir más allá, para llegar a la Sabiduría Universal, debe enfrentarse el peregrinaje al Templo de la Sabiduría y de la Regeneración, que se encuentra en un valle perdido entre Nepal y Tibet, muy difícil de alcanzar.