- "Exactamente. La idea le gustó al director, que obviamente era un hombre de ingenio, quien me pidió que usara siempre esa canción para señalar el comienzo de la cena. Durante unos años ese fue el tema de apertura, antes de sustituirlo por el actual que, además de ser más adecuado, al ser de mi propia composición, me garantiza ingresos adicionales por derechos de autor.
Mientras comparto estos recuerdos con Fabienne, miro a mi alrededor para darme cuenta de la situación en la sala. La pareja de eslavos de la noche anterior ya está sentada en la misma mesa, engullendo sus habitua-les canapés de caviar alternados con amplios sorbos de vodka con bastante esfuerzo.
- "Quizá estén entrenando para alguna competición típica" - digo sonriendo a Fabienne señalándoles con un ligero movimiento de la cara - "Como en esas absurdas competiciones americanas en las que gana quien se atiborra de más perritos calientes en cinco minutos".
- "Siempre consigues ver las cosas desde un ángulo original" - me canta.
Hacia las 10 de la noche, mientras Gordon describe la nueva versión de su cóctel dedicado a Fabienne que acaba de traerle (un poco más de ron y un poco menos de zumo de naranja), llegan los dos chinos, el maestro Wang y su secretario Chen. Les saludo con la cabeza, sin dejar de tocar, y comento con Fabienne: - "Esta noche no hay americanos".
- "Bueno", dice ella - "como los ensayos comenzarán en unos días, Sherman probablemente tendrá sus propios asuntos que atender. Si es tan importante como para organizar una gira en colaboración con el Ministerio de Cultura chino, me imagino que tendrá un montón de artistas en su agenda para gestionar por todo el mundo".
- "Sí," - replico - "pero también debe haber hecho algunos enemigos, ya que trae dos "ángeles de la guarda" con él."
- "Mira, hasta los dos eslavos intercambian comentarios sobre los chinos" - señala Fabienne. - "¿No te parece extraño que esos dos, que nunca antes se les había visto aquí en el hotel, hayan aparecido al mismo tiempo que la llegada de los chinos y no les quiten los ojos de encima? Quizá sean espías del KGB."
- "Parece que estás leyendo demasiadas novelas de espías últimamente" - le digo con sorna
- "La era de la Guerra Fría ha terminado. Y de todos modos, el espionaje en estos días supongo que se hace con la tecnología vanguardista que está disponible hoy en día. La figura del espía que acecha y vigila al objetivo me parece un poco anticuada."
"Además, si los dos eslavos eran realmente espías, ¿te imaginas la cara del controlador de la lista de gastos de estos dos? Con lo que gastan en caviar y vodka se podría pagar a un agente doble del bando contrario."
La velada transcurre sin detalles destacables hasta que, a mitad de la interpretación de "My Way", Fabienne me susurra: - "Mira, uno de los eslavos había salido y acaba de volver caminando cerca de la ventana, donde hay menos luz. No quería llamar la atención. Luego se sentó y empezó a hablar animadamente con el otro. ¡Te dije que eran espías! ¡Sin duda están en una misión secreta!"
- "De acuerdo" - le digo fingiendo seriedad - "Entonces hagamos esto: mientras yo dejo de tocar para hacer un pequeño descanso y me voy al bar a tomar algo, tú te quedas aquí y ojeas tus revistas fingiendo que no te
preocupas. Pero asegúrate de no perder de vista a tus espías".
- "Siempre me estás tomando el pelo," - responde haciendo un mohín - "pero si entran en acción y te encuentras en medio de un tiroteo, ¡no me digas que no te avisé!".
- "Si eso ocurre, que sepas que te he querido con locura"- le digo besándola, y luego me dirijo al mostrador, donde me espera Gordon con la coctelera en la mano.
- "¿Me preparas una caipirinha especial?" - le digo - "Mi recomendación: hielo bien picado, cal machacada con un mortero y una doble dosis de azúcar moreno, para que algunos de los gránulos queden en la superficie y se mezclen en el primer sorbo.
- "Max, ¿me tomas por un novato? Aprendí a hacer cócteles "machacados" cuando tenía dieciséis años, en los bares más duros del Caribe."
- "Lo sé, Gordon, pero me gusta burlarme un poco de ti de vez en cuando. Vamos, no te sientas mal."
- "Me parece que no eres el único en estos días que encuentra placer en tomar el pelo a los demás" - me dice interrumpiendo el machaqueo de los ingredientes en el mortero y señalando con él los periódicos que descansan sobre la encimera.
Leo los titulares: "Otro lanzamiento provocador de un misil balístico en el Mar de Japón por parte de Corea del Norte", "Condena internacional unánime", "La diplomacia estadounidense mantiene la línea de diálogo incluso sobre la evolución del programa atómico de Corea del Norte", "China, aliada histórica de Corea del Norte, se desmarca diplomáticamente de las provocaciones del régimen de Pyongyang".
- "Están armando un buen lío en el mundo" - comento - "Ciertamente no será fácil para la administración americana mantener la estrategia de diálogo, si los interlocutores no tienen la misma actitud". La verdadera novedad me parece la posición de China. En el pasado fue un firme defensor de Corea del Norte a nivel internacional y ahora, quizá también por el nuevo papel que quiere desempeñar en el mundo a nivel político y económico, parece distanciarse de las últimas provocaciones.
- "Tienes razón" - replica Gordon - "los británicos apoyamos la estrategia de la "guerra preventiva" en la época del presidente Bush, en Irak y Afganistán, pero personalmente prefiero la vía del diálogo. La situación en esa zona es bastante peligrosa, con India y Pakistán ya nuclearizados. Ahora se suman Corea del Norte e Irán..."
Tras volver a sentarme al piano, la velada continúa de forma agradable. Desde una mesa de clientes españoles recibo un emisario con la petición de una dedicatoria especial para una amiga que celebra su cumpleaños.
Dada la nacionalidad de los invitados, toco el famoso tema principal del "Concierto de Aranjuez", del compositor español Joaquín Rodrigo. La elección, quizá un poco nacional-popular, lo reconozco, es sin embargo apreciada y los españoles lo demuestran con un caluroso aplauso. Pero no son los únicos.
De hecho, al final de la pieza, Wang Shi se dirige hacia el piano llevando en sus manos tres copas con champán. Tras entregar la primera copa a Fabienne, coloca la segunda en el atril a mi derecha. Luego, sentado en uno de los taburetes altos con vistas a la "Cúpula" de San Pedro iluminada, levantando su copa como preámbulo al brindis, me dice: - "¡Por un pianista que sabe pasar con agilidad entre todos los géneros musicales!"
- "Muchas gracias" -- respondí - "los cumplidos siempre son bienvenidos, especialmente cuando vienen de una persona competente como usted."
- "Tengo mucha curiosidad por usted, Max. ¿Cómo llegó a ser pianista en los hoteles? Tiene una técnica excelente y también sabe improvisar y armonizar de forma original. Con su talento podría, imagino, haber tomado otros caminos en su carrera musical.
- "Bueno," -- reanudo -- "la elección se debió en parte al azar, como suele ocurrir en la vida. Para poder pagar mis estudios sin agobiar demasiado a mi familia, tuve la oportunidad de tocar en un bar durante la temporada de verano cuando tenía dieciocho años. Esa experiencia fue fundamental y me hizo comprender lo que quería de la música y de la vida: libertad, creatividad, viajes, contacto con gente y lugares diferentes".
- "Podría haber alcanzado estos objetivos también con otras actividades en el ámbito musical" - dice el director - "por ejemplo siendo concertista, de música clásica o de jazz, ya que parece que le gusta mucho ese tipo de música."