Eranosián Vladímir - 90 millas hasta el paraíso стр 12.

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– ¡Elián! – llamó el padre.

Silencio en respuesta.

– ¡Eliancito! – Gritó en voz alta Juan Miguel – ¡No bromees así!

Nada se oyó. Ni una palabra.

– ¡Juan Miguel! ¡Está a veinte yardas tras la popa! ¡Rápido! – las palabras provenían de atrás. Lo decía a grito pelado Pedro, el cual advirtió al niño en el agua y este se agitaba desesperadamente. El salvavidas ya iba volando en esa dirección y cayó unas diez yardas más lejos del chiquitín. Eliancito lo vio caer, pero ya no estaba en condiciones de seguir a nado hasta ese lugar. Se ahogaba y, además, no pronunciaba ni un sonido.

El padre se precipitó en ayuda del hijo. Entre él y el peque había unas treinta yardas y… el salvavidas. La distancia iba disminuyendo. Pero las fuerzas de Elián se agotaron completamente… El corazoncito traqueteaba como una ametralladora que ronca. La pierna derecha estaba acalambrada. Y papá no estaba a su lado…

En ese momento, de repente, no se sabe de dónde, emergió el salvavidas. Él llegó solo hasta allí. Quedaba solamente agarrarse a él. Así lo hizo Elián. Todo… Está fuera de peligro. Fue su padre el cual, con todas las fuerzas disponibles, hizo impulsar hacia el niño el salvavidas y este en unos instantes estaba al lado del niño. Luego se aproximó nadando Juan Miguel y lo llevó tirando con el salvavidas hacia la lancha. Estando ya a bordo, el padre lo abrazaba, lo besaba, lo secaba con una toalla, repitiendo:

– Querido mío, hijito mío…

El tío Pedro con gran aplicación se puso a arrancar el motor, gimiendo y blasfemando.

– Perdóname, por favor, tiíto – resoplaba por la nariz el chicuelo ya recobrado del choque.

Pero el padre, parece, no le guardaba rencor. A cambio, le acariciaba la cabeza y se reprochaba de lo ocurrido:

– ¿Por qué pasó eso? – No me lo habría perdonado… Si…

“Es extraño – pensó en ese momento el golfillo – Papá, posiblemente, me castigará después por la desobediencia.”

– ¡Travieso! – refunfuñó por entre los bigotes el tío Pedro, poniendo el rumbo al oeste. Elián ya echaba de menos a su mamá, a las abuelas Raquel y Mariel, a Cárdenas con sus casas de varios colores y las calles asfaltadas, llenas de carruajes con tracción equina, los ciclistas que giran las miradas despreocupadamente y la chiquillada intranquila.      Hacia la noche las olas crecieron mucho y, mirando la nube que se avecinaba, papá tomó la decisión de pernoctar en la casa de Pedro:

– No se puede bromear con el océano, especialmente, cuando te advierte la posibilidad de haber mal tiempo y la aproximación de una posible tormenta. Llegaremos a Cárdenas mañana.

“Qué día magnífico ha sido. Espero que papá no se haya ofendido y obligatoriamente volveremos juntos…”

…Habiendo salido al patio de su modesta vivienda, Juan Miguel aspiró a pleno pecho el aire fresco y, echando una mirada al embate de colores celestes, quedó entusiasmado de lo visto. Hoy es un día hermoso. Justamente como para volver a visitar inesperadamente al buceador Pedro.

Al otro lado de la calle él advirtió la figura corpulenta de doña Marta. Juan Miguel le gritó: “Buenos días”. La mujer casi no reaccionó al saludo del vecino, haciendo una leve inclinación de cabeza, pasó rápidamente a la puerta de su casucha. La señora ya antes no expresaba el deseo de conversar, por eso a Juan Miguel no le sorprendió nada esa rareza en su conducta. Él también volvió a casa para llevarle a la cama el café con bocadillos a Elizabeth. Se le olvidó que estaban oficialmente divorciados. Es que él tiene a Nersy, y Eliz también, seguramente, tiene a alguien. Que sea feliz con el otro, ya que entre ellos no hubo nada…

Ambos dormían – dos personas queridas por él. ¿Podrá haber algo más valioso en todo el mundo? Aquí está el hijo, su vida y felicidad para el padre. Y allí Eliz, la mejor mujer de Cárdenas. Mejor dicho, de todo el municipio de Varadero, y, quizás, de toda la provincia de Matanzas. Él la tiene a ella, una mujer con la cual está divorciado. Y nada podrás hacer. Nunca será como antes. En sus relaciones desapareció el sexo, pero quedó el amor. Eso ocurre entre las personas…

Él respeta sus opiniones. Cree en ella y por eso siempre fue fiel con Eliz. Cierta vez le confesó su adulterio. Probablemente, fue algo estúpido e injusto respecto a ella. Así se lo dijeron unánimemente los amigos… Se divorciaron, pero no se separaron. Puede ser que pronto y vivirán separadamente, pero, acaso, podrán estar largo tiempo sin verse el uno al otro. Sí, habrá que acostumbrarse a esta idea y aceptar lo inminente, no existe más una muy plena y completa familia. Hay solamente unos buenos recuerdos y un vacío. Este que ha de ser llenado con la vida futura. Solamente este nicho no debería ser ocupado por la vanidad, la que siempre está tirando a expulsar lo más valioso que hay en la vida, el amor verdadero.

No quisiera uno pensar en lo amargo. No podía encontrar una solución, creyendo que el tiempo se lo diría, cómo debía actuar. Todo se arreglaría. No pudo hacerla feliz. Sigue queriéndola, aunque tiene relación con otra mujer. Aquí está su contradicción. Su cruz que la lleva a cuestas. Ama a una, pero quiere con ardor a la otra. La ama, porque son almas gemelas; compartían sus sueños en una cama. La quiere, por el hecho de que ella dio a luz a Elián…

¡Eh, levántate, dormilón! Tú mismo me pediste que te despertara más temprano. ¿O te has olvidado que deberíamos ir a Camagüey?

* * *

A principios de los noventa, después de desmoronarse el campo socialista, Fidel Castro ordenó que debiera sobrevivir.

La brusca reducción en el intercambio de mercancías con los ex aliados impactó en Cuba mucho más fuerte que el embargo de los yanquis. El país donde dominaba el monocultivo, donde no crece nada, salvo la caña de azúcar, el café y el tabaco, perdió los mercados de suministro.

Fidel, amigo de las paradojas, encontró varios métodos capitalistas de ayuda al socialismo, gracias a los cuales Cuba pudo resistir. Introdujo la libre circulación de divisas, permitió funcionar a las pequeñas empresas y empezó a atraer a inversionistas extranjeros en el área del turismo. Además, el estado mantenía en sus manos las carteras de control de todos los hoteles. Hasta permitió a sus irreconciliables enemigos ideológicos, a la diáspora de Miami, enviar dinero a sus familiares a Cuba.

Pronto Castro creó una alianza política con Hugo Chávez, líder venezolano, que escapó de la tutoría de los EE.UU., después de sentir las crecientes ambiciones imperiales de Rusia, copiadas del modelo de la política internacional de la Unión Soviética, él concibió que los buenos viejos tiempos están retornando. Predecir esto no era tan fácil, pero los experimentados ajedrecistas deben tener a su alcance numerosas jugadas adelantadas. Los yanquis se precipitaron a dar por perdido al “Barbudo”. Pero no fue así.

Primero, Fidel ayudó a su amigo Chávez a comprar a los rusos una partida de cien mil fusiles de asalto “Kalashnikov”. A ninguna persona en el mundo le surgió duda alguna contra quien estarían apuntados esos cañones, la mitad del territorio de Colombia se hallaba bajo el control de los guerrilleros. Muchos de los Comandantes de los rebeldes se cubrieron de barro por las relaciones con los capos de la droga de Cali y Medellín. El peso y la influencia de Castro en la región disminuyeron en el período del principio de los noventa. Hay que decir, se reanimaron y con cada año, iban creciendo enormemente.

Fidel en este sentido parecía ser el ave Fénix, el que siempre está en vela y despejado. Hasta cuando todos en torno suyo duermen y están algo loqueados, y, puede ser, especialmente en momentos como estos…

Naturalmente, los fanáticos de los coches en Cuba se movían en carcachas y las amas de casa miraban los antiquísimos televisores. Sea como sea, la mayoría de la gente estaba dispuesta a sufrir las incomodidades domésticas y la muy larga parada en los años cincuenta, ya que Fidel personificaba la mentalidad de los propios cubanos. Eran pobres, pero una nación orgullosa. El guía se fusionó con el pueblo y se armó de su principal dignidad, el amor a la libertad. ¿Son palabras altivas? Probablemente. En especial, si tomamos el hecho de que la dignidad de los ciudadanos del gran y potente país de los Sóviets, que dejaban caer la lágrima al oír el himno nacional y ver como izaban la bandera con la hoz y el martillo, no pudieron resistir a un par de tejanos “Rifle” y a un trago de “Coca-Cola” de una botellita de relieve de vidrio.

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