Ana María Martínez Sagi - La voz sola стр 6.

Шрифт
Фон

¡Ah! Sí, señor; yo soy nadadora; he intervenido en concursos de lanzamiento de disco y jabalina; he endurecido mi juventud en el paso gimnástico, y todo el sport ha sido el objeto principal de mi vida.

Pero usted ama el sport de un modo animal y no sentimental, de un modo carnal y no mental, instintivo y no reflexivo De lo contrario, en sus poesías habría algo de esto, y no lo hay. ¿Es que separa usted las dos cosas?

Desde luego. Yo hago sport como una chica y poesías como una mujer.

¿No sería más exacto que hace usted sport como un chico y poesía como una mujer?

Ana María ríe:

Sí, sí; es posible eso.

¿Por qué no dio su anunciado recital en el Lyceum?

Estas señoras han estado muy amables conmigo, pero

¿Pero qué?

Pues no sé; que encontré aquello un poco frío, un poco, ¿cómo decirle? Catalogado. Eso es, catalogado en «vanguardista». Yo no soy ni vanguardista, ni ultraísta, ni clasicista, ni feminista Me fastidian mucho los «istas» y los «ismos». De tener algún «ista», puede que sea sindicalista únicamente.

¿Esto lo dice en serio?

Sí; claro que sí. Por lo menos soy republicana, convencidamente republicana, y he intervenido en actos públicos, hablado en mítines

En su segunda expedición madrileña, Ana María Martínez Sagi daría al fin su recital en el Lyceum, acompañado de una conferencia sobre el Club Femení que causaría gran revuelo en la prensa, como luego veremos. Muchos años después, en las conversaciones que mantuve con ella en vísperas de su muerte, nuestra autora recordaba todavía con nitidez aquella entrevista con Ruano, que seguía considerando la mejor de cuantas le habían hecho, y las vicisitudes galantes que la rodearon:

Vino a casa de una prima mía, donde yo me hospedaba, para entrevistarme. Mi prima ya me había advertido: Sé muy prudente, ese hombre es un donjuán, no respeta a ninguna mujer. César me pareció precioso, tenía estampa de mosquetero: alto, delgado, el bigote levemente rubio y una voz muy caliente, como de barítono, que me enamoró. Empezó a hablarme, pero yo era incapaz de seguir su conversación; sólo lo miraba de hito en hito y pensaba: ¡Dios mío, no me extraña que hayas tenido tantos líos con tantas mujeres distintas!. Al acabar la interviú, me propuso que fuésemos a El Escorial. Viajamos en tren, me invitó a comer en un merendero platos típicos madrileños y me enseñó el monasterio. Cuando atravesábamos un gran salón, me pidió que acercase la oreja a una pared, mientras me hablaba desde la opuesta; por un extraño efecto acústico, parecía que me estuviese susurrando al oído. Qué bonita eres, Ana María me dijo. ¿Sabes que me gustas mucho? Yo no creía que hubiera catalanas tan guapas como tú. Parecía un mosquetero, y tenía voz de barítono

Ваша оценка очень важна

0
Шрифт
Фон

Помогите Вашим друзьям узнать о библиотеке