Amy Blankenship - Una Luz En El Corazón De Las Tinieblas стр 25.

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Yohji volteó la cabeza de golpe de nuevo hacia el niño y sus ojos se abrieron como platos con verdadero miedo. El chiquillo le estaba sonriendo, pero no era una buena sonrisa, era mortífera. En los bordes de sus labios pálidos, el chico tenía colmillos largos y afilados y sus ojos ya no eran negros, sino de un rojo oscuro.

Esos ojos vacíos hacían un inquietante contraste con su cabello y piel de alabastro. Se veía como un niño, pero era un demonio roba almas disfrazado y Yohji estaba realmente asustado.

Miró con horror mientras sus pies dejaban el suelo, y el chico saltó hacia él, arrastrando un grito aterrado de su ya reseca garganta. Nunca supo qué le golpeó en tanto dientes y garras destrozaban su carne, causándole un dolor que nunca había imaginado.

*****

Toya miró a la chica desplomada en el asiento del pasajero a su lado. – ¡Carajo, Kyoko, nunca más me asustes de esa manera de nuevo! – Él sabía que ella no podía escucharlo, pero eso no detenía su aliviada vociferación. – ¡Tú, pequeña idiota, podrían haberte matado o peor! – Cruzó hacia el edificio donde se encontraba su apartamento.

Aunque el ceño fruncido permanecía en su lugar, la levantó como si ella fuera la gema más preciosa sobre la tierra y la llevó escaleras arriba. Encontrando su puerta cerrada, maldijo, empujando el picaporte, esperando no hacer mucho daño en tanto crujía y luego abría.

– Bueno, ella necesitaba una mejor cerradura de todas formas con un asesino suelto –. Toya usó esa excusa, guardándola para cuando despertara y le gritara por romper su puerta. – Al menos aún está sobre sus bisagras –, se quejó entrando al apartamento tenuemente iluminado.

De pie, quieto en medio de su sala de estar, miró a Kyoko y levantó una ceja al oler alcohol mezclado con su aroma natural.

– Ah, ya veo cómo eres. – Susurró. – No es justo… ni siquiera me llevaste a tomar contigo. ¿En qué estabas pensando?

*****

Kyou luchó para mantenerse sereno, lo que parecía que sucedía mucho esta noche. Incapaz de mantenerlo contenido, su mano empuñada se elevó hacia adelante y golpeó la pared de ladrillo con tal fuerza que las piezas de mampostería se fueron volando en todas direcciones. Gruñó con rabia y sus ojos se tiñeron de rosado en tanto olía el aire.

Nadie tomaría lo que le pertenecía sin pagar por su interferencia.

Inmediatamente tomó el aroma de Kyoko mezclado con otro que se sentía raramente familiar y masculino. Kyou dejó salir un rugido, haciendo el sentimiento a un lado mientras levitaba del callejón y siguió el aroma que se había incrustado en su ser.

Su silueta solitaria desapareció dentro de las sombras mientras salía a cazar a su presa. La encontraría y la tomaría de vuelta del ladrón que la había robado. Los músculos de la mandíbula de Kyou se flexionaron con furia. ¿Cómo se atrevía ella decir el nombre de su hermano como si intentara confundirlo… como si lo hubiese conocido?

De alguna forma, la mujer-niña le había lanzado un hechizo, estaba seguro de ello. Podía sentir su presencia que permanecía en la punta de sus dedos y sintió el deseo de volver a tocar su piel. Necesitaba saber cómo es que es tan pura y qué era la luz que su cuerpo emitía.

¿Era lo que Toya había estado buscando? Si era así, entonces, ¿la culpa por la muerte de Toya era de esta chica? ¿Qué significaba todo esto? Deseaba respuestas. Esa luz lo había atraído como una polilla a una llama, y ahora descubrió que no podía simplemente dejarla ir. Era como si ella, sin saberlo, lo hubiese llamado y no tuviera más opción que responder.

Kyou gruñó en la parte baja de su garganta mientras sus ojos brillaron rojos con sangre. Esta chica era peligrosa. Él no era alguien que necesitara o quisiera solo tener venganza por siglos. Ella tenía que ser tratada con cuidado. No confiaba en sí mismo alrededor de ella. Ella lo había capturado de alguna forma y le enfurecía inmensamente que esta chica, de alguna forma, lo hiciera débil.

*****

Balbuceando algo sobre reuniones de Alcohólicos Anónimos, Toya llevó a Kyoko a su habitación y gentilmente la extendió en su cama. Moviéndose de vuelta rápidamente a través del apartamento a la puerta principal, la cerró usando el cerrojo de seguridad ya que había roto la cerradura regular.

– Qué bueno que ella solo había cerrado el picaporte –, se encogió de hombros y miró alrededor a la soledad del apartamento. Era muy diferente del rugido ensordecedor que estaba en el club. Era casi demasiado silencioso. Quitándose los zapatos, suspiró. – ¡Qué nochecita! –, dejó a sus hombros relajarse por primera vez en todo el día mientras se acolchaba de vuelta donde su Kyoko estaba extendida.

La luz de la luna se derramaba en la ventana lanzando un brillo etéreo sobre su cuerpo. El rostro de Toya se suavizó al detener su vista en el rostro de ella. Su cuerpo flexible se extendía en la cama con sus manos medio relajadas en cada lado de su cabeza. Se veía como un ángel, tan en paz y tan ajena al peligro en el que podría estar, su mano se volvió un puño al corregir su pensamiento: casi lo estuvo. Tenía en mente sacudirla hasta despertarla y provocarle algo de lógica… pero no lo haría.

El ceño fruncido se grabó en su rostro tratando de pensar cómo ella había terminado en el callejón, sola, desmayada pero ilesa. Sin alguien para mirarle el colmillo al caballo regalado, decidió agradecer a los guardianes que cuidaban de ella… quienes fueran.

Por el resto de la noche, Kyoko estaría con él y a salvo. Eso era todo lo que importaba.

Un destello travieso brilló en sus ojos mientras le quitaba los zapatos y haló las sábanas sobre la duermevela silueta. Ella posiblemente lo mataría mañana pero… Toya se montó en la cama y tiró del cuerpo ruborizado de ella contra el suyo.

Generalmente, ligeros pensamientos sucios llenarían su mente como lo había hecho tantas veces cuando estaba en casa solo. Sin embargo, por alguna razón esos pensamientos se sentían mal en el momento. Había algo sobre estar acostado aquí con ella que parecía… ¿inocente? Sacudió su cabeza suavemente y se ubicó cómodamente contra ella.

Sosteniéndola con fuerza, agradeció a cualquier dios afuera porque ella estaba sana y salva donde pertenecía. Se sentía tan bien tenerla en sus brazos y lo disfrutaría por ahora. En la mañana podría probar atentar contra su vida, pero si él iba a morir, al menos moriría feliz.

Kyoko suspiró con alegría, acurrucándose al calor protector que rodeaba su cuerpo.

Una sonrisa agració los suaves labios de Toya mientras besaba su sien y la siguió en una dichosa alegría en un sueño ligero.

*****

El cuerpo de Kyou levitó hacia la ventana en la que se dio cuenta de que el aroma era más fuerte. Unas esferas de oro fundido se abrieron sorpresivamente ante la escena frente a sus ojos. Ahí… en la habitación donde Kyoko yacía, un joven con ojos dorados y largo cabello medianoche plagado de mechas plata que hacían juego con las suyas entró.

Sintió como si el aire hubiese sido sacado de golpe de sus pulmones al tiempo que veía el reflejo de la imagen del asesino de su hermano de pie en la cabecera de la cama, mirando hacia la chica adormilada que había secuestrado.

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