Ana María Martínez Sagi - La voz sola стр 11.

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¿Qué impresión te produjo entrar en combate al lado de las fuerzas leales?

Una impresión inolvidable. Una cosa muy distinta es oír un tiroteo en la calle, estando una bajo techo, o escucharlo en mitad de un campo desierto, sin poder resguardarte, y sabiendo con certeza que las balas vienen en dirección tuya. Cuando oí el primer obús, me quedé paralizada. El segundo, lo vi estallar a pocos metros; pero yo estaba ya pegada a la tierra, adherida a los terrenos y a los rastrojos, con todas mis fuerzas. En dos horas me levanté para volver a tirarme rápidamente al suelo lo menos ochenta veces. Nunca había andado a gatas tanto trecho seguido. La sed me tenía exhausta. Suda­ba a chorros. Como colofón, en el día de mi «debut», no quiso dejar tampoco la aviación enemiga de cooperar con el espectáculo. Nos envió unas cuantas bombas, pero yo me metí entre unas gavillas de trigo, y a pesar de que con las explosiones me caía encima una lluvia de piedras, no asomé la cabeza hasta que los aparatos no estuvieron por lo menos en Zaragoza. En fin: que fueron unas horitas deliciosas y entretenidas. El comandante Ortiz me decía luego, burlón: «¿No querías emociones violentas y aventuras sensacionales? Pues ahí las tienes. Supongo que el programa no te habrá defraudado». Al día siguiente, nuestras fuerzas tomaron cumplida revancha. Las baterías no cesaron de disparar y el bombardeo de nuestra aviación sembró el pánico entre las huestes enemigas. ¡Cómo me parecía entonces divertido observar por el telémetro los efectos de nuestras granadas rompedoras y de las bombas incendiarias!

Un laberinto de presencias

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