Stefano Vignaroli - Delitos Esotéricos стр 15.

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No quiero asistir a una bárbara matanza. He enviado una comadrona a Artemisia, conoce los métodos para conseguir un parto anticipado. El recién nacido será confiado a una matrona. Sólo Artemisia, que es la más poderosa de las brujas, será quemada. Las otras, atadas a sus palos, asistirán a su ejecución, luego serán marcadas de manera tal que quien se tope con ellas las reconozca como brujas y las evite. Cada una de ellas tiene ya un extraño tatuaje sobre la pierna derecha, en la parte interna de la pantorrilla. Están diseñados tres tomos, que representan los libros que han estudiado para convertirse en adeptas de su secta. ¡Haremos completar el tatuaje con unas llamas que envuelvan los libros y el mismo tatuaje se hará a cada primogénita descendiente de las brujas!

El Podestà lanzaba chispas de odio hacia el anciano pero no podía contradecirle. Por lo menos podría asumir la parte de los poderes de Artemisia. Pero ésta, atada al palo, a la espera de que las llamas encendiesen su montón de leña, permanecía concentrada y formaba una barrera protectora frente a sus amigas, que estaban en contacto telepático con ella. La posición en semicírculo de los otros patíbulos detrás del suyo favorecía la protección. De esta manera, cuando de la multitud de espectadores se elevaron los grito ¡No las escatiméis, quemadlas a todas!, y un hombre, con una antorcha encendida en la mano, consiguió saltar la barrera de los guardias y acercar la llama a la hoguera de Teresa, dos soldados lo cogieron por los brazos y lo devolvieron al medio del público con una patada bien dada en el culo. El hombre rodó por el suelo y se paró justo a los pies de Larìs, que le lanzó una mirada de desaprobación.

No quiero asistir a una bárbara matanza. He enviado una comadrona a Artemisia, conoce los métodos para conseguir un parto anticipado. El recién nacido será confiado a una matrona. Sólo Artemisia, que es la más poderosa de las brujas, será quemada. Las otras, atadas a sus palos, asistirán a su ejecución, luego serán marcadas de manera tal que quien se tope con ellas las reconozca como brujas y las evite. Cada una de ellas tiene ya un extraño tatuaje sobre la pierna derecha, en la parte interna de la pantorrilla. Están diseñados tres tomos, que representan los libros que han estudiado para convertirse en adeptas de su secta. ¡Haremos completar el tatuaje con unas llamas que envuelvan los libros y el mismo tatuaje se hará a cada primogénita descendiente de las brujas!

El Podestà lanzaba chispas de odio hacia el anciano pero no podía contradecirle. Por lo menos podría asumir la parte de los poderes de Artemisia. Pero ésta, atada al palo, a la espera de que las llamas encendiesen su montón de leña, permanecía concentrada y formaba una barrera protectora frente a sus amigas, que estaban en contacto telepático con ella. La posición en semicírculo de los otros patíbulos detrás del suyo favorecía la protección. De esta manera, cuando de la multitud de espectadores se elevaron los grito ¡No las escatiméis, quemadlas a todas!, y un hombre, con una antorcha encendida en la mano, consiguió saltar la barrera de los guardias y acercar la llama a la hoguera de Teresa, dos soldados lo cogieron por los brazos y lo devolvieron al medio del público con una patada bien dada en el culo. El hombre rodó por el suelo y se paró justo a los pies de Larìs, que le lanzó una mirada de desaprobación.

Unos segundos más tarde, el verdugo cogió una antorcha de un brasero, en primer lugar la levantó bien alta para mostrar a todos las llamas, luego la acercó a la pila de leña a los pies de Artemisia, que se incendió.

Artemisia, antes de que las llamas comenzasen a envolver su cuerpo, volvió la mirada a la luna, que en ese momento estaba oculta por el fenómeno del eclipse y sólo era percibida como una esfera rosácea rodeada por un halo, y dejó que se marchase su espíritu. Debía evitar que sus poderes y su sabiduría se transfiriesen a Carrega, enviándolos, en cambio, con la ayuda telepática de sus compañeras, a las cuales su sacrificio había salvado la vida, hacia la niña que había parido hacía unas pocas horas y que se llamaría Aurora, la primera luz de la mañana. En poco tiempo, las llamas se apoderaron del cuerpo de Artemisia y lo envolvieron, la mujer se transformó en una antorcha humana, los cabellos se quemaron, los vestidos se convirtieron en cenizas, dejando al descubierto la carne, que primero se convirtió en roja y luego en negra. La silueta de Artemisia, que ahora se retorcía, ya sólo se podía intuir en medio del muro de fuego, que ardía ruidosamente. Al final, Artemisia, con un último y prolongado grito de dolor, expiró, mientras las llamas continuaban desarrollando su cruel trabajo. Al acabar, en el suelo sólo quedaría un montículo de cenizas.

Cuando Aurora y Larìs volvieron a la realidad todavía estaban desnudas, tumbadas en el frío pavimento de mármol, con los cuerpos bañados de sudor por la tensión de la experiencia que acababan de vivir. Aurora, todavía aturdida, cogió un quimono de seda, se lo puso, y ofreció uno parecido a la muchacha, que era presa de escalofríos y quedó encantada de colocárselo. Así que Aurora fue a la cocina a preparar una tisana relajante, volviendo después de unos minutos con dos tazas humeantes, que esparcían un aroma de menta en el salón.

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