âEstás loco, hace años que ni siquiera nos hemos visto, me compras unas frituras y luego me das una cerveza creyendo que soy la Klaire de la secundaria la quien tienes enfrente, déjame decirte que no, que soy otra... muy distinta.
âYa veo... âLa mira de arriba abajo para provocar que se sienta mal por su sobrepeso.
â¡Idiota! âCamina con mucha más rapidez hasta llegar a su edifico, Jack entra detrás de ella, que sube con prisa las escaleras, sus gordas piernas han superado un record, jamás habÃa sido tan veloz.
â¿Qué me dices? Cama, es lo único que nos falta en esta hermosa velada.
â¡Cretino! âSigue subiendo y logra asà llegar ante su puerta, abre la cartera y saca la llave.
Entra y al intentar cerrar, Jack lo impide con un golpe fuerte contra la puerta, entra y la abraza con fuerza ignorando sus claras muestras de enfado.
â¡Déjame, déjame!
Forcejean por toda la casa, ella consigue agarrar un libro grande y le da un golpe con toda su fuerza, Jack cae inconsciente, más por los efectos de la cocaÃna que habÃa consumido en el baño del restaurante que por el golpe que ha recibido.
«Me habÃan dicho que los libros salvan vidas, ya veo que sû âse dijo Klaire mientras, con la mirada borrosa, Jack la mira desde el suelo, sus ojos vuelven a cerrarse lentamente.
Despertó con la luz del sol que entraba por una rendija de la cortina, se encontraba tendido sobre el sofá, tenÃa la sensación de haber dormido un largo rato. Era evidente que la chica lo cargó y lo dejó allÃ.
El apartamento de Klaire era un depósito de libros, la chica se habÃa tomado muy en serio los estudios.
Jack se sienta y empieza a pensar sobre su estupidez, se rasca la cabeza y pasa sus manos por la cara, se levanta y camina de un lado a otro.
«Eres un desastre cuando te drogas, Jack, eres un maldito idiota», se dijo a sà mismo en voz alta.
La voz de Klaire suena suave y clara.
â¿Levantado?
Jack se gira y ruega al infierno que ella no haya escuchado lo que acaba de decir, no quiere mostrar su oscuro secreto a la chica a quien le debe algo de respeto.
âSÃ, Klaire... yo... âCamina hacia ella.
Evidentemente, ella no escuchó nada.
âNo te acerques, quédate donde estás, quiero que te marches, son las siete de la mañana, yo me dispongo a partir, tengo mucho que hacer, trabajo, entre otras cosas, cuando regrese no quiero encontrarte aquÃ, es más, no quiero volver a verte jamás.
â¿No hay posibilidad de segundas oportunidades?
âEsta es una segunda oportunidad, Jack, ¿lo has olvidado? Y no habrá una tercera, eres un imbécil, un cretino⦠âLloraba y tartamudeaba con una pena profunda.
âSoy un tonto, Klaire, un tonto que... está loco por ti. âAhà iba de nuevo, mentiras, muchas mentiras, su especialidad.
â¡No, no, no caeré otra vez, ¿sabes jack?, cuando me contactaste por Facebook creà que... creà que habÃas cambiado, pero me equivoqué, eres un loco, un depravado, un estúpido egocéntrico que solo quiere acostarse con la tonta a la que robó la virginidad usando sustancias ilegales, con la idiota a la que todos vieron su ropa interior rota, con la insatisfecha e ingenua Klaire Morgan, que ya no recuerda cómo, cuándo ni dónde fue tuya.
Esas palabras le apuñalaron el pecho, era la primera vez que los sentimientos de culpa llegaban a la mente de este desordenado hombre, que desde muy joven practicó la impiedad, la promiscuidad y la penosa fase sin salida de la adicción a las drogas.
âKlaire, yo... âEsta vez serÃa sincero, esta vez estaba arrepentido, pero ella no le darÃa la oportunidad de expresarse, la carga de dolor del pasado era demasiado fuerte, debÃa ser cortante e irse.
âTú nada, tú te vas, y punto. âSalió de la casa con la cartera en la mano, su fuerte brazo cerró la puerta.
Jack volvió en sà al llegar a la estación en la que debÃa bajarse, encendió la grabadora, pero no pudo escuchar nada importante, eran notas de su trabajo y conversaciones sobre sus investigaciones.
Con la vista perdida, subió desde el subterráneo, respiró el ambiente sofocante de la ciudad, caminó con prisa, estaba cerca de la casa de Klaire, tomó la misma ruta que el dÃa de su fallida cita, se encontró ante aquel restaurante y como rutina entró para ir al al baño. Una fuerte dosis de coca por la nariz fue recurso suficiente para volver a recrear las escenas entre ambos.
Salió frotándose la nariz y pidió algo de comer, parece que habÃan cambiado la administración, ya no tenÃan las carnes fritas de antes, ahora era todo asado.
â¡Maldita sea! Ahora todos quieren ser light âMuerde un trozo de pan y otro de filete a la plancha, de pie ante la barra, todos lo miran, su camisa casi no se puede abotonar, está algo pasadito de peso.
Pide una cerveza y sonrÃe solo, todos le miran extrañados, aún lleva algo de polvo en su nariz, una de las camareras se acerca.
âSeñor⦠¿se siente usted bien? âLa mira a la cara, pero solo ve el rostro de Klaire y rÃe como un loco mientras mastica y toma tragos de cerveza como un desquiciado.
â¿Que si estoy bien? Claro, Klaire, claro que estoy bien, estamos bien, mÃrate, eres la de antes, sabÃa que esas fotos de la casa de tu madre eran un fraude, que no eras tú.
â¿Quiere que llame a un doctor? âLa camarera insistÃa.
âYo soy el doctor, el doctor del amor, Klaire, entrégate a mà âAgara a la chica y la besa a la fuerza.
â¡Está loco! âCuando la chica logra soltarse, él se da cuenta de que no es Klaire, está regresando lentamente de su éxtasis.
âPerdón, lo siento, no era mi intenciónâ¦
âVáyase o llamaré a la PolicÃa, lárguese. âLe grita el dueño, que está en el otro lado de la barra.
Jack sale tras pagar la cuenta, inundado de un sudor frÃo, con los nervios alterados y la presión por los suelos, sus manos tiemblan.
Recorre el mismo camino, aunque las calles habÃan cambiado, sentÃa que Klaire iba a su lado.
âDebes recuperarla, idiota, es lo último que debes hacer en tu miserable vida de mierda, eres una basura putrefacta, un mal nacido, encuéntrala, su madre te lo agradecerá, la mujer está ilusionada con la idea de que eres el único que puede encontrarla, no nos decepciones, Jack, tú puedes, después de esto, te cortas las venas y desapareces, no te atrevas a morirte de una sobredosis, eso es para estrellas de Hollywood, danos una muerte auténtica, qué se yo, lánzate al tranvÃa, ve a una excursión de paracaidistas y tÃrate al vacÃo sin paracaÃdas, o más genial, ¿por qué no te ahorcas en Central Park? Hay muchas formas de desaparecer con estilo, muchas, Jackâ. â Se detiene y se enciende un cigarro justo frente al edificio de Klaire, lanza el humo al aire, sus manos dejan de temblar, está más sereno.
En ese momento alguien se acerca y le ataca con fuerza poniéndole contra la pared, el cigarrillo cae al suelo, se trata del detective Harris, el jefe de Klaire.
â¿Qué diablos haces aquÃ, parásito?
âHey, hey, un momento, suéltame. âTrata de zafarse, pero no puede, aún está algo mareado.