Sabatini Rafael - Scaramouche стр 3.

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– Lo que vamos a hacer -replic? Vilmorin reprimiendo su furia- es poner el gobierno en otras manos.

– ?Y crees que con eso va a cambiar algo?

– Estoy seguro.

– ?Ah! Probablemente estudiando teolog?a has llegado a hacerte due?o de la confianza del Todopoderoso. Sin duda ?l te habr? confiado su intenci?n de hacer un nuevo g?nero humano.

El asc?tico rostro de Vilmorin se cubri? con una nube de reproche:

– Blasfemas, Andr? -censur? a su amigo.

– Te juro que hablo absolutamente en serio. Para lograr lo que quieres, necesitar?s nada menos que la intervenci?n divina. Habr?a que cambiar al hombre, no al sistema. ?Podr?as t? o nuestros fanfarrones amigos del Casino Literario de Rennes, podr?an los de ninguna sociedad cultural de Francia, esbozar un sistema de gobierno que a?n no se haya probado? Seguro que no. ?Puede acaso mencionarse alg?n sistema, que no haya acabado en el fracaso? Mi querido Philippe, el futuro s?lo puede leerse con certeza en el pasado.

CAP?TULO II El arist?crata

La so?olienta aldea de Gavrillac, a media legua del camino principal de Rennes, permanec?a al margen del ajetreo del tr?nsito de la carretera principal. Situada en una curva del r?o Meu, se extend?a a los pies de la colina coronada por la casa se?orial. Gavrillac no s?lo pagaba tributos a su se?or -parte en dinero y parte en servicios-, sino tambi?n diezmos a la iglesia e impuestos al rey, lo que la dejaba en una situaci?n bastante precaria. Sin embargo, a pesar de todo, all? la vida no era tan dura como en otros lugares. Por ejemplo, all? no se sufr?a tanta crueldad como la que padec?an los desdichados vasallos del poderoso se?or de La Tour d'Azyr, cuyas vastas posesiones s?lo estaban separadas de la aldea por las aguas del Meu.

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