Me parece una buena idea, susurró Emma sabiendo cuanto se preocupaba su abuelo en no crear escándalos.
Emma no has entendido. La fusión se trata de tu matrimonio, aclaró el hombre con voz sufrida.
Fue precisamente la palabra matrimonio la que desconectó todas las neuronas del cerebro de Emma.
En contraposición, su corazón le hacía sentir un ataque de taquicardia con triple salto mortal.
Tú y Aiden, remarcó el abuelo creyendo que el silencio de Emma se debiera a la falta de comprensión de sus palabras.
Emma intentó razonar.
Nada, las neuronas estaban todas en coma etílico, borrachas de felicidad y anticipación.
Hija mía, te lo ruego, respóndeme. He llamado a Aiden antes de que llegaras porque tengo que confirmarle la fusión, pero si tú no quieres o no estás de acuerdo
Emma intentó decir algo, pero todo su sistema nervioso estaba apagado.
Se estaba recomponiendo, cuando sonó el intercomunicador.
Era la secretaria. Aiden Marconi había llegado y quería una respuesta.
Las palabras soeces que salieron de la boca de Cesare sorprendieron incluso a Emma que no estaba acostumbrada a ese lenguaje.
Ni siquiera golpearon, sino que la puerta se abrió para dejar entrar a Aiden, seguido por la secretaria furiosa que continuaba a decirle que tenía que ser anunciado.
Tengo una reunión dentro de una hora. No tengo tiempo para esperar, le respondió de mala manera el hombre acercándose al escritorio con grandes pasos.
¡Dios mío!, explotó la mente de Emma recuperando un mínimo de comportamiento frente al joven que estaba frente a ella y la miraba en estado de shock.
Mi marido Aiden será mi marido, le comunicaron las únicas dos neuronas que se despertaron del coma. Emma permaneció con la boca abierta, todavía con las manos de su abuelo entre las suyas y ligeramente apoyada en el escritorio, mientras sus ojos intentaban buscar al Aiden de quince años que recordaba en ese bellísimo hombre que la miraba desde su altura de casi un metro noventa.
El rostro de Aiden se había endurecido en sus facciones y la boca carnosa estaba tensa en lugar de estar curvada con una de las magníficas sonrisas que recordaba.
Sin embargo, los ojos eran siempre los mismos: grises como la plata con ligeros matices verdes. Lo opuesto de sus ojos que eran verdes con matices grises.
Gris- verde. El color clásico de todos los Marconi.
Avergonzada, todavía sorprendida por las palabras de su abuelo y por tener delante al hombre de sus sueños, no osó bajar la mirada por el cuerpo de Aiden, después que había sentido cómo se le incendiaban las mejillas por esos hombros anchos y tensos bajo el traje elegante y esos rizos negros que disfrutaban haciéndole cosquillas en el cuello en los que Emma quería hundir los labios.
Emma, repentinamente serio e inescrutable, antes de fijar sus ojos en Cesare. Buenos días, Cesare.
Hola, alcanzó sólo a decir Emma intentando recomponerse.
Has llegado con anticipación, lo agredió de inmediato el viejo.
Incluso si habían decidido tener una tregua, era obvio que el odio entre los dos todavía estaba vivo.
Habría sido precisamente ese matrimonio el que aplacara definitivamente los ánimos y que les permitiera dejar atrás el pasado.
Se adelantó una reunión extraordinaria luego de nuestra última charla y ahora el Consejo quiere una respuesta, explicó enérgico y severo Aiden respondiendo a Cesare.
¿Cómo te atreves a venir aquí a imponer órdenes?, se enojó de inmediato el anciano.
Los tiempos apremian y lo sabes.
¡No necesito que un muchachito venga a decírmelo! Recuerda que nací antes que tú y que mientras tu todavía usabas pañales, yo ya había creado un imperio partiendo de la nada, lo regañó Cesare.
Un imperio que está colapsando, rebatió Aiden haciendo enfurecer a Cesare que de nuevo fue sacudido por espasmos respiratorios que lo llevaron a toser y lo obligaron a intentar relajarse en el sillón, a pesar de las ganas incontrolables de echar de su palacio a ese insolente.
Abuelo, te lo ruego, cálmate, se preocupó de inmediato Emma yendo al saloncito a llenar un vaso de agua para él.
Cuando el viejo se restableció lo suficiente, Emma decidió tomar la palabra, incluso si la mirada enfurecida de Aiden le resultaba amenazadora.
No veo por qué debemos seguir peleando, cuando estamos aquí precisamente para ponernos de acuerdo Un acuerdo que ya fue decidido por ambas partes, balbuceó Emma con la mirada que ya no sabía sobre que o quien posarse para no avergonzarse aún más, mientras intentaba evitar pronunciar la palabra matrimonio para no morir de la vergüenza.
¡Tú no te casarás jamás con este insolente!, respondió su abuelo entre un golpe de tos y el otro.
Emma hubiera querido responderle que, si Aiden aceptaba, se habría casado con él y que lo habría seguido hasta el fin del mundo para poder estar con él. Con o sin la bendición de su abuelo.
Sobre todo, ahora que lo había visto a pocos pasos de ella para enamorarla de nuevo, haciendo desaparecer como por magia los doce años de distanciamiento.
Sin embargo, sabía que no era el momento oportuno para ciertas confesiones, si no quería hacer colapsar a su abuelo y conectarlo a un respirador antes de morir de un infarto.
Abuelo, lo has dicho tú también que este acuerdo nos sirve. La Marconi te necesita a ti y a mí. Sabes que haría cualquier cosa para ayudarte. Además, pensaba que querías cumplir con la última voluntad de tu primo, le dijo dulcemente, acariciándole la espalda para calmarlo.
Como cada vez que Emma tocaba el tema inherente a Marconi Construcciones, Cesare se calmó y, después de algunas respiraciones largas, se rindió.
Tú no te mereces a mi nieta y tampoco a la Marconi Construcciones, pero lamentablemente en este momento no tengo elección, de todas formas, puedes quedarte tranquilo que, al primer paso en falso, te destruiré. Emma se está sacrificando por mi estoy seguro de que no se casaría jamás por voluntad propia con alguien como tú. Sin embargo, si la haces sufrir o la tratas mal, te haré pedazos a ti a tu acuerdo Incluso si eso provoca un escándalo internacional. ¿Me expliqué claramente?, dijo entre dientes Cesare levantándose de la silla y acercándose al joven.
Emma hubiera querido detener a su abuelo y calmarlo, pero nunca lo había visto en ese estado y tenía demasiado miedo como para hablar.
Atemorizada, se alejó de los dos hombres y se puso a mirar el suelo.
Si Emma hace su parte de buena esposa, no habrá problemas, respondió Aiden impertérrito, haciendo que a la muchacha el faltara el aire.
Emma será una buena esposa. Es una mujer seria, respetuosa, instruida, sin pájaros en la cabeza, apegada a su familia, con un gran sentido del deber y sabe permanecer en su lugar.
Justo lo que necesito. No necesito nada más.
¿Por qué Emma sintió que se le helaba todo el cuerpo cuando escuchó esas palabras?
Ella quería un matrimonio de amor, romántico, dulce, hecho de afecto, respeto y pasión. Sin embargo, delante de ella se estaban repitiendo sólo las cláusulas de un contrato verbal y el apretón de manos entre los dos hombres que siguió luego, casi la hizo descomponer.
Intentó acercarse a Aiden esbozando una sonrisa, pero éste apenas la miró dirigiéndole una mirada imperturbable y casi de ira reprimida, manifestada sólo por la tensión en la mandíbula.