Alas de La Victoria
Copyright © 2021 por Daniel Wrinn
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Tabla de Contenido
Título
Derechos de Autor
Alas de La Victoria
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Parte ICapítulo 1
Mayo 10, 1940
Nuestro pequeño automóvil Renault recorrió la polvorienta carretera francesa como un pequeño bicho marrón que huye para salvar su vida. El viaje fuera de París era emocionante y deprimente al mismo tiempo. Mi piel temblaba con la piel de gallina cuando pasamos las largas filas de autos del ejército y tropas en marcha.
Los documentos militares del teniente Dubois despejaron el camino a través de cada barrera levantada a lo largo de la carretera. Esos papeles eran como un hechizo mágico. No solo estaban firmados por las más altas autoridades militares, sino por el propio presidente de Francia. Supongo que mi padre realmente tenía conexiones aquí.
Me senté en el coche con los brazos cruzados y la mandíbula apretada. ¿Por qué tuve que dejar París? ¿Por qué estaba huyendo? ¿Qué peligro real habría? Me estaba divirtiendo muchísimo en París. ¿Por qué estoy escapando? ¿Porque el peligro podría llegar a París? ¿Podría haber una guerra pronto? Supongo que solo estaba siguiendo las instrucciones de mi padre, pero, aun así, la idea de irme de París tan pronto me retorció y apuñaló el estómago.
El teniente Dubois tomó el volante. El brillo de los ojos del francés se había agotado. No más bromas, no más anécdotas divertidas sobre París. Ahora estaba sombrío y parecía asustado. Apretó el volante con fuerza. De vez en cuando, inclinaba la cabeza por la ventana para mirar el cielo azul lleno de sol, parpadeando con ansiedad temerosa. Seguí su mirada, pero no vi nada.